Después del reconocimiento que recibió en el Palacio de Bellas Artes, el cuerpo del maestro José Ezequiel Iturriaga fue trasladado al Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde el Gobierno del Distrito Federal y esa casa de estudios le rindieron homenaje.

Luego de las guardias de honor, Alejandra Moreno Toscano, en nombre del Centro Histórico, reconoció la bonhomía y vitalidad de Iturriaga. Su entusiasmo cuando explicaba y convencía a sus interlocutores sobre la importancia de conservar la calle más antigua de la ciudad de México, Tacuba, la cual sin tus esfuerzos por conservarla no existiría.

El homenaje de la ciudad de México, destacó Toscano, es reconocer en un recorrido simbólico tu acción pública en defensa de los valores urbanos y culturales del Centro Histórico.

En su intervención, el poeta, filósofo y político Arturo González Cosío resaltó como inseparables la vida y obra de Iturriaga, las cuales abarcan una amplísima gama de conocimientos.

Iturriaga, calificó González Cosío, “fue un hombre de una rigurosa modestia, alejado de ambiciones políticas. Nunca buscó rangos académicos, honores o consideraciones especiales, tuvo un alto sentido de responsabilidad; en él siempre predominó la más radical, sobria y desinteresada honradez. Fue un humanista con profundidad, rigor y precisión, y precursor de las actuales técnicas para el estudio de la teoría política; a lo largo de su vida se significó por representar la corriente más importante de izquierda de América Latina.

Enorme capacidad ética

“Representó –prosiguió González Cosío– el nacionalismo y el amor a México. Su responsabilidad le permitió adecuar su pensamiento y su ideología a los distintos tiempos que fueron cambiando la vida de la sociedad mexicana, pues su verdadero afán era estar al acecho de todo aquello que significara realizar ideales de manera concreta y efectiva”.

Hoy día, agregó en referencia al gobierno federal, el país ha tomado un rumbo caótico, con rupturas en las relaciones económicas, políticas y sociales, que lo han conducido a tratar de llevar a cabo actualmente un proyecto de nación arcaizante que le impide actualizar su pasado histórico y que además le desvanece su futuro.

Guillermo Tovar de Teresa destacó de Iturriaga dos aspectos: su enorme capacidad ética y su actitud gozosa ante la vida: lo mismo sentía un placer por la comida o por el sexo opuesto, que por la lectura, la investigación, el debate y la amistad.

Iturriaga no sólo representa el rescate del Centro Histórico, sino que también representaba la discusión sobre México. La gran lección que nos deja es el amor, estudio y conocimiento de México y la manera humilde que heredó de quienes le antecedieron.

Yuriria Iturriaga de la Fuente, en representación de la familia, destacó de su padre su enorme sentido de solidaridad con el prójimo.

El homenaje llegó a su fin cuando el féretro salió de San Ildefonso por la calle de Justo Sierra, dio vuelta en Correo Mayor para salir por la calle de Moneda al Zócalo y luego tomar Tacuba, calle especialmente apreciada por don José Iturriaga. Su cuerpo reposará en el Panteón Jardín.