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Entrevista con Luis Alfonso de Alba Cambio climático modificará el modelo de desarollo
Lourdes Edith Rudiño Si bien el cambio climático se discute respecto de la reducción de emisiones, del Fondo Verde, de si son o no vinculatorios los compromisos asumidos internacionalmente, etcétera, la trascendencia de este tema va mucho más allá: “implica pensar en un modo de producción distinto, en que muchas regiones del planeta adapten su agricultura a condiciones de menores lluvias. Es ver los efectos en la migración; en los pueblos indígenas; en la producción del campo, en la seguridad incluso, pues está vinculado a problemas cuyas consecuencias pueden generar conflictos internacionales, como son los flujos de personas y los cambios en la calidad y/o en las rutas del agua”. Luis Alfonso de Alba, representante especial para Cambio Climático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), es quien afirma esto y comenta que tales preocupaciones deben trasladarse a los modelos de desarrollo del mundo, lo cual no ocurrirá de un día para otro, pero “no es utópico”. En entrevista, considera que en México el gobierno está dando pasos positivos en este sentido, pues por primera vez hoy el tema de cambio climático se discute en Los Pinos, con presencia del presidente y con varios secretarios de Estado. Antes las secretarías de Medio Ambiente y Relaciones Exteriores eran las que trataban el asunto, y ocasionalmente, Energía; ahora estas tres entran de lleno a las discusiones –pues Pemex y la Comisión Federal de Electricidad son las primeras comprometidas en la reducción de gases de efecto invernadero (GI)– y se ha involucrado a Hacienda, a Educación y a la Secretaría del Trabajo. Además de que en los próximos meses deberán incorporarse otras como Agricultura y Comunicaciones y Transportes. “Todo esto va a tener un reflejo en el Plan Nacional de Desarrollo y en las metas, no podrá ser de otro modo”. El funcionario, quien ya está participando en negociaciones internacionales para los preparativos de la 17 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 17) en Durban, Sudáfrica, admite que a pesar de que el sector agrícola es fundamental en los impactos del calentamiento global, quedó al margen de las discusiones de la COP 16 realizada hace cuatro meses en Cancún. “El tema no está maduro, y es una de las tareas pendientes hacia Durban; hay que darle un tratamiento más articulado a este sector y definir una serie de recomendaciones y medidas más concretas. En esa medida (en el caso de México) la Secretaría de Agricultura se va a tener que ir incorporando a las discusiones” con demás miembros del gabinete. “Está todo vinculado. Y tenemos que verlo sin duda en términos de las emisiones. Hay plantas que producen mucho más daño a la atmósfera porque captan menos carbono, porque degradan más rápido los suelos. Hay que tomar en cuenta este tipo de factores a la hora que se promueva la siembra de determinado producto. Hay que considerar también que hay usos más sustentables en el consumo de agua (… con el cambio climático) habrá algunas regiones que sí podrían beneficiarse porque son zonas desérticas y ahora llueve más. Pero la mayoría se va a perjudicar porque o llueve en exceso o simplemente llovía antes y ahora ya no llueve. Hay que hacer una planeación con una visión más grande”. Comenta que las organizaciones indígenas, de pequeños y medianos agricultores y ganaderos, han estado reportando y alertando durante los 20 años recientes los efectos que sufren en carne propia por el cambio climático. Y si bien es cierto que no todo lo que sufre el campo se debe al calentamiento global –pues hay otros problemas serios, como la pérdida de la biodiversidad–, también lo es que la situación de desastres naturales, trascendida ya a la sociedad entera por la crisis alimentaria paradójicamente sirve sin duda para avanzar en las negociaciones internacionales, pues se contrarresta la opinión de los escépticos del cambio climático, que todavía son muchos, particularmente en Estados Unidos. De Alba Góngora recuerda las tres líneas de trabajo que impulsó México en la COP 16: una, reconstruir el proceso de negociación, tal como se logró, y la diplomacia de nuestro país fue ampliamente reconocida porque el proceso estaba en muy malas condiciones desde años antes de la COP 15 en Copenhague; dos, dotar al tema de una visión menos