Doscientos años de narrativa mexicana, publicado por el Colmex
Domingo 22 de mayo de 2011, p. 3
Como indica la historiografía, el presente no se entiende sin el pasado, y eso también aplica para la literatura, expresa el académico Rafael Olea Franco, coordinador de los dos volúmenes de Doscientos años de narrativa mexicana, publicados por el Colegio de México (Colmex), y que se ocupan del siglo XIX y XX.
Todo momento histórico y toda sociedad siempre deben mirar hacia atrás y preguntarse sobre su historia, su cultura. El doble centenario fue el elemento catalizador para que algunas preocupaciones, como ésta sobre el periodo que referimos, cristalizara en un libro de carácter colectivo. En cuanto a la historiografía: la literatura del presente no se entiende sin la literatura del pasado; todo proceso cultural es paulatino y acumulativo
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En estos dos volúmenes, que ya se han presentado en distintos foros como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la del Palacio de Minería, se hace una revisión que permite analizar y redescubrir los cambios que ha vivido la literatura nacional, desde José Joaquín Fernández de Lizardi, hasta Josefina Vicens, Salvador Elizondo, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco o Cristina Rivera Garza.
En total, 36 ensayos, de los cuales 14 pertenecen a autores del siglo XIX y 22 a escritores del siglo XX, que además buscan ser un homenaje al libro Cien años de literatura mexicana, de Mariano Azuela, publicado en 1947.
Si miramos estos dos siglos pasados, podemos ver cómo se fue desarrollando nuestra narrativa. Cuáles fueron las líneas generales que se trabajaron y entender lo que se hace hoy
, destaca Olea Franco.
Existen, explicó el académico, diferencias sustanciales entre los siglos XIX y XX: el primero está muy ligado a la construcción del Estado nacional en el periodo de paso de lo que era la Colonia y el México independiente. Por ejemplo, aquí, el primer autor es Joaquín Fernández de Lizardi, y obviamente él está a caballo entre esos dos siglos. El resto del siglo XIX está muy signado por esa necesidad impulsada también por las intervenciones del extranjero, que están representadas en los textos literarios
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En sus inicios, el siglo XX tiene algo similar debido a la Revolución Mexicana, pero paulatinamente se abrió en cuanto a las técnicas narrativas y se diversifica fuertemente en relación con los temas. “Tenemos gran variedad de autores que van mucho hacia el mundo íntimo y la subjetividad –Salvador Elizondo es el caso típico–, y autores más preocupados en el devenir histórico cultural mexicano, como Carlos Fuentes, para poner en las antípodas los ejemplos clarísimos.
En el XIX hubiera sido muy difícil que una literatura de la primera naturaleza tuviera suficiente cabida y repercusión; no es que no hubiera intentos, pero el público lector, en general las tendencias culturales, van en otra línea; entonces ahí existe una diferencia sustancial“.
Respecto de las tres décadas pasadas, Rafael Olea señala que si bien ese periodo es tema de otro estudio, se pueden trazar algunas líneas. Por razones de carácter socioeconómico o histórico han estado más fuertemente las mujeres en el campo de la escritura. En el XIX sólo tuvimos representada a Laura Méndez de Cuenca; en el XX ya tuvimos más escritoras Rosario Castellanos, Elena Garro, Josefina Vicens. En los últimos tres decenios la cosa ya se va equilibrando, todavía sigue en desniveles fuertes, pero es obvio que la escritura de mujeres tiene ya una entrada mayor general y en algunos casos tiene un nicho muy específico. En cuanto a temas, la característica de la narrativa mexicana es la diversidad, tan amplia que difícilmente resulta abarcable.
Estos dos volúmenes, finaliza el coordinador, tienen como propósito subsanar, así sea mínimamente, la carencia de historias literarias mexicanas que valgan la pena consultarse, las que tenemos son muy antiguas o insuficientes, y en general la mayoría se reduce a hacer una guía de datos; eso es lo que no quisimos hacer. Todos los artículos que están aquí están pensados para esa consulta, para un lector general o un lector que sea de estudios universitarios. La idea es que estos libros estarán en la mayoría de las bibliotecas de las universidades y demás para consulta de aquí a cinco, 10, 15 o 20 años, no para una lectura inmediata. No está pensados en el sentido comercial, sino cultural-académico
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