olví, después de varios años, al Instituto de Formación Profesional de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal para la presentación de un libro de Editorial Porrúa, escrito por Efrén Ramírez Ramírez, con el título de La ética en la formación de la policía.
Se trata de una obra escrita para la asignatura de ética en el programa de los jóvenes aspirantes a ingresar a la policía de Investigación, el renovado cuerpo de agentes que anteriormente era conocido como policía judicial.
Actualmente, para ingresar a esta policía, hay una licenciatura que se cursa en ocho cuatrimestres y en la cual los aspirantes se capacitan en conocimientos propios de un investigador policiaco: criminalística y criminología, elementos de derecho penal, medicina forense y otras materias. Se preparan también físicamente, en artes marciales y manejo de armas, formas de sometimiento y uso racional de la fuerza, todo ello lo requerirán para enfrentarse a la delincuencia e investigar delitos.
Junto con estas materias, necesarias para el desempeño de su peligroso y difícil trabajo, desde hace algunos años en el Instituto se imparten dos cátedras formativas: derechos humanos y precisamente ética policiaca; estas materias sirven para la elevación cultural de los jóvenes aspirantes y para que valoren su actividad, para que en el ejercicio de su labor de persecución de delitos usen la fuerza, las armas y la autoridad con que cuentan con apego a la ley y como un servicio a la sociedad y con respeto a la dignidad de las personas con quienes tratan.
Esta meta, exigir una licenciatura para incorporarse a la policía de investigación se alcanzó luego de un proceso largo: Samuel del Villar acordó en 1997 que los policías judiciales no podrían ingresar a la procuraduría como era costumbre, al capricho de jefes y comandantes y que para su incorporación, deberían cursar estudios durante seis meses en el instituto.
Anteriormente, los aspirantes ingresaban como aprendices o madrinas, sin sueldo y como integrantes de las pequeñas cortes de algún comandante; de ahí, cuando aprendían y cumplían bien el cometido que el término madrina insinuaba, podían ascender, portar arma y charola. El doctor Del Villar concluyó con esa práctica.
Cuando en el año 2000 llegué a la procuraduría, el curso inicial de seis meses se amplió a ocho y después a un año, quienes pasaban todas las materias y exámenes del curso, podían obtener el título de Técnico Universitario en Investigación Policiaca, reconocido por la SEP. Lo que ahora se alcanzó, un reconocimiento de licenciatura es un paso adelante muy importante y alentador.
Para quienes buscan en modelos extranjeros formas y modelos que suplan a los que tenemos, lo que ha hecho la Procuraduría del Distrito Federal, es prueba de que desarrollando nuestras instituciones, no a partir de cero en cada administración, sino agregando, creciendo y mejorando lo anterior, servirá para avanzar sin tener que esperar a que otros nos digan cómo resolver lo que a nosotros nos corresponde.
Durante nueve años no se designó a ningún policía judicial por el capricho de alguna autoridad; a finales de 2006 hubo una excepción que rompió este esquema, cuando se nombró a un grupo de policías y jefes que no pasaron por las aulas del instituto; eso, como es evidente, desalentó a quienes para alcanzar su cargo habían aprobado sus cursos y también a quienes se esforzaban entonces estudiando. Afortunadamente, actualmente se retomó el principio que Del Villar estableció y ahora, quienes pretendan ser policías investigadores, tendrán que estudiar, capacitarse y aprobar los exámenes.
Debemos destacar lo positivo que se está haciendo la procuraduría en materia de justicia, en lugar de exagerar y remarcar los errores y las corruptelas, que sin duda las hay, pero que no se corrigen con el escándalo y la exageración.