negativa y menos ambientalista, y mostrar que abre oportunidades para el sector privado, para invertir en nuevas tecnologías y que ello está vinculado a afrontar problemas serios de manera colateral, por ejemplo la pobreza, dado que hay una gran cantidad de proyectos de reemplazo de estufas y de lámparas de petróleo, etcétera, lo cual ayuda a mejorar las condiciones de vida asiladas o remotas, además de generar el convencimiento de que debemos transitar inevitablemente a un nuevo modelo de desarrollo. Y la tercera línea fue abrir el tema en su dimensión política, económica y social a otros sectores y dejar claro que no sólo son los gobiernos centrales los que pueden y deben asumir compromisos, sino también los gobiernos estatales y municipales, el sector privado, las organizaciones no gubernamentales (ONGs), los sindicatos, etcétera. Esto último, señala, es y será fundamental, pues la intención de que el abatimiento del cambio climático se dé con una contribución diferenciada por países en función de las responsabilidades (de sus emisiones de GI, por ejemplo 20 por ciento del total hoy de Estados Unidos, y lo mismo China, contra dos por ciento de México) y de las capacidades económicas de cada país, es algo que no se va a reconocer ahora, pues hay muchas reticencias, pero que tarde o temprano va a ocurrir por la fuerza de la opinión pública, de las concientización de las ONGs, de los gobiernos locales y otros. “Por eso es valioso haber abierto la discusión (en Cancún) a la sociedad civil, y sobre todo empezar a construir un sentimiento de asociación, de cooperación”. El entrevistado –quien de 2004 a 2009 fungió como embajador de México ante los organismos internacionales ubicados en Ginebra– comenta que la situación internacional es complicada, por la crisis financiera, los problemas por el terremoto de Japón y los conflictos bélicos de Medio Oriente, y esto implica un impasse en el tema de cambio climático. Acerca de la posibilidad de que en Durban se alcancen acuerdos jurídicamente vinculantes, que comprometan aportaciones y reducción de emisiones sobre todo de los países desarrollados, señala que si bien es deseable, resulta improbable pues hay una insistencia creciente de Japón, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y en menor grado de Europa de que los compromisos de China, la India, Brasil e incluso México sean también vinculantes. Y esto tensa las discusiones. De Alba considera, sin embargo, que los medios de comunicación y los propios negociadores han distorsionado el tema. La búsqueda de que los acuerdos climáticos sean vinculantes no concuerda con lo que se han hecho con otros temas igualmente importantes e incluso de interés más popular, como la pobreza, flagelo para el cual se hacen compromisos de reducción pero sin obligatoriedad y “nunca se ha hablado de abolirla. Lamentablemente en cambio climático va a ser lo mismo”. Pero la flexibilidad de los acuerdos de cambio climático –que implica el riesgo de que algunos no asuman compromisos sólidos– puede operar en positivo. “La meta de no permitir que la temperatura rebase los dos grados Celsius promedio ni siquiera es fija. En el acuerdo de Cancún dejamos claramente ver la posibilidad de volver más ambiciosa esta meta, que la llevemos a 1.5, porque los daños al planeta con dos grados pueden ser excesivos, porque el mundo puede tener la capacidad de mantener el incremento en 1.5 gracias a tecnologías más eficientes y porque ya sabemos que tenemos una capacidad limitada de la atmósfera para absorber las emisiones. Estamos en un proceso que vamos a tener que ir revisando y ajustando periódicamente”. Por lo que toca a México –igual que ocurrió con otros países como Sudáfrica, la India, Malasia y Singapur–, en Cancún se establecieron metas que, aunque no son de cumplimiento obligatorio ni implican medidas coercitivas, sí representan compromisos morales que involucran no sólo al actual gobierno sino a los posteriores hasta el 2020. México debe reducir 30 por ciento de sus emisiones de gases de efecto invernadero respecto de la tendencia inercial. Y esto podría reforzarse aún más en la medida que prosperen las discusiones en las cámaras de Diputados y de Senadores sobre iniciativas que ya se tienen para una Ley de Cambio Climático, misma que apunta a involucrar al sector privado en el compromiso, por la vía no de los castigos, sino de estímulos para la adopción de tecnologías nuevas. |