Espectáculos
Ver día anteriorJueves 24 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Víctor González Luna Orendáin, amigo íntimo de la diva, fue entrevistado por Zabludovsky

Elizabeth era una mujer extraordinaria en todos los sentidos; inteligente y culta
Periódico La Jornada
Jueves 24 de marzo de 2011, p. 5

Jacobo Zabludovsky entrevistó ayer al licenciado Víctor González Luna Orendáin, notario número 31 de Guadalajara, en su programa De una a tres, de Grupo Radio Centro. Es el más íntimo amigo mexicano de Elizabeth Taylor, dijo.

A continuación se reproduce la entrevista íntegra:

–¿Cómo estás, Víctor?

–Muy bien Jacobo, ¿y tú?

–Con pena.

–También, ya te imaginarás como me siento.

–¿Cómo te sientes?

–Tengo principio de neumonía. Estoy en la casa y no fui a la notaria, pues el golpe de la noticia de hoy en la mañana me ha dejado peor, (por lo) que no es un momento muy conveniente para contestar preguntas, pero tratamos de decir con mucho gusto y encantado.

–¿Cómo conociste a Elizabeth Taylor?

–La conocí en una ceremonia que le llaman memorial, para un amigo estadunidense mutuo que vivía en Puerto Vallarta. Me invitaron a ese memorial, ceremonia que hacen para recordar a las personas fallecidas, dentro de los 30 días siguientes de su muerte. Fue en Beverly Hills y ahí tuve la oportunidad de conocerla; me la presentó la esposa de este señor que murió, quien era el cónsul de Estados Unidos en Puerto Vallarta. En ese entonces yo tenía muchos negocios en ese sitio, pero fue una reunión o más bien una presentación muy rápida, porque ella salió y se fue, no se quedó en la cena; después los dueños de la casa intervinieron para que yo tuviera una plática con ella. Nos reunimos a cenar y a los pocos días vino a Guadalajara, donde se pasó casi una semana. Fue una historia muy bonita; hicimos un crucero por China, estuve muchas veces en Suiza, viajamos varias veces a Europa, a Puerto Vallarta. De modo que tuve la oportunidad de tratar a esa gran mujer.

Disfrutamos mucho

–¿En qué año fue esto que conociste a Liz Taylor y cuánto duró tu relación?

–Esto fue de 1984 a 1986. Cuando yo la conocí estaba todavía casada con John Warner, quien más bien se valió mucho de la presencia de Elizabeth en sus campañas para ganar la elección. Desde Guadalajara lo llamó para decirle de nuestro encuentro y que teníamos planes matrimoniales. Le habló por teléfono, arreglaron el divorcio y se divorciaron en unos cuantos días. Ya después fue cuando hicimos todos esos viajes que disfrutamos mucho y nos entendimos muy bien; pero, Jacobo, los mundos en que nos desenvolvíamos eran muy distintos, que por más esfuerzos que se hicieran uno no puede adaptarse a esa forma de vida, y entendiendo bien las razones el compromiso de matrimonio se rompió. Pero yo seguí siendo amigo de ella. Hace 15 días tuve oportunidad de hablar con ella.

–Durante esos años, tú eras soltero, Víctor.

–Sí, estaba divorciado ya.

–¿Se comprometieron para casarse?

–Sí, en un principio ella quería que fuera en la Basílica de Zapopan; después hicimos un viaje a Israel y quería que nos casáramos en Masada, pero un accidente de automóvil frustró ese matrimonio. El general Ariel Sharon nos había invitado a su rancho y camino al rancho chocó el automóvil en el que íbamos. Ella resultó más lesionada que yo. Estuvo unos días en el hospital. Era la fecha en que teníamos planeado el matrimonio; se pasó el tiempo y no nos casamos.

–En esta época, ¿trataste íntimamente a Elizabeth?

–Sí, convivimos mucho. Yo seguí todo el recorrido de la obra de teatro, que se llamaba Private Lives, en muchas ciudades de Estados Unidos, durante dos meses. Casi me la sé de memoria. Adonde quiera que llegábamos tenía que hacer ensayos, y la obra duraba tres o cuatro semanas. Yo siempre estaba presente en las representaciones. Fíjate qué curioso, teníamos una amistad muy íntima como pareja con Richard Burton, quien acababa de conocer a la muchacha con la que se casó: Sally Hay, quien era la guionista en una película que acababa de terminar. Los cuatro salíamos muy seguido, llevábamos muy buena amistad. Él siempre se quejaba mucho de las dificultades que había tenido en su vida, (de) su niña, que estaba paralítica, de que no podía decidir si ir a un lado o a otro, de que no podía tener tranquilidad. Estuvimos varias veces en Suiza. Es una vida muy agitada, Jacobo, que tú participas mucho de la misma, pero para mí es muy pesado.

