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Los vientos mueven nubes invisibles con yodo y cesium emanadas de planta dañada, alertan

Temen efectos de las radiaciones nucleares por catástrofe en Japón

Para la población expuesta a una contaminación por esas emisiones, el principal peligro es desarrollar un cáncer (leucemia, pulmón, colon...), afirma el Instituto Francés de Radioprotección

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El ayer y el hoy en la obtención de energía aparecen en esta fotografía tomada en Doel, Bélgica: una planta nuclear, a la izquierda ,y un antiquísimo molino de viento. Los gobiernos europeos aplicarán medidas para incrementar la seguridad de sus centrales tras el accidente en Fukushima, JapónFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Miércoles 16 de marzo de 2011, p. 2

París, 15 de marzo. Las radiaciones nucleares pueden provocar enfermedades de gravedad diversa, según el grado de exposición, como cataratas, hemorragias, cáncer o problemas cardiovasculares.

Existe una relación directa entre la cantidad de radiaciones recibidas y la patología inducida. Las radiaciones brutales, como las provocadas por la bomba atómica en Hiroshima y Nakasaki, pueden generar enfermedades en décadas.

Los efectos biológicos varían también según la naturaleza de las radiaciones y los órganos alcanzados (ovarios o testículos son considerados 20 veces más sensibles que la piel) para desarrollar cáncer, o según su vía de absorción (oral o cutánea) y la susceptibilidad individual (capacidad de reparar el ADN).

En Japón, nubes invisibles que llevan elementos radiactivos (yodo, cesium) son lanzadas por la central nuclear dañada y se mueven en función de los vientos.

Para la población, expuesta a una contaminación por esas emisiones, el principal peligro es desarrollar un cáncer (leucemia, pulmón, colon...) con un riesgo proporcional a la dosis recibida, subrayó el profesor Patrick Gourmelon, director de Radioprotección Humana en el Instituto Francés de Radioprotección y Seguridad Nuclear (IRSN).

En Japón, como medida preventiva se han repartido 200 mil dosis de yodo en los centros que acogen a las personas desalojadas por el accidente nuclear en la central de Fukushima.

Las cápsulas de yodo, que por ahora no han sido administradas a la población, ayudan a saturar la tiroides, evitando así que esa glándula absorba ese químico contaminado, si se produce un escape de ese elemento en la planta.

El cáncer de tiroides fue frecuente en las personas expuestas a la radiación tras el accidente de Chernobyl, en Ucrania en 1986.

Las distribución de dosis de yodo busca frenar el cáncer de tiroides, en particular entre la población joven (bebés, niños, adolescentes, mujeres embarazadas y que están amamantando).

En caso de que se haya inhalado cesium 137, toma alrededor de dos años eliminarlo del organismo y subsiste durante décadas en el ambiente, según el profesor Patrick Gourmelon.

Actualmente, no hay medidas particulares que se deban tomar para los habitantes de Tokio, opinó el martes la hematóloga Agnès Buzyn, del IRSN, quien no aconseja la administración preventiva de pastillas de yodo, porque no sirve para nada.

La especialista estima que la zona de evacuación de 20/30 kilómetros, determinada por las autoridades japonesas le parece suficiente, pero no deja de señalar el impacto a la vez en el ambiente y posiblemente para la salud de las personas que viven cerca de la central nuclear.

En las personas que recibieron dosis bajas de radiación, el riesgo de desarrollar cánceres (leucemia, pulmón, colon, esófago, mama...) aumenta, como ocurrió en Hiroshima, señaló Gourmelon, quien indicó que dosis bajas son menores de 100 milisieverts (mSv). Sieverts (Sv) es unidad del sistema internacional con la que se mide la radiación.

Después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la radiactividad causó enfermedad y muerte a aproximadamente uno por ciento de las personas expuestas que sobrevivieron a las explosiones, recordaron los expertos. A 60 años de la explosión de bombas atómicas en Japón, hay todavía un ligero número de más cánceres entre las poblaciones irradiadas, indicó el experto Yves-Sébastien Cordoliani.

La cifra más alta de leucemias fue alcanzada siete años después del ataque a Hiroshima, indicó.