19 de marzo de 2011     Número 42

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El mercado no aplica en el campo:
cinco años de “libre comercio” con EU


ILUSTRACIÓN: “Atlántico Septentrional” (fragmento) del Atlas. 1587.
Joan Martínez / Hernán García Crespo

Juan Pablo Ozaeta

Doce años después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Centroamérica y República Dominicana pusieron en marcha un acuerdo similar con Estados Unidos: el llamado TLC RD-CAUSA, que entró en vigor en 2006 en la mayoría de países del Istmo. La excepción fue Costa Rica, donde inició en 2009.

Similar a lo ocurrido en México, este acuerdo generó muchas contradicciones entre distintos sectores en Centroamérica. En materia agrícola, los sectores privados y gubernamentales vendían la idea de que se abrirían posibilidades para pequeños productores de exportar algunos vegetales y frutas. También se prometían beneficios al consumidor, debido al ingreso de más mercancías de Estados Unidos.

Detrás de esas promesas, el sector privado centroamericano tenía otros intereses guardados. El sector agro exportador buscaba con el acuerdo elevar sus exportaciones a Estados Unidos, y empresarios de la industria de alimentos, como los de la rama avícola, apostaban al abaratamiento de la importación de granos básicos: en Guatemala un poderoso oligopolio avícola logró privilegios para la importación de maíz sin pago de aranceles, ventaja que actualmente no es trasladada al consumidor.

Con la firma de este Tratado, Estados Unidos afianzó su política económica hacia América Latina, manifiesta en el llamado Consenso de Washington. Esta propuesta propugnaba por la eliminación del control del Estado en los mercados financieros, productivos y laborales. Con esto, se pretendía que la empresa privada y la fuerza de trabajo “libre” fuera la que determinara la ruta del desarrollo económico.

Contrario a acuerdos anteriores, como el de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en que se establece la reducción gradual de los aranceles, en las negociaciones del TLC RD-CAUSA se eliminó inmediatamente un 50 por ciento de las fracciones arancelarias. De esta forma, se dejaron de considerar las asimetrías de los países firmantes.

En las negociaciones, mientras que la mayoría de países centroamericanos escogieron uno de los granos básicos fundamentales para su alimentación y su economía para establecer protecciones, Estados Unidos eligió el azúcar, y junto a éste añadió productos sustitutivos de azúcar y con alto contenido del edulcorante.

De manera que mientras un país como Guatemala pudo proteger el maíz blanco, que es una sola línea arancelaria, Estados Unidos protege 47 fracciones arancelarias. Además de esta gran concesión, tampoco se abordó la eliminación de subsidios, práctica aplicada por Estados Unidos a su producción agrícola.

Casi cinco años después se empieza a evidenciar que las promesas eran falsas, y que el modelo de desarrollo económico que se planteó desde Estados Unidos para la región es inadecuado.

En Centroamérica, con excepción de Costa Rica, granos básicos como el maíz y el frijol son los cultivos que más empleo generan. Por otra parte, productos de exportación como el café, banano y caña de azúcar son los que más valor aportan pero no generan el mismo nivel de empleo en comparación con los granos básicos.

La liberalización comercial ha estimulado el crecimiento de las importaciones de granos básicos subsidiados. Esto ha provocado el aumento de la dependencia alimentaria en la región y ha afectado la rentabilidad de la producción campesina de granos.

Los monocultivos de café, banano, caña y palma africana, entre otros productos, han elevado el costo de arrendamiento de la tierra, y desplazan al campesinado que siembra granos básicos.

La concentración de la tierra para la agroexportación afecta a naciones como Nicaragua, Guatemala y El Salvador, en donde existe una producción elevada de caña de azúcar, y en Costa Rica sucede igual con la piña. Además hay un impacto ambiental por el uso de agroquímicos.

Respecto de las exportaciones de vegetales, que se suponía serían la oportunidad para la población campesina, en países como Guatemala no se observa un crecimiento elevado del comercio de estos productos. La actual dinámica de producción y venta en este rubro no es favorable para el pequeño productor, pues son los intermediarios quienes se apropian del valor de la producción.

