n escena dos obras infantiles para niños de diferente edad, muy distintas entre sí en su tema, dramaturgia y escenificación pero que están muy alejadas de lo rutinario al tratar temas que competen a los infantes actuales, lo que viene siendo una constante del mejor teatro para niños. No tocar de Enrique Olmos de Ita, el joven dramaturgo que ostenta varios premios, es un texto que habla de la pedofilia y sus efectos en la niña que sufre el acoso, esta vez no de un varón sino de la prima adulta que la cuida cuando la madre sale, lo que es un rasgo muy diferente a lo consabido y muestra una gran gama de posibilidades de lo que es el abuso sexual a menores. Trata también de la amistad entre las niñas, la que es la que sufre el abuso, y la que nos cuenta las confidencias de su amiguita, y de paso la falta de comunicación entre madres e hijas. El respeto con que es tratado el espinoso caso ha dado lugar a que la obra se escenifique en varios estados y en la capital debuta con ella como directora –antes fue asistente de dirección de varios montajes– Ixchel de la Rosa que conduce con buen tino a la actriz Isabella Roch, productora del montaje. La directora contó con la asesoría general del proyecto de Carlos Corona y con la psicóloga especialista Lara Durand.
En un espacio vacío del teatro La Capilla, en donde la diseñadora de escenografía, vestuario e iluminación Giselle Sandel ha dispuesto algunas maletas y una gran sombrerera, Isabella Roch va sacando objetos y muñecos, una muñeca de trapo será María, un gran oso de peluche representa al abuelo y la tapa de una de las maletas reproduce el parque, con columpios, resbaladilla y subeybaja, en que dos muñequitas representan a Liz y a María y el pleito que las aleja. En su unipersonal, la actriz actúa como niña, afortunadamente sin esos gestos y voces aflautadas que en otros casos se quieren infantiles, como la madre cuando utiliza sombrero, como la prima depredadora y, con el apoyo de los muñecos, como la niña victimada o el abuelo. Juega de diferentes formas con las maletas y no pierde la atención del espectador, respaldada por la música original de Víctor Carrasco y el diseño sonoro de Rodrigo Castillo Filomarino. Es muy evidente que se trata de una escenificación destinada a niños de 8 años y mayores y, desde luego, para sus padres acompañantes.
La otra escenificación a comentar es para niños pequeños y ha tenido exitosas temporadas, incluso ha sido elegida para el programa de Teatro Escolar, por lo que vuelve a La Gruta del Centro Cultural Helénico Mundos secretos, la deliciosa creación colectiva del grupo Teatro al Vacío dirigida por Haydeé Boetto. Sin más palabras que el chillido de Mío, mío
del niño que se aferra a su banco como ancla a la realidad y un ¡Hola!
ocasional de la cariñosa niña con una desagradable mancha en el rostro, cuatro pequeños –los otros dos son un niño casi autista que juega solo con sus objetos y una niña dominante y egoísta que trata de acaparar todo– interpretan una historia que va desde la desconfianza hasta la amistosa aceptación del otro. Esto resulta muy importante en momentos en que se pone de moda el famoso bullying en las escuelas, que consiste en tomar a un compañerito como objeto de burlas y golpes constantes y por ello estos cuatro niños, con su mundo secreto cada uno dan, al final, una gran lección de tolerancia.
Propuesta casi como una coreografía con la música original de Alejandro Arce, con momentos espléndidos como el del mundo marino en que nadan moviendo sus zapatos como peces entre otros como el juego del globo o el del zoológico, por citar algunos. Sin perder el tono de cada personaje, los encuentros y desencuentros de los infantes van marcando escollos que se eliminan en un ir y venir ondulante en que gracias a la niña egoísta –que al final deja de serlo al sentirse sola– se agrupan los otros tres, el inseguro sin alejarse de su banco hasta el juego final en que se integran. Es una hermosa lección estupendamente escenificada por la dirección de Haydeé Boetto y por la destreza física y gracia de Adrián Hernández, Carolina Garibay, Virginia Smith y José Agüero que conforman este Teatro al Vacío al que no hay que perder de vista tras un debut tan afortunado.