Foto
Placa promocional de cuando hizo la obra de Broadway, Private Lives, en los inicios de la década de los 80Foto Ap

–Víctor González Luna Orendáin, abogado de Guadalajara, estoy consciente de que los caballeros no tenemos memoria, pero tú hiciste vida conyugal con Elizabeth Taylor. ¿Cómo era en la intimidad?

–Era una mujer extraordinaria en todos sentidos, en el del humor, que era extraordinario, tenía una inteligencia increíble, una mujer culta, leía mucho; uno de sus lemas era nunca decir una mentira. Y tenía un equilibrio increíble, a pesar de todo, de cómo la juzgaba la gente por la forma en que ella se desenvolvió con tantos matrimonios y tantas dificultades, que rompió matrimonios, etcétera. Pero era su forma de ser. Cuando andaba con alguien ella siempre pedía que hubiera por lo menos un compromiso y eso me sucedió a mí dos veces, el darme cuenta de que el compromiso quería que se reafirmará, pero a final de cuentas no resultó el matrimonio.

–¿Por qué?

–Te digo, son dos mundos distintos, muy diferentes; yo tenía mi profesión, mi familia, mis hijas, mis amigos; vivía en un ambiente tranquilo aquí en Guadalajara, y eso de estar todo el tiempo moviéndome en medio del teatro y del cine con personas que muchas veces lo único que buscan es recibir favores o ayudas por la buena o por la mala. No es el ambiente en que uno se desenvuelve y ella misma se dio cuenta de eso y me dijo: la razón porque no podemos hacerla, desgraciadamente, es porque yo soy una celebridad, y es cierto: era una celebridad y nunca se iba a poder quitar esa etiqueta.

–En aquella época, como notario y como abogado en Guadalajara, eras muy próspero. ¿Tú pagabas los gastos?

–Claro que pagaba mis gastos.

–¿Los de ella?

–No, los de ella no. Se tuvo un arreglo en un plan muy conciliador de que los gastos de los viajes era exclusivamente por mi cuenta. Era una cosa muy chistosa, todo muy bien muy precisado, pero lo mío yo lo pagaba: claro, cuando llegaba a su casa yo no pagaba la asistencia ni nada, pero los viajes, la parte mía, yo lo pagaba.

–¿Recuerdas esa época con nostalgia, con tristeza o con alegría?

–Con mucha alegría.

–¿Por qué no te casaste?

–Porque tenía una razón muy infundada por la cual no se podía formalizar y eternizar esa relación, pero para mí, fue una experiencia muy bonita, muy agradable. Creo que moriré con ella y creo también que fue una cosa que me tocó por mera suerte, porque yo nunca anduve en ese ambiente. No era de conocer artistas, yo llevaba una vida tranquila y aun así disfrute muchísimo.

–¿Le hiciste un regalo especial o ella a ti?

–Sí, para nuestro compromiso matrimonial le regalé un zafíro grande con unos brillantes alrededor que se compró en Cartier, en Nueva York.

–¿Cuánto te costó?

–Eso prefiero no decírtelo, pero fue mucho. Aunque te voy a decir una cosa: el día que se terminó el compromiso, que fue precisamente la muerte de Richard Burton, en Suiza, el motivo, estábamos en una fiesta en San Francisco, California, y me pidió que la acompañara a Suiza. Le dije es un error, tú no debes ir porque Richard Burton está casado y creo que no es... y ella dijo: es que yo nada más quiero ir a rezar en su tumba. Le dije yo te acompaño dentro de 15 días, pero se molestó, se quitó el anillo, me lo devolvió en un avión privado y se fue.

–Y ¿te quedaste con el anillo?

–Sí.

–¿Qué hiciste con el anillo?

–Aquí lo tengo, el día que nos veamos la próxima vez te lo enseño.

–¿Vas a ir al funeral?

–No sé. Creo que no, no me gusta la publicidad, Jacobo. Yo no pienso ir al funeral. Estoy en contacto con una de las hijas (con Liza). Me he estado enterando de la salud de Elizabeth por medio de su hija. Ya le puse un correo electrónico diciéndole que participo en la pena de todos, pero al funeral no, porque ahí empiezan las entrevistas y las fotografías. Yo tengo una familia, tengo que respetar los sentimientos de ellos y no me gusta valerme de la publicidad para nada. En tu caso, acepté con mucho gusto por la amistad que tenemos, que fuimos compañeros. Te tengo mucho aprecio, te admiro mucho y me da mucho gusto platicar contigo.