Chihuahua
La movilización rural
(2007-2010)
Víctor M. Quintana S.
El Chihuahua rural se ha movilizado
con intensidad y constancia
desde los años 80s. A partir de 1985
y durante toda una década, las
luchas del Frente Democrático Campesino
(FDC) manifiestan la resistencia de los productores
temporaleros de maíz, frijol y avena,
ante los impactos del ajuste estructural en el
campo. Luchan para demandar el incremento
de los precios de garantía de los granos
básicos; por créditos al campo; en contra de
la corrupción en el Banrural y en la Aseguradora
Nacional de la Agricutlura y Ganadería
(Anagsa); por programas especiales de apoyo
a los pequeños productores; contra las reformas
al artículo 27 constitucional, y por la exclusión
de la agricultura del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN).
En 1992 aparece otro actor rural importante:
la capas medias rurales, los productores medios
e incluso grandes que luchan en torno al
problema de las carteras vencidas con la banca,
la de desarrollo y la reprivatizada. Constituyen
un antecedente del movimiento El
Barzón, y luego dos expresiones muy combativas,
actuantes hasta la fecha, de las dos principales
ramas en que se divide El Barzón a
escala nacional. Demandan la renegociación
de los adeudos con la banca, evitan embargos
y desalojos y exigen la reactivación del campo.
A partir del 2001, las movilizaciones rurales
en el estado de Chihuahua empiezan a
adquirir características muy diferentes a las
mostradas hasta ese momento. Hay que destacar:
predominan los medianos e incluso
los grandes productores de las zonas de riego
–los temporaleros no son los actores principales–;
casi todas las movilizaciones se realizan
con la concurrencia de organizaciones
campesinas muy diversas: el FDC, El Barzón,
la Confederación Nacional Campesina
(CNC), Agrodinámica Nacional, Comité
Pro Mejoramiento del Agro, entre otras.
Ahora bien, las luchas que los productores
rurales chihuahuenses han llevado a cabo
entre 2007 y 2011 pueden agruparse así:
FOTOS: David Lauer |
La Comisión Federal de Electricidad
(CFE) contra los agricultores y viceversa. El incremento de las tarifas eléctricas para
riego por bombeo afectan duramente a Chihuahua,
donde hay más de 300 mil hectáreas
irrigadas con esta modalidad. Desde 2001, los
productores intensifican sus luchas. Hay fuertes
movilizaciones en puentes internacionales
y aduanas en la primavera y el verano de ese
año. Aunque gracias a ellas se logra la aprobación
en la Cámara de Diputados de la Ley
de Energía para el Campo, en 2002, de hecho
ésta nunca se aplica. Las tarifas se disparan y
los productores volverán a la carga. La CFE
iniciará campañas de cortes de energía, de
confiscación de las instalaciones de los productores
y éstos responderán con fuertes acciones
de reconecte, de tomas de oficinas, de
detención de brigadas de la paraestatal. Las
más fuertes movilizaciones se dan en el otoño
de 2007 y en primavera-verano de 2008. Se
logra la firma de un convenio con la Secretaría
de Gobernación, con la CFE y con el
gobierno del estado, pero el problema no se
ha resuelto y se revive cada vez que la paraestatal
efectúa cortes o demanda productores.
Campañas nacionales relanzadas desde
la frontera. Los productores del Frente
Democrático Campesino y de El Barzón
Chihuahua han retomado las demandas y
el plan de acción de la Campaña Nacional
Sin Maíz no hay País desde su experiencia
y sus métodos muy particulares de lucha. El
uno de enero de 2008 toman el puente internacional
para pedir la renegociación del
TLCAN en materia agropecuaria y luego,
con una caravana de tractores desde Ciudad
Juárez hasta la Ciudad de México, lanzan el
Movimiento Nacional de Resistencia Campesina
Villa-Zapata. Un año después, ante
los estragos de la crisis alimentaria, los productores
de estas dos organizaciones lanzan
otro llamado a la lucha nacional por alimentos
bien pagados a los productores y baratos
para los consumidores, con el lema: “Vámonos
a la bola para rescatar al campo”.
