16 de abril de 2011     Número 43

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Amaranto, esfuerzo colectivo
para mejorar la agricultura tradicional

Fernando Manzo Ramos y
Gabriela López Ornelas

La generación de nuevos conocimientos que permiten el beneficio económico o social tiende a asociarse con universidades donde se investigan y desarrollan nuevas ideas, que ofrecerán grandes posibilidades de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, existen procesos de innovación en donde nuevas tecnologías e ideas nacen, crecen y se difunden totalmente alejadas de estos centros especializados. Este proceso, muy común, es un mecanismo cotidiano y vital para la permanencia de la mayoría de los sistemas productivos agrícolas tradicionales de México, denominado innovación social.

Tal es el caso del proceso de innovación social generado alrededor de la agroindustria familiar del amaranto en Santiago Tulyehualco, Xochimilco, en el Distrito Federal, donde estos productores, a partir de la utilización de los recursos locales y la interacción de acciones y estrategias individuales y colectivas de las familias productoras, han logrado establecerse como un conjunto funcional de unidades productoras.

Esto los ha posicionado como lugar de referencia para conseguir una amplia gama de productos elaborados con amaranto, en la forma de dulces tradicionales, como la conocida alegría y pepitoria, o como productos no convencionales, como suplementos alimenticios o barras multisemillas. Posicionamiento que les ha permitido apoyar la cultura local y la seguridad alimentaria regional.

Las familias productoras de amaranto por generaciones han intervenido en la produccióntransformación- comercialización de su cereal. Sin embargo, el nivel de tecnificación, tamaño de la unidad de producción, tipo, diversidad y volumen de productos varía considerablemente de una unidad de producción a otra. De tal manera que podemos encontrar desde unidades que son operadas por una persona o un matrimonio mayor, con apenas la capacidad de elaborar pequeñas cantidades de dos tipos de dulces que complementan el gasto familiar, hasta unidades con 14 operarios, entre familiares y vecinos, que se dedican de tiempo completo y elaboran hasta 33 diferentes productos, que tienen locales establecidos dentro o fuera de la comunidad y producen a una mediana escala.

Este tipo de unidades ha crecido en la década reciente debido a la demanda cada vez mayor del consumidor, que ubica al amaranto como un producto saludable con cualidades alimenticias, dejando de ser así un simple dulce tradicional. Este nuevo mercado ofrece para muchas familias una oportunidad para retomar la actividad, rediseñarla y, así, emplearse, obteniendo un ingreso regular y suficiente.

A pesar de las diferencias productivas observables, todas las unidades tuvieron el mismo inicio, utilizaban sólo la fuerza de trabajo familiar, operaban dentro de la economía informal y utilizaban procedimientos y prácticas tradicionales de tipo artesanal, a partir de tecnologías simples con gran potencial de auto-sostenimiento.

La transición de unidades campesinas a unidades con visión empresarial, que satisfacen las necesidades del consumidor y el mercado, ha significado un arduo desafío, involucrando a la innovación individual y colectiva en el ámbito técnico, productivo y organizativo. Todo gracias a nuevas formas de especialización, la creación de sólidas redes de confianza y de relaciones comerciales, que se configuran y desarrollan con gran flexibilidad. De esta forma, innovar se ha convertido en una condición esencial para lograr mayores niveles de productividad y, así, garantizar el sustento.

La innovación social se puede observar en varios aspectos y a diferentes niveles. Por ejemplo, encontramos la innovación individual a nivel familiar, cuando se trabaja en el desarrollo de un nuevo producto. Los integrantes con nuevas y versátiles ideas experimentan y ensayan hasta obtener una nueva receta, que una vez aplicada con éxito, servirá para diversificar la producción y diferenciarse momentáneamente del resto de las unidades. Sin embargo, en un momento dado los demás les copiarán y la familia se verá empujada a innovar de nuevo para sobresalir, convirtiendo a la innovación social en un proceso dinámico y continuo


FOTO: Mandy Goldberg

También está la fabricación de maquinaria auto-diseñada. La necesidad de vender más y, por lo tanto, de mejorar su desempeño productivo, los ha llevado a ajustarse, crear y modificar sus recursos, a partir de la tecnología y medios disponibles. Así, al no existir de manera comercial el equipo que ellos requieren, se abre el camino para la generación de nueva tecnología, gracias al ingenio y habilidad de productores y artesanos, herreros y talleres locales, principalmente. Ellos, de manera conjunta, transforman maquinaria o elaboran equipo hechizo, que se ajusta a las características y necesidades de cada unidad de producción.

La innovación social se observa también en el aumento de los estándares de calidad y uniformidad en los productos, así como en la incorporación de prácticas como la protección del ambiente y la elaboración masiva e higiénica de productos; generadas gracias al entendimiento de las nuevas demandas, condiciones y oportunidades exigidas actualmente en el mercado.

La innovación colectiva se aprecia en nuevas formas de organización creadas para satisfacer intereses comunes. Así, recurren principalmente a colectivos u organizaciones de productores como medio de representación para la gestión de recursos diversos ante instancias gubernamentales, aunque también se asocian para acceder a mercados que piden grandes volúmenes, por medio de marcas colectivas, o se organizan en sociedades integradoras para disminuir el costo de los insumos. Este tipo de procesos sociales exitosos surge de la sinergia e interacción de factores sociales, económicos, institucionales y organizativos, que se configuran no bajo una lógica lineal ni unidireccional, sino más bien sistémica, que permite el desarrollo de una red compleja y funcional, donde las familias productoras son el eje al ser usuarias, creadoras y líderes de tales innovaciones.

Como lo demuestra esta experiencia de innovación social, para aumentar la competitividad del sistema agroalimentario del amaranto ha resultado más importante y definitivo el esfuerzo comprometido e inteligente de los productores, que nuevas tecnologías que ofrezcan resolver los problemas asociados a la producción. Por lo tanto, las instituciones encargadas de investigación, responsables de la innovación y desarrollo en la agricultura, deben considerar seriamente, planear y diseñar estrategias alternativas que partan del conocimiento local.

De la misma manera, se debe apoyar la organización social de los productores como recurso vital para implementar innovaciones adecuadas, ya que la innovación social no sólo enfatiza la gestión a largo plazo de los recursos locales e incrementa la capacidad local de gestión, sino que también sobrepone la cultura, tradición y territorio al desarrollo capitalista indiferenciado.

Investigadores del grupo de trabajo Extensión/ Educación/Desarrollo, del Programa de Estudios del Desarrollo Rural del Colegio de Postgraduados [email protected] [email protected]

*Esta investigación es fi nanciada por la Línea de Investigación Prioritaria No. 10. Desarrollo Rural Sustentable del Colegio de Postgraduados y por el Instituto de Ciencia y Tecnología del DF.