l asunto del déficit fiscal en Estados Unidos se ha convertido en un dolor de cabeza para el presidente Obama, quien, junto con el Partido Demócrata, hace verdaderos malabares para esquivar los draconianos cortes presupuestales que sus rivales republicanos quieren imponer.
En una serie de artículos publicados en los diarios de la cadena Hearst, Robert Reich, quien fue secretario del Trabajo en la administración Clinton y actualmente es profesor en la Universidad de California en Berkeley, ha criticado acremente la actitud republicana por su cortedad de visión sobre la importancia que el déficit ha tenido como mecanismo para salir de las crisis económicas que el país ha sufrido. Y, por otro lado, ignorando el profundo efecto que la concentración del ingreso ha tenido en esas crisis.
Reich ha criticado a la actual administración por su respuesta tibia y su indecisión en instrumentar mecanismos más eficaces para atacar el más grave efecto de la crisis: el desempleo. Al igual que otros economistas, ha insistido en que la sobrestimar el déficit es ceder ante quienes usan el crecimiento del déficit como pretexto para reducir o anular beneficios sociales y disminuir la intervención del gobierno en la economía. No ha sido el déficit, dice, el determinante de las diversas crisis de la economía, sino la concentración del ingreso. La gran depresión de la década de 1930 tuvo uno de sus principales orígenes en la concentración del ingreso en el periodo que va de 1870 a 1929. En cambio el auge ocurrido entre los años 1947 a 1975 se debió, entre otras cosas, a que la prosperidad fue más compartida. Posteriormente, la concentración paulatina del ingreso entre 1980, y 2010 culmina en una nueva crisis. En esos periodos, el gasto deficitario del gobierno ha sido determinante para propiciar el crecimiento del empleo y con ello la reactivación económica.
Reich ha sinterizado en un texto de reciente publicación (Aftershock) éstas y otras ideas sobre la necesidad de que el gobierno evite caer en la trampa de limitar su programa de gasto, como medida para reducir el déficit. Sería un error, dice, que incrementaría el desempleo y rompería con la de por sí lenta recuperación en este rubro. Los periodos de mayor auge económico, sostiene, han sido aquellos en los que las desigualdades fueron menores. Por ejemplo, entre los años 1947 y 1975 los salarios de los estratos más bajos de ingresos crecieron más rápidamente que los de quienes pertenecían al sector de más altos ingresos. Al final de los años 70 el uno por ciento más rico recibía 9 por ciento del ingreso total en el país. En 2007, año en que se inicia la crisis más reciente, ese estrato económico recibía 23.5 por ciento. Su conclusión es que nadie puede progresar en un país dividido entre un reducido grupo que recibe la mayor parte del ingreso y el resto recibe cada vez menos
. Su conclusión es contundente a la luz de lo que sucede en muchos países, entre ellos el nuestro.