En conclusión, la desigualdad en el acceso a medios de producción permite sólo a grandes empresas participar del comercio exterior, y les afecta a quienes no tienen esos medios, principalmente en su producción alimentaria. No existe para las comunidades rurales centroamericanas un modelo de libre mercado, y se hace indispensable la participación del Estado para que provea medios de producción para el campesinado y les ayude a producir de una forma eficiente y sostenible, además de garantizar canales de comercialización justos.

Nicaragua

Esfuerzos frustrados en la búsqueda
de un acuerdo justo con Europa

  • La lógica de libre mercado, depredadora e injerencista, se impone: Bernardo González

ILUSTRACIÓN: Federico de Witt. Atlas. Amsterdam, Calvestraet bij den Daminde Witte PASKAERT, 1670

Lourdes Edith Rudiño

La experiencia de negociación del Acuerdo de Asociación Centroamérica-Unión Europea (UE), concluida en mayo de 2010, dejó un sabor amargo en el gobierno de Nicaragua. Las deliberaciones de este acuerdo, que iniciaron en 2005 –cuando todavía el presidente nicaragüense era Enrique Bolaños, del derechista Partido Liberal Constitucionalista (PLC)- fueron marcadas por la búsqueda tenaz del gobierno de Daniel Ortega, a partir de 2007, de imprimirle un contenido de cooperación, de complementariedad y de integración real de las dos regiones participantes. Pero el resultado fue frustrante.

En entrevista, Bernardo González, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y quien participara dentro del gobierno de Daniel Ortega en las negociaciones con Europa, afirma: “el saldo finalmente fue que se impuso la lógica del libre mercado, depredadora, excluyente, injerencista y punitiva”.

Su relato es éste: cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ganó la Presidencia nicaragüense, Ortega aceptó asumir las negociaciones de tal acuerdo pero lo hizo bajo protesta y puso como referencia otras formas de integración que se estaban estableciendo, como la Alianza Bolivariana para las Américas (Alba), la cual no es un acuerdo de libre comercio, sino de complementariedad y su espíritu es ese, además de implicar cooperación y comercio justo.

Nicaragua, agregó, mantuvo siempre una posición crítica e incluso discrepante con la UE y con los demás países de América Central, pero se mantuvo dentro de las negociaciones del acuerdo de asociación porque quería fortalecer la integración como región de Centroamerica, proceso éste que suma ya muchos años.

Además en ese entonces, 2007, había buenas posibilidades de que la posición de Ortega ante el acuerdo se robusteciera: Álvaro Colom, con una bandera social-demócrata, estaba llegando a la Presidencia de Guatemala; Manuel Zelaya, el entonces presidente de Honduras, mostraba una apertura muy grande a la integración centroamericana, simpatizaba con la Alba y era un aliado estratégico de Ortega en la visión de la integración plena; se perfilaba entonces un viraje de derecha a izquierda en el gobierno de El Salvador, que estaba por realizar elecciones, y por último la llegada de Barak Obama a la Presidencia de Estados Unidos generaba la expectativa de que este país modificara su conducta para con América Central, a la cual tradicionalmente ha considerado su patio trasero y su zona de influencia absoluta.

Nicaragua hizo énfasis en que el acuerdo Centroamérica-UE se estaba dando desde arriba y desde afuera –esto es por el interés de las cúpulas y con presiones externas– cuando debería ser desde adentro y desde abajo, ”para beneficiar a las personas antes que al negocio”, comenta el entrevistado y precisa que quienes llevaban la batuta en las negociaciones eran Costa Rica y El Salvador, con la consigna de que no debería ponerse ninguna barrera al acuerdo para aprovechar lo que consideraban era una gran oportunidad de alianza con los 27 miembros de la UE.

El gobierno de Daniel Ortega se mantuvo suspicaz, pues la integración centroamericana, “que es un anhelo legítimo, en realidad se ha venido dando desde los capitales locales y su relación con las trasnacionales, cuyo propósito es aprovechar la riqueza natural de Centroamérica, explotar la mano de obra barata y realizar inversiones en las condiciones más favorables, en la lógica tradicional de los países más fuertes”. La pregunta que se hacía Nicaragua es para qué entrar en dinámicas de integración de este tipo y con un acuerdo con la UE que fortalecía esa visión, si eso es lo que tiene sumido al país en la pobreza y lo que ha provocado la necesidad de mucha gente de emigrar. Aunque dentro del país los capitales nacionales sí le apostaban al acuerdo con Europa con la bandera de fortalecer las exportaciones.