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Uno y otro movimientos, por más enjundia
que le ponen los agricultores norteños,
causan revuelo algunos días y luego se van
diluyendo entre negociaciones y desarticulaciones
rurales.
Desnudando la política alimentaria del gobierno
federal. En enero de 2007, ante la crisis
de la tortilla; luego en 2009, ante la crisis alimentaria
mundial, y de nuevo en 2010, tanto en
enero como en diciembre, por lo menos, el conjunto
de organizaciones de productores rurales
de Chihuahua se han movilizado para presionar
a la Secretaría de Agricultura en torno al
ingreso objetivo del maíz y del frijol, así como
de los apoyos a la comercialización. Las formas
de lucha han sido toma de carreteras, casetas
de peaje y oficinas públicas. En un contexto de
alza de precio de los alimentos, los agricultores
han demandado que los subsidios gubernamentales
no se concentren en los más ricos, que no
se apoye a los coyotes, que se cumplan los compromisos
de la agricultura por contrato, que se
constituya una reserva estratégica de alimentos
y que se apoye a los productores organizados.
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En defensa del maíz nativo y criollo. Los
productores del FDC y de El Barzón Chihuahua,
apoyados por Greenpeace y la
Campaña Nacional Sin Maíz no hay País
emprenden primero que en otras partes del
país la denuncia contra la siembra clandestina
del maíz transgénico, la difusión de los
perjuicios de los organismos genéticamente
modificados, la promoción de acciones penales
contra los promotores de la siembra y
el rechazo de las siembras experimentales.
Cuando menos, logran que en el estado se
apliquen las primeras sanciones a los agricultores
que lo cultivan.
Con resultados diversos, tirándole a malos
para los pequeños y medianos productores, las
luchas de los agricultores chihuahuenses han
sido constantes todos estos años. Sin embargo,
no dejan de ser una expresión de la revuelta de
los productores de Aridoamérica ante un modelo
de agricultura concentrador y excluyente.
Chihuahua
El florecimiento
de Luvinas
Víctor M. Quintana S.
En menos de dos décadas y media
de políticas económicas de ajuste
estructural, apertura comercial y
sequía, la agricultura chihuahuense
ha cambiado dramáticamente. Si antes,
como en todo el país, se podía hablar de una
“agricultura a dos velocidades” –la comercial,
capitalizada y tecnificada, y la temporalera,
campesina, productora de alimentos
básicos–, ahora se tendría que hablar de una
con velocidad y otra en retroceso.
El peso específico de la agricultura de temporal;
su contribución al producto agrícola estatal,
y su capacidad de generación de riqueza,
y también de alimentos básicos, se han reducido
casi a la mínima expresión. Han caído la
superficie sembrada y la cosechada, así como
el volumen de producción. Mientras, la agricultura
de riego, a pesar de las crisis y sequías,
ha aumentado su superficie sembrada y se
mantiene a niveles más o menos estables en
volumen y valor de la producción.
El perfil productivo de la agricultura chihuahuense
se ha reorientado a los cultivos de
mayor densidad de inversión por hectárea, a la
explotación de los pocos nichos que le dan al
estado sus condiciones geoclimáticas y las políticas
económicas y comerciales: manzana,
nuez, algodón, papa, chile y otras hortalizas.
El maíz se ha convertido en el cultivo de los
extremos sociales: de los indígenas, quienes
siguen sembrándolo para el autoconsumo, y
de los productores más tecnificados, de riego,
como los menonitas de la región de Cuauhtémoc
y los mestizos de la Baja Babícora, que
son los únicos que pueden realizar las grandes
inversiones para lograr altos rendimientos
por hectárea. Esta transformación ha disparado
la producción de maíz amarillo al punto
que Chihuahua se ha convertido en el primer
productor de esta variedad a escala nacional.
Los datos son muy ilustrativos: entre el año
2000 y el 2009 la producción de maíz de temporal
apenas si llegó a 200 mil toneladas en su
mejor año, mientras que la de maíz de riego,
que en el primer año apenas rebasó las 400
mil, en 2009 rondó el millón de toneladas.
