Lunes 14 de marzo de 2011, p. 31
Tokio, 13 de marzo. Las emisiones radiactivas de determinada magnitud son dañinas para la salud e incluso mortales, ya que pueden destruir las células. Los daños son diferentes y dependen de la duración, el tipo y la fuerza de la radiación.
Los expertos diferencian entre daños agudos y consecuencias posteriores.
Una baja dosis de radiación puede cambiar la herencia genética y desencadenar cáncer a largo plazo. Los científicos debaten qué dosis de radiación puede provocar esos daños. Especialmente la leucemia y los cánceres de tiroides, de pulmones o de pecho son consecuencias posibles. Sin embargo, los daños menores de la herencia genética pueden superarse.
La exposición a dosis más altas de radiación provoca fiebre, malestar, quemaduras de piel y la región bucal, así como caída del cabello, hemorragias internas y, en el peor de los casos, la muerte.
La intensidad de la emisión se mide normalmente en grays (Gy), que indica la medida de radiación absorbida por el tejido.
A partir de un gray, el cuerpo reacciona relativamente rápido con malestar, fiebre y diarrea. Si afecta a la médula ósea pueden presentarse hemorragias e infecciones.
Una dosis superior a cinco grays afecta sobre todo el tracto intestinal, aunque con tratamiento adecuado los afectados pueden recuperarse.
En el caso de una radiación a todo el cuerpo con más de seis Gy, las opciones de supervivencia incluso con un tratamiento adecuado son bajas. A partir de los 15 Gy, no hay posibilidades de sobrevivir.