Recorte en puerta
Finanzas en crisis
Un signo ominoso
n la primera semana del mes pasado advertíamos en este espacio que el Gobierno del Distrito Federal enfrentaba una crisis en sus finanzas. Hoy esa crisis la confirma el propio gobierno y en los pasillos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal se espera que muy pronto se anuncie un recorte al presupuesto ordenado desde la Secretaría de Finanzas.
La escasez de recursos que señalamos entonces se mostraba con señales inequívocas de crisis. Uno de los factores que supusimos como muy importantes en ese desequilibrio era el gasto en programas sociales.
No obstante, era de esperarse que el apoyo de los ciudadanos al gobierno mediante el pago de sus impuestos lograría que esa crisis fuera pasajera, y breve, sobre todo cuando desde la Secretaría de Finanzas se nos dijo, no hace mucho –después de lo que aquí se publicó– que la recaudación iba por buen camino.
Ahora sabemos que la declaración no tenía sustento y que la crisis existe y persiste. Pero en este tropiezo hay algo más, mucho más profundo que las cuentas en los haberes y deberes: los ciudadanos no quieren o no pueden pagar sus impuestos.
Durante los gobiernos de Cuauhtémoc Cárdenas, y mucho más en el de López Obrador, los habitantes del DF cumplieron con sus obligaciones hasta llevar al gobierno a planos que superaron lo esperado. Fueron, sin duda, momentos de confianza en los que la crisis económica entre la gente común de la ciudad no cesaba.
Esta vez, igual que entonces, el gobierno federal no cumple con hacer llegar a tiempo los recursos que por ley corresponden a la ciudad de México, pero fueron los capitalinos quienes nunca dejaron caer a sus gobiernos.
El panorama en estos días cambió en algo. Aunque la crisis económica es la misma, o peor, y los fondos federales no llegan con oportunidad, la finanzas del DF están en un atolladero porque la gente dejó de pagar sus impuestos.
Mal síntoma para el gobierno de Marcelo Ebrard. Por alguna razón, que deberá ser estudiada muy a fondo, esta administración parece no alcanzar la confianza de sus ciudadanos o, más bien, la ha perdido.
Como intento para encontrar alguna explicación más allá de la pérdida de confianza se puede argumentar que, como en ningún otro gobierno, de los tres últimos que ha tenido la ciudad, la inflación y el desempleo pueden haber incidido en una sensible baja en el poder adquisitivo de la población.
Los constantes gasolinazos, el aumento en el precio de los alimentos, en los servicios como la energía eléctrica, u otros de ese tamaño, incluyendo el agua en los domicilios particulares, dañan la economía familiar, sin duda, pero a pesar de los pesares, hasta el año pasado la gente apoyó con sus impuestos la gestión gubernamental.
¿Qué pasa entonces? Parece que no hay vuelta de hoja, la gente ya no está segura de que los dineros que entrega al gobierno de Marcelo Ebrard estén siendo utilizados para beneficio del DF, y eso es más que grave porque de esa manera, no pagando impuestos, los habitantes de la ciudad reprueban de alguna manera la decisiones de gasto de este gobierno.
Algo está fallando, algo rompió, de la manera más señalada, el arreglo casi constante que hubo entre ciudadanos y gobierno en más de 15 años de gestión de la izquierda. Marcelo Ebrard tendrá que recomponer la crisis financiera con urgencia, pero deberá poner mucha atención a la respuesta de los habitantes del DF a este último lapso de su gestión. Algo anda mal, sin duda.
De pasadita
Dicen que el senador Carlos Navarrete, apóstol del chuchismo, insiste en pretender la candidatura del PRD para el gobierno de la capital del país. Alguna vez dijimos que eso sonaba a broma de mal gusto, pero no, es verdad. Navarrete, tal vez con las ganas de negociar su futuro político, quiere la candidatura, y uno se pregunta: ¿Qué mal le hicimos al senador como para que nos castigue con tamaño mal? ¡Sálvese quien pueda!