Martes 5 de abril de 2011, p. 22
El surgimiento de Saif Islam Kadafi como participante en los opacos movimientos para poner fin a la crisis en Libia plantea algunas duras preguntas a las potencias occidentales, incluida Gran Bretaña.
Es innegable que Saif convenció a varios representantes del pasado gobierno británico de que era –para usar la frase de los nuevos laboristas– un modernizador
. Tenía muy buenos planteamientos
, dijo en días recientes un miembro de ese partido. Incluso en el círculo del propio Saif se llegó a comentar que su apertura al cambio constitucional, según algunos políticos de línea dura en Trípoli, alimentó las revueltas, acusación que sus partidarios consideran injusta.
Mientras los europeos –y quizás aún con más vehemencia los estadunidenses– buscan una salida, puede resultar tentador ver al hijo segundo de Muammar Kadafi y su proyecto reformista como parte de la solución. Algunos miembros de su comité reformador anterior a la crisis están ahora del lado de la oposición, y en teoría podrían ofrecer cierto terreno común.
Sin embargo, persisten algunos problemas. El primero es el destino de su padre. El domingo, un diplomatico anónimo declaró a The New York Times que parte de la propuesta de Saif era que su padre dejara el cargo y que el propio Saif encabezara la transición hacia algo cercano a la democracia. Puede que sea cierto, pero aun ese diplomático dudaba que tal arreglo fuera aceptable para el coronel, ya no se diga para la oposición.
Y ésa puede ser la razón de que entre domingo y lunes al menos dos figuras cercanas a Saif hayan expresado dudas sobre tal escenario. Una mencionó el mito usual de que, puesto que el líder libio no tiene un cargo oficial, no hay nada a lo que pueda renunciar. No importa que la foto de Kadafi esté en todos los espacios publicitarios, que su rostro aparezca a cada rato en las pantallas de televisión y su nombre aparezca en todos los cantos de los jóvenes que el viejo tirano alardea de haber armado.
Otro obstáculo es el papel que Saif ha desempeñado en la crisis misma. Aun si el video que se transmitió el 28 de febrero, en el que aparece sosteniendo un rifle de asalto –en apariencia para exhortar a los partidarios a levantarse contra la oposición y para prometerles armas con que hacerlo–, fue editado en alguna forma o sacado de contexto, sus apariciones públicas no han sido las de un estadista.
Su discurso demagógico ante un público envalentonado y belicoso, el 10 de marzo, no sugería a un hombre de paz: denuestos a Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, palabras de desprecio a los opositores, una significativa referencia al apoyo del filósofo francés Bernard Henri-Levy a la insurrección –aunque no tenemos nada contra los judíos
– y una declaración guerrera: Bengasi, allá vamos
.
Tal vez los funcionarios occidentales que tenían inversiones con Saif ya se libraron de ellas, pero quien siga teniéndolas haría bien en observar ésa y otras acciones recientes.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya