El mercado no aplica en el campo:
cinco años de “libre comercio” con EU
ILUSTRACIÓN: “Atlántico Septentrional” (fragmento) del Atlas. 1587.
Joan Martínez / Hernán García Crespo |
Juan Pablo Ozaeta
Doce años después
del Tratado
de Libre
Comercio de
América del Norte (TLCAN), Centroamérica
y República Dominicana pusieron en
marcha un acuerdo similar con Estados Unidos:
el llamado TLC RD-CAUSA, que entró
en vigor en 2006 en la mayoría de países del
Istmo. La excepción fue Costa Rica, donde
inició en 2009.
Similar a lo ocurrido en México, este
acuerdo generó muchas contradicciones entre distintos sectores en Centroamérica.
En materia agrícola, los sectores privados y
gubernamentales vendían la idea de que se
abrirían posibilidades para pequeños productores
de exportar algunos vegetales y
frutas. También se prometían beneficios al
consumidor, debido al ingreso de más mercancías
de Estados Unidos.
Detrás de esas promesas, el sector privado centroamericano
tenía otros intereses guardados.
El sector agro exportador buscaba con el acuerdo
elevar sus exportaciones a Estados Unidos, y
empresarios de la industria de alimentos, como
los de la rama avícola, apostaban al abaratamiento
de la importación de granos básicos:
en Guatemala un poderoso oligopolio avícola
logró privilegios para la importación de maíz
sin pago de aranceles, ventaja que actualmente
no es trasladada al consumidor.
Con la firma de este Tratado, Estados Unidos
afianzó su política económica hacia
América Latina, manifiesta en el llamado
Consenso de Washington. Esta propuesta
propugnaba por la eliminación del control
del Estado en los mercados financieros, productivos
y laborales. Con esto, se pretendía
que la empresa privada y la fuerza de trabajo
“libre” fuera la que determinara la ruta del
desarrollo económico.
Contrario a acuerdos anteriores, como el
de la Organización Mundial del Comercio
(OMC), en que se establece la reducción
gradual de los aranceles, en las negociaciones
del TLC RD-CAUSA se eliminó inmediatamente
un 50 por ciento de las fracciones
arancelarias. De esta forma, se dejaron
de considerar las asimetrías de los países
firmantes.
En las negociaciones, mientras que la mayoría
de países centroamericanos escogieron
uno de los granos básicos fundamentales
para su alimentación y su economía para establecer
protecciones, Estados Unidos eligió
el azúcar, y junto a éste añadió productos
sustitutivos de azúcar y con alto contenido
del edulcorante.
De manera que mientras un país como Guatemala
pudo proteger el maíz blanco, que es
una sola línea arancelaria, Estados Unidos
protege 47 fracciones arancelarias. Además
de esta gran concesión, tampoco se abordó la
eliminación de subsidios, práctica aplicada
por Estados Unidos a su producción agrícola.
Casi cinco años después se empieza a evidenciar
que las promesas eran falsas, y que
el modelo de desarrollo económico que se
planteó desde Estados Unidos para la región
es inadecuado.
En Centroamérica, con excepción de Costa
Rica, granos básicos como el maíz y el frijol
son los cultivos que más empleo generan.
Por otra parte, productos de exportación
como el café, banano y caña de azúcar son
los que más valor aportan pero no generan el
mismo nivel de empleo en comparación con
los granos básicos.
La liberalización comercial ha estimulado el
crecimiento de las importaciones de granos
básicos subsidiados. Esto ha provocado el
aumento de la dependencia alimentaria en
la región y ha afectado la rentabilidad de la
producción campesina de granos.
Los monocultivos de café, banano, caña y
palma africana, entre otros productos, han
elevado el costo de arrendamiento de la tierra,
y desplazan al campesinado que siembra
granos básicos.
La concentración de la tierra para la agroexportación
afecta a naciones como Nicaragua,
Guatemala y El Salvador, en donde
existe una producción elevada de caña de
azúcar, y en Costa Rica sucede igual con la
piña. Además hay un impacto ambiental por
el uso de agroquímicos.
Respecto de las exportaciones de vegetales,
que se suponía serían la oportunidad para la
población campesina, en países como Guatemala
no se observa un crecimiento elevado
del comercio de estos productos. La actual
dinámica de producción y venta en este rubro
no es favorable para el pequeño productor,
pues son los intermediarios quienes se
apropian del valor de la producción.
