os daños sufridos por la central nuclear en Fukushima, Japón, han puesto a discusión el tema de la seguridad en el empleo de este tipo de energía en todas las naciones del mundo. Un sismo de 9 grados Richter ocurrido el 11 de marzo y el maremoto consecutivo mostraron sin lugar a dudas la vulnerabilidad de las plantas nucleares ante fenómenos naturales.
1. La magnitud del daño. Si bien las condiciones pueden cambiar de un momento a otro y aún no hay espacio para el optimismo, puede decirse que de una evaluación catastrófica surgida en los primeros días se ha pasado a otra moderada. El 16 de marzo la revista Nature publicó en su sección de noticias un artículo de Geoff Brumfiel en el que el autor sugiere que la planta se encuentra completamente fuera de control. Sin embargo, expertos de todo el mundo que siguen de cerca este evento coinciden en que no se ha producido un colapso total en esta central nuclear. Gracias a los esfuerzos del gobierno y los expertos japoneses, así como a una actitud que puede considerarse heroica de los trabajadores que enfrentan el problema directamente en la zona de mayor riesgo (no existe en el mundo un equipo de protección personal que pueda eliminar por completo la exposición a las radiaciones), se ha logrado restablecer la energía de la que dependen los sistemas de enfriamiento y se ha mantenido mediante el bombeo continuo de agua la temperatura de los reactores en valores cercanos a los de seguridad (datos al 20 de marzo).
2. Los efectos globales. Es un hecho que se ha producido una fuga radiactiva, pues las autoridades japonesas han reconocido la presencia de algunos radioisótopos en legumbres, en el agua y la leche en las regiones cercanas a la planta nuclear, así como en el agua en la ciudad de Tokio, aunque los niveles encontrados se encuentran en un rango que está por debajo del que pondría en riesgo la salud humana.
La dispersión de la radiactividad hacia otras regiones del planeta depende de muchos factores, como la magnitud de la fuga, la dirección del viento y la vida media de los elementos radiactivos, entre otros. Se han detectado ya los primeros elementos compatibles con la fuga radiactiva en Fukushima, en regiones tan lejanas de esta planta como Sacramento, California, en Estados Unidos –por su proximidad puede significar su presencia en territorio mexicano–, entre ellos yodo 131, yodo 132, telurio 132 y cesio 137. Las cantidades encontradas de estos radioisótopos son extraordinariamente bajas y no representan por ahora ningún peligro para la salud de la población.
3. La respuesta mundial. En la Unión Europea se manifiestan dos posturas que ilustran la diversidad de las reacciones ante el percance en la planta japonesa. Alemania, que cuenta con 17 reactores, ha tomado la decisión temporal de apagar los siete más viejos en espera de los resultados de pruebas de seguridad, y ha decretado una moratoria de tres meses a sus planes de extender la vida de sus plantas nucleares. Por su parte, Francia, que tiene el mayor número de reactores en operación (en total 58 y dos más en sus planes), ha previsto revisiones de seguridad, pero no ha considerado retrasar sus programas de expansión.
Resulta interesante la postura adoptada por algunas naciones emergentes, en la que se expresan también las dos posturas señaladas. China anunció la suspensión temporal en la construcción de 26 reactores que se encuentra en marcha, en espera de los resultados de las pruebas de seguridad que realiza en los 13 reactores que actualmente se encuentran en funcionamiento, mientras India, que cuenta con 20 reactores, parece no inmutarse, pues continuará con su ambicioso programa nuclear, que busca añadir 23 más (los datos provienen de la sección de noticias de Nature del 21 de marzo).
4. México. La política nuclear de la nación es un desastre. No digo esto con intención autodenigrante, sino porque la expresión describe objetivamente lo que ocurre en nuestro país. México, que sólo cuenta con una planta nuclear, impuso desde hace varias décadas una moratoria inconsciente a cualquier plan que tuviera que ver con el desarrollo de esta fuente de energía. Hace poco leí que la Comisión Federal de Electricidad tiene entre sus proyectos la construcción de cuatro reactores más, algo que es un sueño, considerando que el actual gobierno es incapaz de comenzar siquiera la construcción de una refinería como la proyectada en Tula, Hidalgo.
Con excepción de la que se realiza en algunas universidades, como la Universidad Nacional Autónoma de México, la investigación científica en el área de la energía nuclear se encuentra desde hace varios años en el abandono. Esto se demuestra, sin lugar a duda, con la permanente reducción presupuestaria a la que se ha sometido al Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares. Esta dependencia debería situarse al frente de la realización de las pruebas de seguridad a la planta de Laguna Verde y evaluar su viabilidad, algo que es urgente después de lo ocurrido en Fukushima.
No basta con limpiar los pasillos y edificios de la central de Veracruz para que la visiten políticos que no saben nada. La radiactividad y los riesgos asociados a ella no desaparecen barriéndolos debajo de una alfombra.