a decimoquinta edición del Festival Mix de Diversidad Sexual en Cine y Video y el Instituto Italiano de Cultura presentan, del 12 al 22 de este mes en la Cineteca Nacional, una retrospectiva completa de Ferzan Ozpetek, realizador turco, radicado en Italia, de quien en México se conocen algunos títulos exitosos, La ventana de enfrente, Las hadas ignorantes, El baño turco y Harem. El ciclo ofrece ahora tres cintas inéditas, Corazón sagrado, Saturno en oposición y Un día perfecto, además de un estreno muy reciente, Una familia muy normal (Mine vaganti, 2010).
De modo rápido, Ozpetek ha logrado imponerse en el lánguido panorama del cine italiano actual como figura emblemática: brillante artista del exilio voluntario y figura de una exitosa asimilación cultural que se permite cuestionar en cada cinta la intolerancia moral y los prejuicios religiosos afirmando de paso, sin cortapisas, su propia identidad gay. Él es, de cierto modo, el equivalente en Italia del cineasta alemán de origen turco, Fatih Akin (A la orilla del cielo) que ha sabido combinar comedia y melodrama al elaborar la radiografía de una sociedad crecientemente abierta a la diversidad cultural. En el terreno de lo comúnmente llamado cine de temática gay, Ozpetek mantiene también correspondencia, aunque en tono más ligero y dramáticamente menor, con el director galo François Ozon (Comedia de familia, Potiche).
Una familia muy normal es la cinta que mayor arraigo tiene en la tradición de la comedia italiana, con el pintoresco cuadro doméstico que incluye padre autoritario, madre desdibujada, alguna tía simpática y frustrada, y un par de hijos sometidos a la voluntad patriarcal, y naturalmente la anécdota penosa de un honor familiar mancillado. Medio siglo atrás, el esquema habría remitido a una comedia del eficaz Pietro Germi (Seducida y abandonada, 1963). En la provincia italiana del nuevo siglo el drama ya no son los celos ni la inocencia lastimada. Hoy se trata de la confesión, a la hora de la cena familiar, de uno de los hijos de un comerciante exitoso, de su identidad homosexual largamente reprimida, exhibida en abierto desafío a las convenciones sociales. Ozpetek maneja este asunto, de apariencia anacrónico en épocas de matrimonios gay y adopciones consentidas, con toda la malicia que le permite el entorno provinciano en que sitúa la historia (el apacible poblado meridional de Lecce, donde el anonimato y la vida privada son lujos que muy pocos pueden permitirse). Cuando en el recinto patriarcal un hijo se atreve a revelar su homosexualidad, la única desgracia mayor imaginable es que el hermano menor espere su turno para hacer otro tanto, dando ahí por concluida la sucesión generacional. Ese drama doméstico lo transforma Ospetek en una simpática comedia de equívocos, consiguiendo sin embargo rebasar la ocurrencia humorística con una historia más íntima y dolorosa, la de una vocación artística –el incierto destino de un escritor en tierra de comerciantes– que el joven Tomasso (Riccardo Scamarcio) deberá defender contra vientos y mareas, con la complicidad de una abuela enferma. La afirmación sexual del protagonista va de la mano con la de su vocación artística, siendo la disidencia erótica y el gusto por el arte asuntos igualmente delicados en el pueblo chico infierno grande que presenta la película. Algo parecido ofrecía Fellini en su espléndida obra temprana Los inútiles (I Vitelloni), donde un joven debía afirmar su gusto literario frente a la adversidad y abulia de su entorno. El asunto lo retoma en México Jaime Humberto Hermosillo en Juventud, desengaños y anhelos de Hernán Cortés Delgado (2010), que la Cineteca presenta en un maratón de recientes cintas digitales suyas, donde el cineasta elabora con brío una reflexión parecida.
El título original de la cinta de Ozpetek, Mine vaganti, alude a los temperamentos rebeldes que cual minas explosivas en vagabundeo perpetuo, siembran en torno suyo el desorden y el inconformismo. Tal es el caso de Tomasso, escritor en ciernes, de la abuela en duelo permanente por una vieja pasión contrariada, de los amigos gay que irrumpen con detonaciones festivas en el hogar del protagonista, y de la utopía, tan ingenua como testaruda, de una reconciliación global que pondría fin a la discriminación y a la intolerancia.
La cinta de Ospetek, engañosamente ligera, despliega una inteligencia moral y una sensibilidad artística lamentablemente ausentes en La otra familia, cinta mexicana de Gustavo Loza, con un tema similar abordado con beatífica moralina y chistes gruesos, que de modo incomprensible conmemora el martes próximo en la Cineteca Nacional el Día Internacional contra la Homofobia.
Mayor información: www.festivalmix.com.mx y www.cinetecanacional.net.