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La sentencia Rocío García Hace apenas unas lunas que andaba, entre ríos y montañas, socorriendo los males cotidianos de aquellos pueblos donde no hay maestro, ni médico, ni cura tan siquiera. Lo buscaban porque sólo él era capaz de juntar a la gente y el material y distribuir el trabajo para hacer en tres horas el puente del Río Claro, que hubiese podido costar tres días sin su labor. Lo buscaban porque era capaz de neutralizar una tragedia entre familias, como el día que Macario y Maclovio estuvieron a punto de agarrarse a machetazos porque el primero encontró al segundo encaramado en su mujer, como él mismo decía… y sólo él fue capaz de recuperar la honra de la dama involucrada y volver las relaciones familiares y los lazos comunitarios a su cauce. Lo buscaban porque, según decían, se enfrentó a la mismita muerte el día que con sus manos improvisó una camilla y se llevó en la espalda a la Chabela, la hija de doña Tona, con una hemorragia que la comadrona no pudo contener. Por eso lo buscaron el día que vinieron aquellos ingenieros de la capital, a decir que ahí merito, donde estaban los ranchos, era un área protegida y que la ley decía que ellos eran usurpadores y que reñían con la ley viviendo ahí. Lo fueron a buscar para consultarle. –Pero, ¿cómo? –preguntaba el Macario–, si allí nos dio permiso el Tzuultaq´a, cuando veníamos huyendo del ejército, si aquí tengo mi milpa. –¿Cómo? Si ahí nacieron nuestros hijos –decían el Maclovio y la Esperanza. –¿Cómo? Si ahí enterré a mi madre –decía doña Tona, la mamá de la Chabela. –Si allí fue donde hicimos el puente que ahora dicen que va servir para el turismo. El tramo que uno hace en tres horas a buen paso, en tres cuartos de hora lo hizo él para ir al pueblo a averiguar si era cierto y dejó muy clarito a la autoridad que la gente no tenía a donde irse, y no tenía por qué irse. Sábado en la noche era cuando llegaron la policía y el ejército a sacar a la gente de sus casas. Quién sabe en qué momento se volteó la tortilla y la gente, defendiendo a sus hijos, sus cosechas, sus animales, sus casitas, agarró a unos cuántos policías y amenazó con quemarlos. A Felipe, el patojo que más rápido corría, lo mandó un anciano hasta la otra comunidad a buscar al que siempre ayudaba, a rogarle que viniera sin tardar a ver lo que pasaba. Apenas se calzó las botas de hule y salió corriendo. Menos mal que llegó, si no segurito que queman a los policías. Pocos días habían pasado del incidente cuando el amigo decidió ir a hacer unos mandados a la capital… Ni de la cabecera había salido la camioneta, cuando subieron los soldados a bajarlo y se lo llevaron… Registraron su mochila… ¡Nada!, apenas un suéter, la Biblia y un libro de Engels… ese libro… motivo suficiente para despertar las suspicacias conservadoras, suficiente para que hasta el presidente de la República le dijera terrorista... ¡Usurpador!, dijeron los finqueros; ¡Depredador!, dijeron los ambientalistas… Manipulador, comunista, guerrillero, hasta borracho y mujeriego, le dijeron en la prensa. ¡Que se aplique el Estado de derecho!, pedían todos … Un año pasó en el bote hasta que pesó más el miedo a la bulla del populacho y se vieron obligados a entablar el juicio. De usurpación, detención ilegal y robo al Estado se le acusó. Una semana tardó el juicio, en el juzgado departamental… y allá llegaban cientos de gentes diferentes cada día, para acercarle café caliente, tamales fríos, dibujos coloridos de las niñas y los niños, tortillas hechas por las mejores manos, rosarios conjurados con la esperanza de las abuelas, el abrazo y la risa de los amigos.
Los testigos dijeron que él llegó cuando el relajo ya había estallado, y que le llamaron para ver si él podía mediar entre partes, que la medición del terreno era imprecisa y que no podían llamarle usurpadora a la gente que vivía en el sitio… y menos a él que hasta era de otro municipio… Cuando le tocó declarar, se dirigió primero a la audiencia y después al tribunal que lo juzgaba, invocó la fuerza y la verdad de sus antepasados y luego procedió a pedir que no encarnaran en su persona los males que a esta sociedad le ha llevado más de cinco siglos enredar. Absortos audiencia y tribunal se fija la sentencia para el día siguiente. Al llegar el nuevo sol, miles de gentes en la calle, proclamaban su nombre y exigían su libertad, esperando en las calles aledañas, las gradas, los pasillos y la sala del juzgado…Treinta páginas leyó juez inexpresivo hasta que por fin sentenció: –Ciertamente no se le puede culpar de usurpación, porque usted no vive ahí donde fue la molotera; no se le puede culpar de retención ilegal, porque los policías ya estaban retenidos cuando usted llegó a ver lo que pasaba; no se le puede culpar de robo, porque no hay bienes desaparecidos. ¡Pero este tribunal le encuentra a usted culpable!, ¡culpable de usurpar Historia oficial con la memoria colectiva! ¡Culpable de retener ilegalmente las enseñanzas de sus antepasados!, y sobre todo, ¡culpable de robarle al capital la posibilidad de expandirse por este territorio! ¡OCHO AÑOS DE PRISIÓN PARA USTED, RAMIRO CHOC!* * Ramiro Choc: preso político del Estado de Guatemala desde el 14 de febrero de 2008.
