Mal humor, hartazgo e ira
¿E
sto es un cambio?
, pregunta una cajita de mentas que tiene la imagen de Barack Obama. Se llaman mentas de la decepción
(dissappoint-mints) y están hechas por el Gremio de Filósofos Desempleados, cooperativa que antes sacó otra cajita de mentas elogiando la elección de Obama.
No son los únicos que cuestionan el lema y promesa de la campaña electoral de Obama: Un cambio en el que podemos creer
. De hecho, esta semana una encuesta nacional registró, como tituló el New York Times, el ánimo de la nación en su punto más bajo en dos años
; 70 por ciento opinan que el país está encarrilado en una dirección errónea. El sondeo del Times/CBS News señaló que los estadunidenses están más pesimistas sobre las perspectivas económicas y la dirección del país que en cualquier otro momento desde que se inició de la presidencia de Obama.
Con esas opiniones, no resulta sorprendente que cada vez haya más sentimientos negativos hacia la cúpula política. Setenta y cinco por ciento desaprueban el desempeño del Congreso y 57 por ciento la manera en que Obama maneja la política económica; su tasa de aprobación general es de sólo 46 por ciento, contra 45 por ciento que lo reprueba.
Todo ello ilustra un creciente desencanto, hartazgo e ira en este país, por el alto desempleo, millones de personas que pierden su hogar, incrementos en los precios de gasolina y alimentos, millones que padecen hambre, dos guerras sin fin –más otras intervenciones bélicas recientes en países como Libia y Siria–, una ola antimigrante mientras el gobierno afirma que desea una reforma en la materia (Obama lo dijo otra vez esta semana) y deporta más indocumentados que su antecesor, y una guerra antidrogas que continúa las mismas políticas fracasadas de los últimos 40 años. Ni en el ámbito de los derechos civiles han mejorado las cosas con el primer presidente afroestadunidense.
Más hombres afroestadunidenses están en prisión, en libertad condicional o bajo fianza que los que estaban esclavizados en 1850, antes del inicio de la guerra civil
, afirma Michelle Alexander, profesora de leyes de la Universidad Estatal de Ohio, en una presentación de su libro best seller sobre el fenómeno de la encarcelación masiva en el país, sobre todo de afroestadunidenses y latinos, reportó el LA Progressive. La mayoría de ese incremento es por la guerra contra las drogas, una guerra realizada casi exclusivamente en comunidades pobres de color
.
A la vez, ninguno de los responsables de la crisis económica más severa desde la gran depresión, que generó desempleo masivo, pérdida de hogares y recortes de programas de asistencia pública, está en la cárcel. Al contrario, festejan su prosperidad. Peor aún, lo hacen contribuyendo cada vez menos a las arcas públicas, que se encuentran en apuros, y, por tanto, provocando el cese de maestros, enfermeras y otros trabajadores del sector público. La empresa más grande de Estados Unidos, General Electric, obtuvo ganancias por 14 mil 200 millones de dólares en sus operaciones mundiales, 5 mil 100 millones en este país el año pasado. ¿Cuánto pagó en impuestos aquí? Cero, gracias a su enorme equipo de contabilidad, que sabe cómo hacer estas cosas legalmente.
Hace unos días la agencia de noticias Ap informó que General Electric decidió pagar 3 mil 200 millones de dólares por devolución de impuestos que recibió del gobierno al Tesoro de Estados Unidos, pero unas horas después la agencia tuvo que retractarse
de su cable, cuando la empresa informó que ese boletín de prensa había sido un engaño de un grupo activista. Pero es que para muchos todo se siente como un gran engaño.
Mientras tanto, las empresas multinacionales estadunidenses, como General Electric, que emplean una quinta parte de la fuerza laboral del país, han estado contratando más trabajadores en el extranjero mientras reducen sus nóminas en Estados Unidos, reportó el Wall Street Journal. Durante la primera década de este siglo redujeron su nómina aquí en 2.9 millones de empleos, mientras contrataron 2.4 millones más en el extranjero, según cifras del Departamento de Comercio.
¿Y a quién nombró Obama en su equipo de asesoría sobre recuperación económica y generación de empleos? Al ejecutivo en jefe de General Electric, Jeffrey Immelt.
La sensación es que poco está cambiando; la esperanza de progresistas, jóvenes, migrantes, ambientalistas y defensores de derechos civiles, de que con Obama sí había la posibilidad de un cambio, se está esfumando. Por el lado conservador hay cada vez más histeria: Estamos perdiendo a nuestro país
, lo cual continúa nutriendo todo tipo de paranoia y teorías de conspiración para explicar el próximo fin de esta nación. A tal nivel ha llegado, que hasta conservadores serios
están tratando de frenar mitos, como el de que Obama es extranjero (25 por ciento sigue creyéndolo así, según una encuesta de CBS News).
Y cada semana hay recordatorios de la peligrosa combinación de una histeria ultraderechista con armas fácil y legalmente accesibles a cualquiera –como fue el intento de asesinato de una representante federal en Arizona hace unos meses–, con el hecho de que desde entonces miles más han muerto por armas de fuego, o que esta semana en un kínder de Houston un niño de 6 años llevó una pistola a su clase, se le cayó durante la comida y él y dos estudiantes más resultaron heridos, reportó Ap.
Ante tal panorama la gente que apoyó a Obama pregunta, junto con los filósofos desempleados, dónde está el cambio. En el Hotel St. Regis, en San Francisco, esta semana unos 10 donantes que apoyaron al presidente llegaron a un acto de recaudación de fondos para la campaña de relección. Ahí le preguntaron si podían cantarle una canción, refirió el Washington Post. La canción era una protesta sobre el trato dado en prisión al soldado Bradley Manning, acusado de filtrar los documentos militares y diplomáticos clasificados a Wikileaks. Una de las estrofas era: Pagamos nuestras cuotas. ¿Dónde está nuestro cambio?
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