|
||||||
Las políticas para el agro: Ricardo Zepeda Los países centroamericanos se caracterizan por ser fundamentalmente agrarios; el peso de las actividades agrícolas en las economías nacionales es definitivo, genera la mitad de la riqueza nacional y una tercera parte de los empleos. Sin embargo, en la actualidad el agro sufre una de las coyunturas más complejas que determinará las posibilidades de desarrollo de la región y de sobrevivencia de sus 40 millones de habitantes. Esta coyuntura adversa se ve condicionada por tendencias derivadas de cambios en los enfoques del sector público agrícola, de las circunstancias desfavorables del cambio climático y del reordenamiento de los mercados internacionales, así como de la suplantación en algunos cultivos que históricamente han sido la principal fuente de alimentos. Impactos sociales que si bien implican retos cruciales para los Estados, aún no generan las respuestas más adecuadas. Centroamérica sufre problemáticas derivadas de las presiones demográficas, como las migraciones; de desastres naturales, como las sequías e inundaciones; de la contracción de los mercados locales; de la disminución de las posibilidades productivas de la tierra, y de la pérdida del empleo y la imposición de nuevas condiciones laborales. La ampliación y generalización de la pobreza, así como la disminución de las posibilidades de consumo de amplios sectores de la población, afectan especialmente a las poblaciones cuyas posibilidades de sobrevivencia se desenvuelven entre la marginalidad y el hambre, especialmente las poblaciones campesinas e indígenas.
Ante la ausencia de acciones coherentes de parte de los Estados, el hambre y la exclusión social vienen a formar parte de la cotidianeidad campesina; escapar de estas situaciones se torna en la única opción de sobrevivencia para miles de familias, dada la presión que sufren en la disputa por el territorio campesino por parte de las trasnacionales agroindustriales. Si bien en los Estados centroamericanos recae la responsabilidad de responder a estas adversidades, evidentemente se constituyen en una amenaza que frena las posibilidades de desarrollo de sus poblaciones. A pesar de frecuentes llamados para impulsar acciones que reduzcan el hambre y la desnutrición, los Estados contradicen mediante sus políticas agrarias principios básicos del derecho a la alimentación. Si bien los países cuentan con instituciones diseñadas para apoyar el desarrollo de la agricultura y de las familias campesinas, la falta de respaldo político se refleja en bajas asignaciones presupuestarias y en la evasiva a abordar las primeras fuentes del hambre: falta de equidad en la tenencia de la tierra y violaciones a los derechos laborales en el campo. Más allá del abandono al agro, lo que prevalece es una tendencia por imponer nuevas relaciones sociales, económicas y políticas, basadas en la explotación de las riquezas naturales. En general, las políticas agrarias se enfocan en acciones de asistencialismo alimentario, permeado de clientelismo político, mientras que los bajos salarios y el encarecimiento de los precios de los alimentos son una constante, lo que genera un ciclo de pobreza que es heredado de generación en generación y que ha llevado a más de tres millones de personas a una situación de hambre en la región. En el marco de un discurso de modernización se plantea la inscripción al modelo de acumulación capitalista, basado en la explotación de los recursos naturales por parte de agroempresas trasnacionales. Agenda para la cual la captura de los Estados por parte de los grupos de poder es un paso básico y ante el cual las poblaciones campesinas y la ciudadanía son un obstáculo. Colectivo de Estudios Rurales Ixim Una mirada al proceso agrario
