annes, 13 de mayo. Hoy se llevó a cabo el estreno mundial de Miss Bala, del mexicano Gerardo Naranjo, en la sección Una Cierta Mirada. Ajeno al humor y la espontaneidad juveniles que fueron los aciertos de sus anteriores películas, se trata de su esfuerzo más concentrado a la fecha. Basado libremente en dos casos reales relacionados con el narcotráfico, Miss Bala sigue la infortunada trayectoria de una joven de Tijuana (Stephanie Sigman) que, por aspirar a ser una reina de belleza, es virtualmente secuestrada por una banda de narcos que la utiliza para sus fines. Es, obviamente, un personaje emblemático, porque, como buena parte de la población mexicana, es una víctima inocente del fuego cruzado entre delincuentes y autoridades.
Haciendo buen uso de su sentido cinematográfico, Naranjo persigue a su protagonista en una huidiza puesta en cámara, resuelta en planos largos de cámara en mano que el fotógrafo Matyas Erderly ha mantenido fluidos y naturales. Si bien la vertiginosa acción no siempre es verosímil –la chica parece a ratos demasiado pasiva ante todo lo que le ocurre–, la violencia se limita a los bordes del cuadro, al fuera de cámara, evitando así el tremendismo. Aun así es una descripción escalofriante de las actividades que se han vuelto frecuentes, por desgracia, en diversas partes del país.
La respuesta de los asistentes fue positiva. Tres críticos neoyorquinos con quienes me topé a la salida coincidieron en afirmar que es, hasta el momento, lo único que los había convencido de la sección oficial.
Ahora bien, no cabe duda de que lo del narco se ha vuelto un fenómeno de resonancia mundial. Según el actual magazine del diario Le Monde, existe todo un género del narcocinema, que suma ya una treintena de largometrajes, contando a éxitos como El baleado y El baleado 2. Uno supone que se trata de videohomes porque es primera noticia que uno tiene de tal auge. Lo cierto es que El infierno, de Luis Estrada, se promueve aquí en el mercado internacional bajo el título genérico de El narco, con una publicidad algo engañosa.
De regreso a la competencia, el encargado de la decepción de hoy fue el italiano Nanni Moretti con su Habemus Papam, ficticia crónica de un proceso de selección papal en el cual el elegido (Michel Piccoli) se muestra renuente de ser el Sumo Pontífice y se niega a salir a ser proclamado. Para convencerlo, se contrata a un prestigiado sicoanalista (el propio Moretti).
Mucho material había en esa premisa para una sátira sobre el estado actual de la religión católica. Sin embargo, el realizador parece haberse arrepentido sobre la marcha, temeroso de la controversia. (Por supuesto, nadie ni siquiera menciona la palabra pederastia.) Pronto, el nuevo Papa escapa y se integra a un grupo teatral de Roma, mientras el sicoanalista organiza un torneo de volibol entre los cardenales. Según podrá deducirse, Habemus Papam resultó una comedia totalmente desdentada.
Aún menos puede decirse de la primera competidora francesa, Polisse. Ya los signos no eran favorables a partir del hecho de ser dirigida por una actriz de un solo nombre, Maïwenn, hermana de la inexpresiva Ilsid Le Besco y ex mujer de Luc Besson. Los prejuicios se confirmaron con su torpísima descripción del funcionamiento de la Brigada de Protección Infantil, sección de la policía parisina especializada en perseguir el abuso de menores.
Es un lugar común, pero no hay de otra. Cualquier episodio de una serie de televisión gringa, como Law & Order: SVU se vería con mucho más gusto en casa, con todo y comerciales, pues seguramente estarían mejor filmados y actuados que el tercer largometraje de Maïwenn. Uno se pregunta: ¿cuál habrá sido el compromiso –político, comercial o personal– por el cual un festival tan exigente como Cannes aceptó que su propio país quedara representado por un producto tan insignificante?
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