Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Tres poemas
Lefteris Poulios
Educación y lectura en México: una década perdida
Juan Domingo Argüelles
El humor no es cosa de risa
Enrique Héctor González
El humor: vivir la gracia
Ricardo Guzmán Wolffer
El observatorio de Tonantzintla
Norma Ávila Jiménez
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Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
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Corporal
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Felipe Garrido
Dos artistas
Había una vez dos hombres que servían en palacio, tenían méritos parejos y aspiraban a ser nombrados cronistas del reino. Para conocerlos, el rey de las islas reunió a la corte en la sala de los espejos y mandó que se abriera un balcón que había sido clausurado tiempo atrás porque daba a las chozas de los criados, sucias y miserables. Se asomó el primero y a grandes voces comenzó a describir prados, setos, fuentes, arboledas y senderos que caminaban bellísimas muchachas de profundos ojos y más profundos escotes. Todos lo alabaron, brindaron por él y declararon su arte insuperable. El segundo describió lo que veía con tan minucioso detalle y tan lastimero acento que los cortesanos comenzaron a gritar para que se callara, porque temían que fuera a quitarles el sueño. Pero el rey, que quería ser justo y entendido, le dijo: “Tu arte busca la verdad, así duela,” y lo llamó a su lado. [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.] |