ace unos meses tuve la mala idea de ir a un cajero automático de noche. Peor aún, escogí uno que se encuentra bastante protegido de las miradas indiscretas de los transeúntes.
Eran tres los asaltantes, uno se quedó afuera mientras los otros dos entraban al cajero. Yo estaba guardando el dinero que había retirado, algo molesto por las comisiones que siempre arranca la maquinita del banco. Mi primera reacción fue decirles que el cajero estaba ocupado, que tenían que esperar su turno. Rápido me di cuenta de que venían a otra cosa. No alcancé a ver la marca de las escuadras, pero sí pensé que eran calibre .38, aunque pude haberme equivocado.
–Dame lo que acabas de retirar –dijo el más gordo. Tomó el dinero y tiró la tarjeta al piso.
Luego continuó: –¿Cuántas tarjetas tienes? A ver, dame la cartera.
–Sólo tengo dos –respondí.
Tomó la tarjeta que quedaba en mi cartera y preguntó rudamente:
–¿Cuál es el saldo en esta?
–Como 600 pesos –respondí. Debe haber pensado que me estaba burlando.
–¿De verdad? A ver si es cierto, dame el NIP.
Accedieron a la cuenta para confirmar el saldo. Claro, el cajero automático advirtió: Conocer el saldo costará 9 pesos con 32 centavos. ¿Está usted de acuerdo con esta operación?
Por supuesto que el gordo aceptó: quedaban en la cuenta 645 pesos.
–Sácale 400 pesos –dijo el más flaco con tono de exasperación. Pero el cajero automático se le adelantó: El banco cargará 32 pesos por realizar esta operación. ¿Está usted de acuerdo?
Ahora sí que no pude menos que recordar aquello de ladrón que roba a ladrón…
Acto seguido, el gordo ordenó:
–Regístralo, a ver qué más tiene.
Se toparon con mi celular. Uf, sin pensarlo demasiado, les dije: Oiga, perdón, pero por favor regréseme mi cel, es que ahí tengo todos mis teléfonos del trabajo
. Creo estaba haciendo un llamado a su sentido de solidaridad, ¿sería porque el banco nos estaba sacando dinero a todos?
No me hicieron caso. El flaco estaba demasiado ocupado observando cómo el gordo guardaba el dinero en la bolsa. Así que me atreví a insistir, pidiendo que me regresaran el celular.
Esta vez el flaco me miró fijamente y me dijo con cierta rudeza: Te vinimos a robar, idiota
.
Pensé que la educación de una persona es un proceso de por vida. Me acababan de informar cómo se llamaba la obra de teatro en la que estábamos actuando. Me dejaron las tarjetas en el piso, y mientras las recogía pensé que todo había sido muy rápido. Los asaltantes ya se habían esfumado en la noche, pero el cajero seguía ahí, imperturbable y con su monitor invitando a los incautos a realizar una operación. Por un momento pensé que el monitor se burlaba de mí y me pareció que sus letras borrosas me decían: Sí, te robaron, pero nosotros te robamos antes y a ellos también. Gracias por tu preferencia
.
¿Estaré exagerando? Según el Banco de México, 23 por ciento de los ingresos que percibe la banca comercial (datos de 2009) provienen del cobro de comisiones de todo tipo. Según la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) el monto ascendió a 60 mil millones de pesos. Quizás por eso trató de imponer algunos frenos en los abusos de la banca, pero ha sido como tratar de tapar el sol con un dedo. El robo hormiga de los cajeros automáticos y las comisiones palidece frente al escándalo de las altísimas tasas de interés que sigue cobrando la banca comercial.
Para mitigar los efectos de la crisis, el banco central fue reduciendo la tasa líder a partir de finales de 2008. Esa tasa pasó de 8.5 por ciento a su nivel actual de 4.5. El fin era provocar un descenso en todo el espectro de tasas de interés para promover la actividad económica. Ese objetivo se frustró: la banca comercial mantuvo sus altísimas tasas de interés, tanto para el consumo como para la inversión. En algunos casos, las tasas de interés comerciales al consumo rebasaron 90 por ciento. En cuanto al crédito para la inversión, los altos réditos y los requisitos de garantías son los principales obstáculos para acceder al crédito. Con razón Keynes abogaba por la eutanasia del rentista.
A pesar de la reducción en la tasa de referencia, la banca comercial saboteó la política monetaria y se dedicó a exprimir la economía mexicana, usándola como fuente de ganancias para las casas matrices en el extranjero. El crédito se mantuvo estancado y la banca mantuvo su indiferencia frente al drama de la recesión. Saben muy bien lo que están haciendo: las utilidades se mantuvieron en la estratósfera.
La verdad es que el Banco de México, al igual que la CNBV, ha desertado de sus puesto y abandonó su misión regulatoria frente a la banca. Eso ha llevado a consolidar la pérdida de autonomía en materia de política monetaria y cambiaria.
William K. Black, profesor de la Universidad de Misuri y ex regulador del sistema bancario durante la crisis de las cajas de ahorro y préstamos en Estados Unidos a finales de los años ochenta, escribió un libro con el título: La mejor manera de robar un banco es ser el dueño. Tiene razón.
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