Bernardo González comenta que para Daniel Ortega el riesgo del acuerdo es que abriría caminos a los capitales europeos en Centroamérica, con los recursos naturales como principal objetivo, mientras que todos los países de esta región continuarían sus exportaciones tradicionales, que son de materias primas, como banano, café, azúcar y últimamente agrocombustibles. “Todos los países producen lo mismo; compiten por el mismo mercado y los productos se abaratan”.

En las negociaciones, Nicaragua insistió sin éxito en incorporar cinco preceptos: uno, respeto a la soberanía nacional, al orden constitucional y a la idiosincrasia de cada país. Esto, a contracorriente con los planteamientos de Europa, “la cual insiste en ser la creadora de la democracia y desde hace muchos siglos tiene pretensiones civilizatorias”.

Al respecto, subraya que la mayoría de organizaciones no gubernamentales de Nicaragua tienen financiamiento europeo y eso ha propiciado una discusión interna polarizada, pues a la UE no le agradó que el FSLN ganara la Presidencia y ha condicionado ayudas y cooperación. Eso es ejemplo de injerencia e irrespeto a la soberanía nacional.

El segundo de los cinco preceptos mencionados era respeto a los recursos naturales, a los territorios rurales y a la población que vive allí, pues preocupa que a los capitales europeos les interesan las costas, el agua, la selva, los bosques y los minerales centroamericanos. El tercero se refería a la creación de un mecanismo de compensación financiero: un fondo de inversiones, por 60 mil millones de euros, con 90 por ciento de aportaciones de la UE, para construir infraestructura y elevar la capacidad productiva de Centroamérica, que tiene grandes rezagos en caminos, puertos, aeropuertos y aduanas.

El cuarto era la integración plena de las dos regiones negociadoras, a fin de que el acuerdo sirviera para mejorar las condiciones de la población y fortalecer las capacidades de los Estados, las cuales se han debilitado en los años recientes por las políticas neoliberales. Y el quinto era el reconocimiento, dentro de las negociaciones del acuerdo, de la gravedad de la crisis económica global surgida en 2008. “Ninguno de estos preceptos fue aceptado”.

El panorama para Nicaragua empeoró porque las expectativas que tenía no se cumplieron: Obama no ha mejorado su relación con los latinoamericanos; en El Salvador, si bien ganó las elecciones el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), no ha habido viraje a posiciones progresistas, ya no digamos de izquierda, y Colom tampoco ha cambiado nada en su Guatemala. Además, en Honduras el presidente Zelaya fue depuesto por un golpe militar.

“Llegó un momento (en 2008) en que Nicaragua se levantó de la negociación y se suspendió ésta, pues había el acuerdo que todos los países (delas regiones involucradas) debían participar y si uno se levantaba, se rompería el proceso”. Pero hubo presiones a Nicaragua, por medio de Obama, para que regresara al diálogo, y hubo muchas presiones de Europa. Retornó a la mesa Nicaragua,

“Pero vino después el golpe militar en Honduras. Y Nicaragua tuvo entonces que tomar una decisión: o se levantaba de la negociación o acababa aceptando la participación de Honduras. Su decisión fue intermedia: no reconoció ni reconoce a Porfirio Lobo como presidente hondureño, pero sí aceptó que continuara la negociación comercial. La delegación política (la cancillería nicaragüense) se retiró de la negociación y sólo continuó la parte comercial. Y ésta fue la que cerró el acuerdo, que se firmó en mayo en Madrid, en la Cumbre Iberoamericana”

Según Bernardo González, es muy pronto para hacer evaluaciones del acuerdo en cuestión: se ha logrado cierta apertura del mercado europeo, que da beneficio a quienes exportan, pero éstos “no derraman”: no tienen ningún compromiso para que compartan su bonanza ni siquiera con sus trabajadores con las regiones donde se ubican.

“El saldo es que finalmente se impuso la lógica del libre mercado. Eso nos habla de la fortaleza que tienen las economías potentes, cuyos gobiernos están aliados con las trasnacionales que alientan el modelo del libre comercio”. Y en el momento actual los países europeos (Italia, Francia, Bélgica, Holanda, entre otros) se están corriendo a la derecha y apoyan los intereses trasnacionales, los cuales paradójicamente se fortalecieron con la crisis económica global.