En conclusión, la desigualdad en el acceso
a medios de producción permite sólo a
grandes empresas participar del comercio
exterior, y les afecta a quienes no tienen esos
medios, principalmente en su producción
alimentaria. No existe para las comunidades
rurales centroamericanas un modelo de libre
mercado, y se hace indispensable la participación
del Estado para que provea medios de
producción para el campesinado y les ayude
a producir de una forma eficiente y sostenible,
además de garantizar canales de comercialización
justos.
Nicaragua
Esfuerzos frustrados en la búsqueda
de un acuerdo justo con Europa
- La lógica de libre mercado, depredadora e injerencista, se impone: Bernardo González
ILUSTRACIÓN: Federico de Witt. Atlas. Amsterdam, Calvestraet bij den Daminde Witte PASKAERT, 1670 |
Lourdes Edith Rudiño
La experiencia
de negociación
del Acuerdo
de Asociación
Centroamérica-Unión Europea (UE), concluida
en mayo de 2010, dejó un sabor amargo
en el gobierno de Nicaragua. Las deliberaciones
de este acuerdo, que iniciaron en
2005 –cuando todavía el presidente nicaragüense
era Enrique Bolaños, del derechista
Partido Liberal Constitucionalista (PLC)-
fueron marcadas por la búsqueda tenaz del
gobierno de Daniel Ortega, a partir de 2007,
de imprimirle un contenido de cooperación,
de complementariedad y de integración real
de las dos regiones participantes. Pero el resultado
fue frustrante.
En entrevista, Bernardo González, profesor
de la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM) y quien participara dentro del gobierno
de Daniel Ortega en las negociaciones
con Europa, afirma: “el saldo finalmente
fue que se impuso la lógica del libre mercado,
depredadora, excluyente, injerencista y
punitiva”.
Su relato es éste: cuando el Frente Sandinista
de Liberación Nacional (FSLN) ganó
la Presidencia nicaragüense, Ortega aceptó
asumir las negociaciones de tal acuerdo pero
lo hizo bajo protesta y puso como referencia
otras formas de integración que se estaban
estableciendo, como la Alianza Bolivariana
para las Américas (Alba), la cual no es un
acuerdo de libre comercio, sino de complementariedad
y su espíritu es ese, además de
implicar cooperación y comercio justo.
Nicaragua, agregó, mantuvo siempre una
posición crítica e incluso discrepante con
la UE y con los demás países de América
Central, pero se mantuvo dentro de las negociaciones
del acuerdo de asociación porque
quería fortalecer la integración como región
de Centroamerica, proceso éste que suma ya
muchos años.
Además en ese entonces, 2007, había buenas
posibilidades de que la posición de Ortega
ante el acuerdo se robusteciera: Álvaro Colom,
con una bandera social-demócrata,
estaba llegando a la Presidencia de Guatemala;
Manuel Zelaya, el entonces presidente
de Honduras, mostraba una apertura muy
grande a la integración centroamericana,
simpatizaba con la Alba y era un aliado estratégico
de Ortega en la visión de la integración
plena; se perfilaba entonces un viraje
de derecha a izquierda en el gobierno de El
Salvador, que estaba por realizar elecciones,
y por último la llegada de Barak Obama a
la Presidencia de Estados Unidos generaba
la expectativa de que este país modificara
su conducta para con América Central, a la
cual tradicionalmente ha considerado su patio
trasero y su zona de influencia absoluta.
Nicaragua hizo énfasis en que el acuerdo
Centroamérica-UE se estaba dando desde
arriba y desde afuera –esto es por el interés de
las cúpulas y con presiones externas– cuando
debería ser desde adentro y desde abajo,
”para beneficiar a las personas antes que al
negocio”, comenta el entrevistado y precisa
que quienes llevaban la batuta en las negociaciones
eran Costa Rica y El Salvador, con
la consigna de que no debería ponerse ninguna
barrera al acuerdo para aprovechar lo
que consideraban era una gran oportunidad
de alianza con los 27 miembros de la UE.
El gobierno de Daniel Ortega se mantuvo
suspicaz, pues la integración centroamericana,
“que es un anhelo legítimo, en realidad
se ha venido dando desde los capitales locales
y su relación con las trasnacionales, cuyo
propósito es aprovechar la riqueza natural de
Centroamérica, explotar la mano de obra barata
y realizar inversiones en las condiciones
más favorables, en la lógica tradicional de los
países más fuertes”. La pregunta que se hacía
Nicaragua es para qué entrar en dinámicas
de integración de este tipo y con un acuerdo
con la UE que fortalecía esa visión, si eso es
lo que tiene sumido al país en la pobreza y
lo que ha provocado la necesidad de mucha
gente de emigrar. Aunque dentro del país los
capitales nacionales sí le apostaban al acuerdo
con Europa con la bandera de fortalecer
las exportaciones.
