En el ecosocialismo convergerán todos los sectores excluidos, señala el sociólogo franco-brasileño
La iniciativa de las personas y la conciencia de acción harán posible la concreción de la utopía
Miércoles 16 de marzo de 2011, p. 46
Para el sociólogo franco-brasileño Michael Löwy (Brasil, 1938) la construcción de otro mundo posible –alternativo al capitalismo dominante– se hará realidad con la convergencia de todos los sectores excluidos y oprimidos por el sistema actual.
En entrevista con La Jornada, el investigador emérito y director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de París, Francia, sostiene que el pensamiento marxista sigue vigente frente a la visión de los sectores oligárquicos de que el capitalismo es el único horizonte posible.
Ubica en los movimientos sociales, sobre todo de América Latina, la alternativa para la transformación. Resalta que el alzamiento zapatista en Chiapas, en 1994, fue el primer grito mundial de que las utopías siguen vivas.
Löwy es un destacado y reconocido sociólogo y filósofo socialista. Es uno de los principales investigadores sociales sobre el marxismo latinoamericano. Participante en el Foro Social Mundial, recientemente investiga el ecosocialismo, al que define como socialismo del siglo XXI
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Es autor de El manifiesto ecosocialista internacional (con Joel Kovel), El pensamiento del Che Guevara o La guerra de los dioses. Religión y política en América Latina, entre otros.
El sociólogo, quien está en la ciudad de México por invitación de profesores y alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), participará hoy en el seminario en homenaje a Bolívar Echeverría, organizado por la Facultad de Economía.
–¿Usted cree en otro mundo posible?
–Sí, sin duda. Es posible que no sea el del capitalismo, que está llevando a la destrucción del planeta y de la vida. Esta posibilidad existe en función de las mismas contradicciones del sistema y del interés de las víctimas del capitalismo de acabar con él. Pero es una posibilidad, no hay una garantía que se concrete, esto vendrá de la iniciativa de las personas, de la conciencia, de la acción.
–¿Cómo construir ese otro mundo desde las alterativas al capitalismo?
–Hay que comenzar a partir de las luchas concretas de aquí y hoy: obreras, campesinas, indígenas, de mujeres, de jóvenes, homosexuales. El desafío de construir convergencia y unidad, una articulación de las clases subalternas, de los oprimidos y explotados, de las víctimas del sistema para romper con la dominación capitalista. Es importante tener la visión de un mundo alternativo, que para mí es el ecosocialismo.
–¿Hoy día existen las utopías o el capitalismo las ha liquidado?
–Con la caída del Muro (de Berlín, en 1989) se decretó el fin del socialismo, del marxismo, de la utopía y la eternidad del capitalismo por los siglos de los siglos. Pero desde mi punto de vista lo que se derrumbó no fue el socialismo, sino una caricatura burocrática de éste. La afirmación de que el capitalismo es el único horizonte posible de la humanidad se fue desmoronando y, a inicios de los años 90, aparecieron fuerzas que plantean una alternativa radical.
El primer grito que advirtió que la utopía no había muerto y que era necesario reconstruir otro mundo fue el movimiento zapatista. Y cuando organizaron la Conferencia Intergaláctica en Chiapas, los zapatistas dieron también el primer impulso a lo que hoy es el movimiento altermundista
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Si bien –sostiene Löwy– los movimientos contestatarios se han dado en distintos lugares del mundo, incluido Estados Unidos y Europa, América Latina es la vanguardia
de la movilización social contra el sistema dominante, no sólo por la fuerza de la protesta social, sino por la conciencia antisistémica y los planteamientos anticapitalistas.
Cambio de gobierno y presión desde abajo
–¿El movimiento social debe llegar al poder para que se concrete la transformación o también se puede hacer desde abajo?
-Hay que combinar ambos. Es importante el cambio de gobierno, pues si sigue en manos de la oligarquía y de los sectores reaccionarios proimperialistas es muy difícil avanzar. Si simplemente hay un cambio de gobierno sin que haya un movimiento social fuerte con autonomía, presionando a los gobernantes, exigiendo e imponiendo alternativas, no avanzará la cosa. Se vio en Brasil, hubo un cambio positivo en el gobierno con el Partido de los Trabajadores, pero no había suficiente organización y presión de la base, el resultado fue que el gobierno se adaptó rápidamente a las exigencias del capitalismo y acabó como una experiencia de corte social-liberal.
El también profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París destaca las tres experiencias más desarrolladas
en América Latina que plantean el socialismo del siglo XXI: Venezuela, Ecuador y Bolivia.
“En el primer caso –señala–, la iniciativa viene desde arriba; es Hugo Chávez quien llama a construir un nuevo sindicato, un nuevo partido o a formar comités comunales. El problema es que el proceso es muy dependiente de una persona, aunque Chávez juega un papel positivo.
“En Ecuador hay una posición trágica entre un gobierno de izquierda, relativamente avanzado, y el movimiento social e indígena, que desde el inicio se han enfrentado por errores de ambas partes. Esto no lleva a una dinámica positiva.
“El caso más interesante es Bolivia. El proceso encabezado por Evo Morales viene desde abajo; fueron los movimientos sociales los que decidieron formar un partido y nombrar a un dirigente campesino como representante. Pero una vez elegido Morales, le siguen exigiendo, cobrando, planteando, presionando, protestando. Recientemente se vio con el gasolinazo; hubo una gran protesta social y el gobierno reculó, aceptó el error. Esa es una dinámica importante, así debe ser la cosa, que cambien los gobiernos, las fuerzas en el poder, pero que haya una dinámica autónoma de los movimientos sociales”.