Malco Arana La cuestión agraria de los países de Centroamérica tiene raíces históricas comunes de opresión. En El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, las comunidades fueron explotadas, masacradas y ladinizadas. Encontramos en el proceso agrario diversos momentos de surgimiento de relaciones sociales campesinas. 1. Las relaciones socio-familiares: al principio se desarrollan del nomadismo al sedentarismo, luego, logran conformar y construir una sociedad agrícola incipiente-aldeana. Los campesinos dominaron la agricultura, por medio de procesos de cultivo, por aislamiento del teocinte, cuya resultante fue el maíz. 2. Campesino tributario: se refiere a la relación de dependencia que se genera respecto a los señoríos o cacicazgos, que se pueden identificar, por ejemplo, en los quiches, kaqchikeles, qeqchíes, achíes y pipiles, para señalar los más importantes. 3. Campesino esclavizado vía el trabajo forzado: producto de la invasión española y del despojo de la tierra por medio del repartimiento, la encomienda, las reducciones y las mercedes de tierras, en el contexto de la composición de tierras durante la dominación colonial. 4. Campesino comunitario: se le expropian las tierras comunales en las que sobrevivía. Producto del despojo, queda relegado a la sobrevivencia en las peores tierras, particularmente en las laderas de las tierras altas y en las tierras bajas en los márgenes de los astilleros. Esto se posibilita gracias a la imposición y la fuerza de la violencia de los liberales, quienes favorecen a los terratenientes emergentes, los que someten al trabajo forzado en las fincas de café a los campesinos, durante la dictadura liberal, amparados por leyes que justifican y legitiman el despojo. 5. Campesino sometido al colonato: en esta etapa, por medio del reglamento de jornaleros, aparece el campesino precarista y aparcero. Campesinos quedaron subordinados e insertos en las unidades productivas de economía de plantación, particularmente la producción del café. 6. El campesinado agrarista: es el que, por medio de diversos procesos de organización, retoma colectivamente la tierra como acción de resistencia. Surge como producto de la Reforma Agraria de 1952, Decreto 900. 7. La fragmentación del campesinado: ésta ocurre a partir de los estatutos agrarios a finales de la década de los 50s, en el periodo contrarrevolucionario y de intervención estadounidense. El campesinado queda subordinado al bloque agrario terrateniente, cuyos mecanismos se logran mantener por medio de la violencia sociopolítica, la explotación y la discriminación capitalista implantada. 8. El campesino desplazado: como resultado del despojo constante que se prolonga en el tiempo, surge en el contexto de la guerra, producto de la represión, el genocidio y las masacres realizadas por los ejércitos gubernamentales centroamericanos. Este proceso inicia a fines de los 60s. El botín más importante de estas guerras en la región lo constituyó, sin duda, la tierra, ya que de nueva cuenta se volvieron a reconcentrar las grandes extensiones, ahora apropiadas por funcionarios de todo tipo, de los gobiernos en turno. Este mismo proceso se prolongó hasta el presente año, cuando estamos asistiendo a una nueva gran reconcentración y acumulación de la tenencia de la tierra, en que la producción varió a los productos agrícolas, como la palma africana, la soya, el maíz y la caña de azúcar, sólo que ahora a escala de producción masiva. Esta producción se destina a la generación de agro-combustibles (el biodiesel, etanol y demás). Productos que eran esencialmente empleados para alimentos se usan ahora también para combustión de automóviles. Estos productos sufren aceleración en su producción, como efecto de la modificación genética, es decir la utilización de transgénicos.
