De despedidas
avier Sicilia ha dicho adiós a la poesía. Con él, probablemente de modo no del todo consciente, varios habrán sentido la impotencia de la palabra poética ante sucesos como los que su familia, y con la suya muchas otras familias mexicanas, padece ahora. Yo mismo publiqué en El Correo Ilustrado de nuestro diario un par de frases balbucidas, tartajeadas, tristes. El lirismo, en ese caso del todo olvidado (quién de la poesía iba a acordarse en tales momentos), quiso luego ejercer su capacidad de mando sobre mí, o sobre mi lenguaje. ¿Cuál? Ya aquí no hablo de lirismo; digo: ¿cuál lenguaje? Parte de mi lenguaje por estos días anda damnificado.
Se habla de tejido social. Acaso cabría también hablar de tejido linguístico. Veo como una verdad que está deteriorado. Y hay que devolverle la dignidad
.
Parecerá que trato cosas personales; espero no sea así.
La prosa no se me da; dicho de modo conversacional, no es mi fuerte. Pero por eso mismo intenté, con resultados en absoluto alentadores, resolver en poesía mi desconcierto, mi... Ni siquiera doy con las palabras.
Dolor no es suficiente, solidaridad no es suficiente... Ninguna es suficiente. O ninguna precisa, y es realidad que el arte (no me refiero a este escrito, sino a la poesía) exige precisión. No dudo que sea posible retratar la confusión de modo preciso –lección tal vez aprendida en Pound. Ya saber que uno está confuso conlleva cierto alivio. Y no: no sé, todavía no lo sé, cómo estoy.
Pero por favor no se vaya a considerar, por lo menos no lo considero yo, que me planteo un problema técnico. El problema, sugiero, es que el país está metido en el hálito de la tragedia y el lenguaje de nuestros poetas, imposible –perdón por ello– que me excluya, muestra evidente preferencia, inclinación u origen líricos.
Así pues me engañé: El lirismo me ayudará, nos ayudará. Algo dirá que en algo nos alivie, que en algo, lo que sea, nos regrese al equilibrio
. En lo inmediato, hablo de mi caso, lo lírico no pudo con la fuerza del golpe. ¿Un poema político entonces? No creo haber hecho uno solo en mi vida, descreo de ellos (a lo mejor hay que, de nuevo, como en los años 70, imaginar que alguna función tienen). No, yo no le he dicho adiós a la poesía. Pero al decirle adiós a la poesía Javier Sicilia parece ser que la poesía me dejó ver que de cierta poesía, o de varias vertientes manifiestas en nuestra poesía, habrá quizá que ir pensando en despedirse.
Abrazo a los dolientes, a los dolidos, a los desconsolados, a los aún atónitos, a los que serenamente mantienen la esperanza.