Bernardo González comenta que para Daniel
Ortega el riesgo del acuerdo es que
abriría caminos a los capitales europeos en
Centroamérica, con los recursos naturales
como principal objetivo, mientras que todos
los países de esta región continuarían
sus exportaciones tradicionales, que son de
materias primas, como banano, café, azúcar
y últimamente agrocombustibles. “Todos los
países producen lo mismo; compiten por el
mismo mercado y los productos se abaratan”.
En las negociaciones, Nicaragua insistió
sin éxito en incorporar cinco preceptos: uno, respeto a la soberanía nacional, al orden
constitucional y a la idiosincrasia de cada
país. Esto, a contracorriente con los planteamientos
de Europa, “la cual insiste en ser la
creadora de la democracia y desde hace muchos
siglos tiene pretensiones civilizatorias”.
Al respecto, subraya que la mayoría de organizaciones
no gubernamentales de Nicaragua
tienen financiamiento europeo y eso ha
propiciado una discusión interna polarizada,
pues a la UE no le agradó que el FSLN ganara
la Presidencia y ha condicionado ayudas y
cooperación. Eso es ejemplo de injerencia e
irrespeto a la soberanía nacional.
El segundo de los cinco preceptos mencionados
era respeto a los recursos naturales, a los
territorios rurales y a la población que vive
allí, pues preocupa que a los capitales europeos
les interesan las costas, el agua, la selva,
los bosques y los minerales centroamericanos.
El tercero se refería a la creación de un
mecanismo de compensación financiero: un
fondo de inversiones, por 60 mil millones de
euros, con 90 por ciento de aportaciones de
la UE, para construir infraestructura y elevar
la capacidad productiva de Centroamérica,
que tiene grandes rezagos en caminos, puertos,
aeropuertos y aduanas.
El cuarto era la integración plena de las dos
regiones negociadoras, a fin de que el acuerdo
sirviera para mejorar las condiciones de
la población y fortalecer las capacidades de
los Estados, las cuales se han debilitado en
los años recientes por las políticas neoliberales.
Y el quinto era el reconocimiento, dentro
de las negociaciones del acuerdo, de la gravedad
de la crisis económica global surgida
en 2008. “Ninguno de estos preceptos fue
aceptado”.
El panorama para Nicaragua empeoró porque
las expectativas que tenía no se cumplieron: Obama no ha mejorado su relación
con los latinoamericanos; en El Salvador, si
bien ganó las elecciones el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN),
no ha habido viraje a posiciones progresistas,
ya no digamos de izquierda, y Colom tampoco
ha cambiado nada en su Guatemala.
Además, en Honduras el presidente Zelaya
fue depuesto por un golpe militar.
“Llegó un momento (en 2008) en que Nicaragua
se levantó de la negociación y se
suspendió ésta, pues había el acuerdo que
todos los países (delas regiones involucradas)
debían participar y si uno se levantaba, se
rompería el proceso”. Pero hubo presiones a
Nicaragua, por medio de Obama, para que
regresara al diálogo, y hubo muchas presiones
de Europa. Retornó a la mesa Nicaragua,
“Pero vino después el golpe militar en Honduras.
Y Nicaragua tuvo entonces que tomar
una decisión: o se levantaba de la negociación
o acababa aceptando la participación
de Honduras. Su decisión fue intermedia: no
reconoció ni reconoce a Porfirio Lobo como
presidente hondureño, pero sí aceptó que
continuara la negociación comercial. La delegación
política (la cancillería nicaragüense)
se retiró de la negociación y sólo continuó
la parte comercial. Y ésta fue la que cerró el
acuerdo, que se firmó en mayo en Madrid,
en la Cumbre Iberoamericana”
Según Bernardo González, es muy pronto
para hacer evaluaciones del acuerdo en cuestión:
se ha logrado cierta apertura del mercado
europeo, que da beneficio a quienes exportan,
pero éstos “no derraman”: no tienen
ningún compromiso para que compartan su
bonanza ni siquiera con sus trabajadores con
las regiones donde se ubican.
“El saldo es que finalmente se impuso la lógica
del libre mercado. Eso nos habla de la
fortaleza que tienen las economías potentes,
cuyos gobiernos están aliados con las trasnacionales
que alientan el modelo del libre
comercio”. Y en el momento actual los países
europeos (Italia, Francia, Bélgica, Holanda,
entre otros) se están corriendo a la derecha y
apoyan los intereses trasnacionales, los cuales
paradójicamente se fortalecieron con la
crisis económica global. |
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