n 2003, una noticia dio cuenta de una proeza insólita de supervivencia. Igual que los animales que se cercenan una pata a mordidas para escapar de una trampa, el montañista Aron Ralston decidió amputarse el antebrazo con una navaja sin filo, al quedar atrapado por una gran roca en una grieta del Blue John Canyon, en Utah. Fuera del alcance de otra persona que pudiera escucharlo siquiera, el hombre demostró poseer unos tamaños gigantes al tomar esas medidas desesperadas para salvar su vida.
Ralston se volvió una celebridad instantánea; apareció en varios programas televisivos de su país y escribió un libro, Between a Rock and a Hard Place (la frase gringa que significa algo así como Entre la espada y la pared). La versión cinematográfica de esa aventura tardó en aparecer y extraña que no se hubiera realizado antes un telefilme, por lo menos. Más raro aún es que no se haya optado por un documental –Ralston se grabó a sí mismo con una cámara de video durante su aprieto– y que la adaptación, titulada 127 horas, haya quedado en manos de un director tan hiperactivo como el británico Danny Boyle. No es el primer nombre que a uno se le ocurriría para una película sobre un personaje confinado a un solo sitio.
Poseedor de un estilo hiperbólico que suele recurrir a un amplio catálogo de gimmicks visuales, Boyle ha evidenciado un enfoque inevitablemente superficial –y hasta facilón– de sus temas, sean la drogadicción (La vida en el abismo, 1996), el fin del mundo por contagio (Exterminio, 2002) o la explotación de niños pobres de Mumbai (Quisiera ser millonario, 2008). 127 horas no marca la excepción.
En los primeros cinco minutos de la película uno supone estar ante un largo comercial de un zapato deportivo o una bebida energizante. A tal grado es la repetición de los tics del cine publicitario actual –pantallas divididas, ángulos rebuscados, música trepidante, vertiginosas tomas aéreas– que hasta se antoja una parodia de ese estilo de vida, individualista y narcisista, que ha convencido a millones de jóvenes a aficionarse a los deportes extremos. Pero no. Todas las 127 horas –resumidas en hora y media– transcurren con esa óptica de la exageración visual y auditiva cuando en realidad se requería de una visión más introspectiva y sobria.
En este caso hubiera sido apropiado un enfoque minimalista, como el ensayado por el español Rodrigo Cortés en Sepultado (2010). Es decir, que la razón de ser de la película fuera recrear esa sensación de claustrofobia y desesperanza padecida por el protagonista. En cambio, Boyle le da demasiado aire a su relato. Flashbacks, visiones alucinantes, sueños y hasta una lamentable parodia de una entrevista televisiva pulverizan la tensión dramática. Lo que es peor, ni siquiera se consigue una adecuada noción del tiempo estancado. Todo sucede demasiado rápido. Esas 127 horas no se sienten ni como 127 minutos.
No queda duda de que un documental hubiera sido mucho más pertinente, sobre todo después de ver el programa noticioso Dateline, transmitido hace un mes en la televisora NBC, en el cual el periodista Tom Brokaw acompañaba al propio Ralston al lugar de los hechos para que él recreara sus cinco días y pico de sufrimiento.
Con bastante más mesura y porte que James Franco, el actor que lo encarna (quien además posee la sonrisa más boba de este lado de Gael García Bernal), Ralston narraba paso a paso sus recursos para sobrevivir día tras día, y abundaba en detalles sobre sus crecientes sed y debilidad por falta de agua y comida, usar el vuelo de un cuervo como referencia del tiempo, el dolor indescriptible que acompañó la amputación y el último desesperado esfuerzo por conseguir ayuda mientras se desangraba. Todo eso lo escamotea Boyle por hacerse el ingeniosito. (¿Realmente necesitábamos ver un súper acercamiento de las burbujas de la orina que Ralston se ve forzado a beber? Debe ser el comercial de refresco más repugnante de la historia.)
La realidad supera a la ficción, reza el lugar común. En este caso no podría ser más cierto.
127 horas
(127 Hours)
D: Danny Boyle/ G: Danny Boyle, Simon Beaufoy, basado en el libro Between a Rock and a Hard Place, de Aron Ralston)/ F. en C: Anthony Dod Mantle, Enrique Chediak/ M: A.R Rahman/ Ed: Jon Harris/ Con: James Franco, Amber Tamblyn, Kate Mara, Clémence Poésy, Kate Burton/ P: 20th Century Fox, Everest Entertainment, Pathé Productions Limited, Dune Entertainment. EU, Reino Unido, Australia, 2010.
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