ada es más rápidamente globalizable que el temor nuclear, afirma Robert Jay Lifton desde Cambridge, Massachusetts, en su análisis publicado en The New York Times (15/4/11), en el que deja perfectamente fundada la tesis que encierra esta afirmación, que nace al público en la comparación que hace del caso de la tragedia de Fukushima Daiichi con el de Chernobil, en 1986, en la entonces Unión Soviética. La agencia japonesa de seguridad nuclear ha sorprendido a la comunidad científica, el 12 de abril, es decir, un mes exactamente después de los sucesos en ese país del lejano oriente castigado ya en dos ocasiones por la explosión, primero en Hiroshima y en Nagasaki, cuando el presidente de Estados Unidos Harry S. Truman ordenó el bombardeo atómico desde el avión Enola Gay, dando fin a la Segunda Guerra Mundial con Japón mismo, y en todo el Pacífico, con el rendimiento del emperador Hirohito, en 1945; y ha sorprendido a todo el mundo, elevando de 5 al 7 el nivel del accidente en Fukushima, en el que se combinaron por lo menos dos elementos de la naturaleza: el terremoto y el tsunami, que produjeron las filtraciones del líquido nuclear. Esta nueva calificación lo coloca en el mismo nivel que el de Chernobil, de modo que los dos accidentes quedarán como los más graves que se conocen hasta la fecha (Le Monde, 12/4/11).
Fukushima y Chernobil son muy diferentes
, ha declarado el jefe del Departamento de Seguridad Nuclear de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Denis Flory, y agrega que las mecánicas de los dos accidentes son también completamente diferentes. Por otra parte, David E. Sanger y Matt Wald, en The New York Times (13/3/11), publicaron un artículo en el que reconocen que una vez que se ha logrado evaluar las consecuencias de los fenómenos que se produjeron en esta trágica crisis nuclear en Japón, los expertos, tanto del propio Japón como de Estados Unidos, reconocen que el país se enfrenta a una cascada de problemas acumulativos que sugiere que los efectos radiactivos del vapor de la planta afectada por el terremoto y por el tsunami pueden prolongarse por semanas e incluso meses, lo cual enfrenta a todos los países del mundo que tienen decisiones pendientes de tomar respecto del futuro del desarrollo de la energía nuclear en sus propias naciones a una situación de cierto grado de incertidumbre.
Están todos en serios problemas, en vista de la influencia en uno o en otro sentido que es inevitable que tengan las conclusiones a las que se vaya llegando en Japón, por lo que hace a la influencia de los resultados que se obtengan, en lo que ya no es especulativo, sino que es, lisa y llanamente, ciencia aplicada a fenómenos ya ocurridos y cuyas consecuencias se evalúan todos los días. Baste no perder de vista que el análisis de Sanger y Wald es del 13 de marzo, es decir, dos días después del accidente.
Las medidas de emergencia tomadas –inundar con agua de mar los reactores y con el vapor resultante– son un paso desesperado con el que se intenta evitar otros problemas mayores, como la completa fusión de los corazones nucleares en Fukushima Daiichi. Ya se dio el caso de una explosión en el techo del segundo reactor, que no dañó ciertamente el corazón del motor, pero sí causó mayores filtraciones. Hay también el riesgo de que algunos reactores japoneses, como puede suceder igual en Francia o en Alemania, se trabajen con un combustible llamado mox, compuesto de óxidos y plutonio, y aunque Sanger y Wald no expresan alguna seguridad de que los reactores afectados pudieran funcionar de esta manera, si así fuera los vapores liberados tendrían que ser más tóxicos, con las consecuencias que inevitablemente se obtendrían.
Sanger y Wald puntualizan muchos y muy graves riesgos que en estos momentos están corriéndose, y tal parece que es inevitable seguir incurriendo en ello, por lo menos durante algunos meses más. Este trabajo, muy bien informado, que aparece en The New York Times y que fue corregido el 23 de marzo cometió incluso algún error en la identificación de uno de los isótopos empleados, y el propio Pentágono, en Washington, encontró indicios de éstos, en pequeñas cantidades de partículas radiactivas en los helicópteros estadunidenses que volaron a 60 millas, esto es, poco más de 90 kilómetros de distancia de la planta de Fukushima Daiichi. Algunos de los isótopos identificados tienen cierto grado de toxicidad.
Entre otras medidas heroicas, Japón está considerando la posibilidad de bloquear el acceso a la zona de la planta que integra el área de evacuación que se configuró, en los momentos de emergencia, que han sido muchos. Con esta medida habrían de resentir las consecuencias los obreros que por diferentes motivos hubieran evacuado la planta, y que actualmente, sin haber podido regresar a sacar por lo menos sus pertenencias para instalarse más adecuadamente en los campamentos preparados con la urgencia del caso, con este objeto estarían impedidos de acceder a esta zona, para evitar la contaminación radiactiva tan temida.
Ésta parece ser la verdadera situación del gobierno japonés y de quienes de alguna manera colaboran con él para superar la urgencia a la cual están sometidos todos en estos momentos. Nosotros hemos consultado órganos de información sumamente responsables y con acceso a la planta y a quienes son los miembros gubernamentales que han venido trabajando en ello, y lo están haciendo todavía.
La solución que se dé a éstos nos interesa mucho también, pues es bien sabido que se ha considerado con mucha seriedad la posibilidad de incluir a la energía nuclear como solución posible a los problemas que, en todo el planeta están presentándose a la satisfacción del futuro de la demanda de energía, que hoy se suple en gran medida con los combustibles fósiles, petróleo y gas, los que también tienen sus propios problemas, que en todo caso hay que resolver ahora mismo. El tiempo apremia. No hay posibilidades de esperar sin que se amenace a la seguridad nacional del país.