annes, 11 de mayo. Aunque lejos de ser una gran película, Midnight in Paris (Medianoche en París), la más reciente producción del infatigable Woody Allen, ha sido un título adecuado para la función inaugural de Cannes: una comedia ligera, breve y a la vez un homenaje a la ciudad titular y la cultura francesa. De hecho, la película arranca con una serie prolongada de vistas de los parajes turísticos más frecuentados de la capital francesa.
Con algo tenía el director que llenar su largometraje, pues su argumento no da para mucho: un guionista hollywoodense (Owen Wilson) vacaciona en la Ciudad Luz con su desinteresada prometida (Rachel McAdams) y sus suegros conservadores. Dado que el personaje añora haber vivido en un pasado más romántico, es transportado a medianoche al París de los años 20, por uno de esos caprichos que Allen utiliza en sus obras mágicas
–La rosa púrpura del Cairo (1985), Alice (1990).
Así, la comedia se construye sobre una sola premisa: ¿Cómo reaccionaría un gringo pretencioso si pudiera convivir con talentos como Hemingway, Picasso, Dalí, Buñuel y Gertrude Stein, entre otros? Midnight in Paris no es más que una sucesión de esketches sobre los lugares comunes de los personajes referidos. Por ejemplo, Hemingway será visto, claro, como un macho bebedor que sólo habla de la guerra, el boxeo y la cacería, mientras Zelda Fitzgerald es una loca furiosa que aflige a su marido Scott. (Quizá el único gag rescatable sea aquél en que el protagonista le propone a Buñuel el argumento de El ángel exterminador, y el aragonés aduce no entender eso de que la gente no pueda abandonar un cuarto.)
Con su físico de texano saludable, Wilson parecería el menos indicado para encarnar al nuevo alter ego alleniano. Pero lo resuelve con simpático desenfado, aunque entonando las inflexiones gimoteantes típicas de su director. Y en un gesto de cortesía diplomática, aparece Carla Bruni como una amable guía de turistas. Ciertamente el cameo de la primera dama de Francia será muy apreciado en el contexto del festival (en el que por cierto, se estrenará una película, La conquête, sobre el proceso por el cual Sarkozy ganó las elecciones y perdió a su primera mujer.)
A estas alturas un realizador septuagenario que insiste en hacer una nueva película cada año, aunque sea irrelevante, causa hasta ternura como el abuelito que insiste en contar siempre las mismas anécdotas. Por ello se explica que al finalizar la función de prensa de Midnight in Paris, los más amables reaccionaron con aplausos de cortesía.
Por otra parte, cabe señalar que la Semana de la Crítica, la primera de las secciones paralelas en establecerse, cumple ahora su 50 aniversario. Según se sabe, esta es la sección programada por críticos del país y enfocada a estrenar operas primas. (Por tradición, los colegas de Francia no se han conformado con sólo pontificar su opinión, sino se han visto activos tanto en la producción como en la difusión cinematográfica). Para ello, se ha editado una publicación de aniversario que, entre otros temas, destaca el papel desempeñado en la Semana de la Crítica por el cine mexicano en el último par de décadas, a partir de la revelación de Guillermo del Toro con Cronos y Alejandro González Iñárritu con Amores perros. Es una lástima que justo en esta ocasión la presencia no pudo ser ratificada.
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