Bandazos del jefe de Gobierno
En busca de la estrella azul
or qué?
Hay en los últimos meses un trazo contundente que parece pintar, de una vez, el perfil de gobierno que tiene en la cabeza Marcelo Ebrard.
Durante los tres primeros años de su mandato estuvo en la mira de todos los tiradores de la derecha que le exigían, vez con vez, que rompiera con Andrés Manuel López Obrador y se uniera al milagro democrático que, según ellos, representaba Felipe Calderón. Ebrard parecía haber resistido lo más duro: la crítica de mala leche que no perseguía otra cosa que aislar a López Obrador.
Esa lucha, que algunos trasnochados aún persiguen, no consideró que a fin de cuentas Ebrard tiene su talón de Aquiles, esa debilidad que tuerce voluntades, que cambia el oro en cobre y que desnuda el verdadero rostro del político: el poder, como sea, al precio que sea, por encima de quien sea.
Aunque no existen hechos contundentes que permitan decir que Ebrard tomó, más allá de la agenda socialdemócrata, el rumbo de la izquierda, los habitantes del DF parecían empezar a tener confianza en un mandatario serio, inmune a las presiones que lo orientaban hacia el tortuoso camino de la traición, y con una visión más cercana a las necesidades de las mayorías.
Pero por fin llegó el aroma, la fragancia que enloquece. El bandazo fue contundente. Se pretendía un nuevo camino, de paga éste y acondicionado por el discurso de la necesidad de nuevas vialidades, que no cuenta con la aprobación de los habitantes de la zona. La supervía parece ser el factor que inclina el trabajo del gobierno de la ciudad de México.
Lo demás parece ya el descaro. Se vende
parece ser la nueva consigna del Gobierno del Distrito Federal. De pronto sabemos que en Azcapotzalco se pretende crear un foro en beneficio de una empresa cuyo dueño principal es el jefe de Televisión Azteca, y que para ello se requiere cercenar buena parte de un deportivo de acceso público gratuito, y quienes viven por el rumbo inician un movimiento de resistencia en contra de la acción de la administración.
Y no es todo, viene después la noticia de la que la Cómer se beneficia de una calle, que según el gobierno estaba en desuso, y que compra en apenas 18 millones de pesos; le sigue la enajenación
de la calle de Manuel González Zavala, en el tramo que va de avenida Chapultepec a Doctor Río de la Loza, del que se apropió Televisa desde hace algunos años.
Tampoco se salvó el edificio que pertenecía a Fertilizantes Mexicanos, ni los 25 mil 200 metros cuadrados de un terreno en la colonia Chapultepec Morales, ni los más de 8 mil metros cuadrados del rancho San Antonio Tarango, en Alvaro Obregón. ¿A quién o a quienes beneficiaron esas desincorporaciones? No hay respuesta, por el momento, aunque la operación se realizó desde hace ya varios meses, y tal vez no hay respuesta, porque no hay explicación posible.
Hasta ahora los pasos de Ebrard parecen haber tomado un nuevo rumbo: el de buscar que la derecha le ponga la estrellita en la frente, porque alguien le dijo que quien gana las elecciones es don dinero, y ese está de un solo lado. Por eso, quienes ahora miran con desconfianza el quehacer del jefe de Gobierno en el DF no se olvidan que en aquello de las alianzas políticas Marcelo Ebrard fue, o es, el más importante promotor.
De pasadita
Y si de ayudas se trata, nada más hay que echarle un ojo a la detención de la señora Paula Cusi, dueña por herencia, según nos dicen, de una parte de las acciones de Televisa. La procu de Miguel Ángel Mancera cumplió con la orden de un juez para detenerla por el delito de falsedad reiterada en sus declaraciones ante la autoridad. Eso está dentro de lo normal, en caso de ser cierto. Pero ¿era necesaria la presencia de una decena de agentes para cumplir la orden? Y lo peor, en tiempos políticos, estos hechos sólo tienen una lectura: la política. Y si no es así, lo mejor es que se dé una explicación creíble antes de que arda el breñal.