Esbozo sobre la resistencia en territorios mayas Carlos Barrientos Aragón Al rehacer los senderos históricos de la resistencia maya, es necesario iniciar en marzo de 1517 cuando, ante el intento de las tropas españolas de desembarcar en las costas de Yucatán, guerreros mayas lo impiden y nuevamente detienen la incursión castellana en 1518. En marzo de 1519, en Tabasco, se dan combates desde el desembarco de tropas hispanas y se producen más de 70 bajas en los invasores, pese a la desproporción en medios militares. En el caso de los territorios que hoy llamamos Guatemala, la primera resistencia tuvo diversos protagonistas, entre ellos a Tecún Umán (k’iche’), que condujo a las tropas kiche’s en su lucha contra los españoles y cae en combate el 20 de febrero de 1524, y Kají Imox (kakchiquel), que encabezó la resistencia del 28 de agosto de 1524 al 28 de mayo de 1540 cuando es ahorcado. Asimismo, Kaibil Balam (mam) se atrinchera en Zaculeu, Huehuetenango, en 1525 y resiste más de tres meses el cerco de las tropas españolas. Cale-Tohil (uspanteco) rechaza el intento español de tomar Uspantán en El Quiché en septiembre de 1529 y en 1530, y en ese mismo año Copán Calel (chortí) encabeza el estallido de un levantamiento, cuyo centro estaba en Jupilingo con el apoyo de fortalezas auxiliares en Citalá y Cayur, cerca de Esquipulas. En la Península de Yucatán, la guerra de conquista inició en 1527 y, en respuesta, pobladores mayas de la península desarrollaron una lucha de resistencia que se prolongó hasta 1541, cuando los españoles consiguieron dominar la mayor parte del Yucatán, al año siguiente fundan la ciudad de Mérida. A los cinco años, en 1546, se produce una revuelta general. La resistencia maya en la zona continuó hasta fines del siglo XVII. En 1652, una gran sublevación causó la muerte del gobernador de Yucatán. Asimismo, fracasaron numerosos intentos de conquistar Petén, en la actual Guatemala y se mantuvo una región maya independiente en esta zona hasta 1697. La última ciudad maya que cayó en poder de los españoles fue Tayasal, el 13 de marzo de 1697, prácticamente 180 años después que los españoles comenzaron a penetrar en tierras mayas. Nuevos hechos se suscitan en 1701, año en que se dan 31 levantamientos en la zona de Chiapas y Huehuetenango, preludio al levantamiento de los tzeltales de 1712; la región sublevada se extendía al norte y noreste de Ciudad Real, hasta la región alta, montañosa y selvática. Cancuc, Chilón y Yajalón figuran entre las comunidades más activas, además de Ocosingo y Tila. Es hasta 1713 que las tropas federales lograron sofocar el levantamiento. Cuarenta y nueve años después de la rebelión de los tzeltales, en 1761 Jacinto Canek se subleva en Cisteil, Yucatán, y 59 años después, en 1820 se realiza el levantamiento de Atansio Tzul y Lucas Aguilar, en Totonicapán, Guatemala, donde permanecieron insumisos durante un mes, tiempo en el que sustituyeron a las autoridades criollas por autoridades indígenas.
Veintiséis años más tarde, desde 1846, ocurre la llamada Guerra de las Castas en Yucatán; en 1848 erigen nuevas autoridades que controlan todo el territorio con un ejército en armas de miles de combatientes. Los últimos brotes de la Guerra de las Castas llegan hasta 1901, prácticamente 50 años de rebelión. Treinta y cinco años después de la Guerra de las Castas, en 1936, se da un levantamiento en Nebaj, Guatemala; Nuevos levantamientos se registran en Patzicía en 1945, Sansirisay en 1973 e Ixconlaj en 1974, todos en Guatemala y al final de la década de los setenta, en esta nación centroamericana se da un levantamiento generalizado de los pueblos indígenas cuando se incorporan masivamente a la Guerra Popular Revolucionaria en amplias regiones del país. Hace 17 años, en 1994 dio inicio, en tierras mayas de Chiapas, el alzamiento zapatista que planteó nuevos paradigmas de lucha, estremeció a la sociedad mexicana, impactó en los movimientos altermundistas y convocó intergalácticamente a luchar contra el neoliberalismo. La resistencia del pueblo maya ha sido un proceso largo y continuado a lo largo de generaciones; hacer un recuento de la misma no es solamente para tener información. Esta prolongada epopeya significa que durante estos siglos, ninguna de las modalidades que ha desarrollado el sistema dominante ha tomado en cuenta los planteamientos, las necesidades, los pensamientos ni las ideas de los pueblos mayas. Esta afirmación no es por simpatía o deseo, es la expresión de una realidad histórica; el sistema que predomina en los países con población maya se construyó y existe en la actualidad a partir de dos raíces principales: el despojo, sometimiento y la opresión hacia los pueblos originarios, y la generación de riquezas a partir de la explotación de la fuerza de trabajo campesina. Mientras esos fundamentos no se transformen sustancialmente, la resistencia continuará. |