Guatemala
Las cadenas productivas agrícolas en el Quiché Jochen Dürr El departamento de El Quiché, que se encuentra situado en la región noroccidental de Guatemala, por su clima, tipos de suelo y la topografía del terreno, tiene una gran diversidad de cultivos tales como maíz, frijol, tomate, cebolla, manzana, aguacate, durazno, cardamomo y productos no-tradicionales de exportación, sembrados principalmente por pequeños productores. Estos productos no solamente dan el sustento para la mayoría de la población campesina e indígena que los cultiva, sino también son la base de las llamadas cadenas productivas que incluyen a varios sectores importantes dentro de la intermediación, y sus vínculos entre lo rural y lo urbano, así como entre lo territorial y lo nacional.
Estas cadenas forman la base de las economías territoriales y, por ende, deben ser el punto de partida para esbozar estrategias de desarrollo desde los territorios. En un estudio realizado por el autor sobre cadenas productivas agrícolas llevado a cabo en la región (Cadenas productivas, cuentas sociales de base agraria y el desarrollo económico territorial: el caso de El Quiché. DED/IDEAR/CONGCOOP, Guatemala 2009) se identificaron, entre otros, los siguientes hallazgos: 1. La importancia de la agricultura campesina e indígena tanto para la economía territorial como nacional: Esa agricultura es responsable en los dos territorios en más de 90 por ciento de la producción. Aporta al Producto Interno Bruto nacional 378 millones de quetzales (47 millones de dólares), generando unos 2.5 millones de jornadas de empleo a escala nacional. De hecho, por cada jornal de empleo en la agricultura, se crean de 0.6 a 1.0 jornadas de trabajo indirectas en la intermediación. Además, la agricultura campesina aporta a las exportaciones 137 millones de quetzales (17 millones de dólares), generando divisas para el país.
2. Esa importancia contrasta con la falta de políticas públicas para resolver los principales problemas mencionados por las y los campesinos, especialmente: la falta de asistencia técnica, las plagas, la falta de capital, los altos costos de los insumos, las condiciones climáticas adversas y los bajos precios de algunos productos agrícolas. Estos problemas están vinculados, porque sin asistencia técnica y capital es difícil, por ejemplo, combatir plagas más eficientemente, aumentar y diversificar la producción, invertir en sistemas más aptos a las condiciones climáticas, disminuir la dependencia de insumos químicos, mejorar la calidad y los precios de los productos, encontrar nuevos mercados, etcétera. Dicho de forma positiva, con asistencia técnica pertinente y capital/tecnologías apropiadas, es posible transformar estos cuellos de botella en un círculo virtuoso, desarrollando sistemas de producción más sostenibles, social, ecológica y económicamente. 3. El alza de los precios en los dos años recientes; en teoría, podría ser beneficioso para los productores, porque el aumento en los precios del maíz actualmente sobrecompensa el aumento en los costos de los insumos. Sin embargo, la mayoría de los campesinos tiene pocos excedentes para vender, y en general la escasa tierra en la que se ven obligados a producir, resulta en la paradoja de que las familias tienen que comprar en el mercado más maíz del que venden. Es decir, como la mayoría de las familias campesinas del departamento son consumidores netos de maíz, los altos precios del mismo ponen en peligro su seguridad alimentaria familiar.
4. La participación de las mujeres en las cadenas productivas, suele ser subestimada: Entre 15 y 20 por ciento del trabajo en el campo se lleva a cabo por mujeres. También, en la cadena de intermediación, son importantes en ciertos sectores como tortillerías, molinos de nixtamal y venta en las plazas, a pesar de manejar utilidades muy modestas. Además, el trabajo no remunerado de las mujeres de hacer tortillas en casa es muy importante en la cadena del maíz. Si esas tortillas fueran hechas en tortillerías generarían un valor equivalente de 54 millones de quetzales (6.75 millones de dólares) y 5.5 millones de jornadas de trabajo. Eso significa, que esta labor genera más valor que la producción de maíz (35 millones de quetzales, o 4.37 millones de dólares) y más del doble del empleo que se aplica en la milpa (dos millones de jornales). 5. Los sistemas de producción, principalmente el sistema asociado de maíz y frijol, como base de la agricultura de subsistencia en los territorios estudiados, tienen utilidades muy bajas o incluso negativas, principalmente por los bajos rendimientos y el alto costo de los insumos químicos. Sin embargo, en los territorios existen productos con alto valor económico para complementar una cosecha anual de granos, con otra producción.
Concluyendo, las cadenas productivas agrícolas son uno de los fundamentos más importantes para un desarrollo económico-social de los territorios estudiados, pero tienen su base en los suelos. El agotamiento de los suelos pone en peligro la sustentabilidad de los sistemas de cultivo actuales de la agricultura campesina, muchas veces concentrados en el uso de insumos externos. Por lo tanto, consideramos urgente y necesaria una auténtica “revolución agro-ecológica“, que promueva la fertilidad de los suelos y que fomente la sustentabilidad económica y ecológica de los sistemas de producción. Algo que requiere una visión más amplia e integrada de las y los agricultores y de las instituciones que apoyan a la agricultura. Aspectos éstos recogidos tanto en la sancionada más no viabilizada Política Nacional de Desarrollo Rural Integral, como en la propuesta de Ley de Desarrollo Rural Integral consensuada entre gobierno y organizaciones sociales de Guatemala. Investigador, Cooperación Alemana, GIZ [email protected] |