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Brasil
Marcola: un capo lúcido No valen coartadas sociales para justificar la barbarie, somos éticamente responsables de nuestros actos. Pero toda opción moral tiene contexto y hay circunstancias en que hacer el bien es una anomalía pues todo induce a delinquir. Los narcos y sus sicarios tienen una deuda con la sociedad, cierto, pero algo les debe también a ellos una sociedad que los acorraló en la desesperanza. Un capo es un capo, pero un capo lúcido puede ser revelador. Tal es el caso de Marcos Camacho, Marcola, dirigente de la organización criminal brasileña Primer Comando de la Capital. Aquí fragmentos de una entrevista que le hizo la televisora O Globo: (…) Soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas (…) El diagnóstico era obvio: migración rural, desigualdad de ingresos, villas miseria (…) ¿Qué hicieron? Nada (…) Nosotros sólo éramos visibles en los derrumbes de las villas (…) Ahora somos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de su conciencia social. (…) Nosotros somos una empresa moderna, rica. Ustedes son el Estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Ustedes nos transformaron en super stars del crimen (…) y somos ayudados por la población (…) por miedo o por amor. Ustedes son odiados. (…) No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error. ¿Ya vieron el tamaño de las 560 villas miseria de Río? Solución (…) sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante (…) de inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación (…) Tendría que haber una reforma radical del sistema penal (…) Y todo esto costaría billones de dólares e implicaría un cambio profundo en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución. (…) (¿Qué hacer?) Les voy a dar una idea, aunque sea en contra de mí. Agarren a los “barones de la cocaína” Hay diputados, senadores, empresarios, hay ex presidentes… ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército? (…) Ustedes sólo pueden llegar a tener algún éxito si desisten de defender la “normalidad”. No hay más normalidad (…) Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndeme, hermano, no hay solución. (…) Ustedes tienen miedo de morir, yo no (…) Nosotros somos hombres-bomba. En las villas miseria hay cien mil hombres-bomba (…) La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama. La muerte para nosotros es la comida diaria, arrojados a una fosa común (…) (…) Ustedes, intelectuales, ¿no hablan de lucha de clases, de ser marginal (…)? Entonces ¡llegamos nosotros! (…) No hay más proletarios o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allá afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, desplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Esto es otra lengua. Están frente a una especie de post miseria Y la post miseria genera una nueva cultura asesina. |