Todo esto va conduciendo a una cada vez
mayor concentración de la producción y de
la propiedad de la tierra en el campo chihuahuense.
Los productores de temporal,
campesinos todos ellos, van dejando sus tierras
por la caída de rentabilidad y los malos
años agrícolas: las arriendan, las dan “al partido”
o, de plano, las dejan sin cultivar. Por
su parte, los productores que han resistido
la descapitalización, e incluso han logrado
capitalizarse mediante programas oficiales
como Alianza para el Campo (hoy Activos
Productivos), van concentrando por compra o
arrendamiento las mejores tierras, van acaparando
pozos y cuotas de riego y se pueden ir
aprovechando mejor de los pocos subsidios gubernamentales
que restan, como el relativo al
ingreso-objetivo para los productores de maíz.
Este proceso, que ha cambiado con gran
fuerza la base productiva del campo chihuahuense,
ha inducido también cambios significativos
y tal vez irreversibles en su sociedad.
Hay un real proceso de despoblamiento
rural que, sin tomar en cuenta al municipio
de Cuauhtémoc, muy urbanizado y diversificado
en su economía, hizo que entre 1980
y 2000 hubiera un decrecimiento de 26 mil
266 personas en las otras 12 municipalidades.
Los pueblos y las rancherías de la región se
están avejentando aceleradamente: salen los
jóvenes de ambos sexos, sobre todo van a Estados
Unidos y algunos a las maquiladoras.
Y se quedan los viejos, las mujeres casadas
ya mayores y los niños. Los campesinos que
siguen sembrando la tierra, los productores
organizados, tienen un promedio de edad
que muy fácilmente supera los 50 años.
No es todo: la vida social y comunitaria
languidecen. Se vacían los espacios de participación
y vida en común. Las escuelas
primarias de los más pequeños poblados
han cerrado por falta de niños. Los chicos
que quedan se reconcentran en centros escolares
que sirven a varias comunidades en
las cabeceras municipales. Ya no se forman
equipos deportivos de jóvenes, sobre todo de
béisbol, porque no hay suficientes jugadores.
Los organismos pro mejoramiento de los ejidos
o de los pueblos ya casi no funcionan por
falta de membresía. Las fiestas patronales o
las festividades patrias apenas si se celebran
porque las actividades recaen en los pocos y
las pocas residentes en las comunidades.
Lo que sucede en el campo chihuahuense,
como en el mexicano en general, es que la
manera como fueron implementadas las políticas
de ajuste por parte del gobierno mexicano,
desde 1982, hizo que se llenara de muertos el
camino. Es decir, fue tan acelerado el cambio,
tan abrupto, tan sin defensas o salvaguardas por
parte del Estado a favor del medio rural, que la
nueva forma de dominio en el campo vino a ser
una subordinación desestructurante, como señala
Blanca Rubio en su artículo “La fase agroalimentaria
global y su repercusión en el campo
mexicano” (publicado en la revista Comercio
Exterior, volumen 54, número 11, noviembre de
2004, p. 949). Desestructurante en el sentido
que contribuyó poderosamente al grave debilitamiento
de las formas de producción familiar,
intensificó la migración hacia Estados Unidos;
despobló las comunidades reduciendo los lazos
que les dan integridad e identidad y abrió inmensos
boquetes por donde el crimen organizado
penetró al campo chihuahuense.
Hace poco más de 50 años, en el relato Luvina,
del libro El llano en llamas, el genial escritor
mexicano Juan Rulfo describía magistralmente
un poblado rural barrido por las tolvaneras,
poblado sólo por viejos y por espectros. Fue
una obra fundadora del realismo mágico latinoamericano.
Hoy, el campo chihuahuense
es un espacio pletórico de Luvinas.
Desde 2003, David Lauer ha estado
documentando aspectos del maíz nativo
mexicano y del movimiento campesino.
En colaboración con organizaciones no
gubernamentales y comunidades indígenas
ha producido exposiciones como “Pueblos
de maíz”, “Alimento y espiritualidad” y “El
maíz es la raíz” que siguen circulando por la
República Mexicana como parte de la campaña
permanente en defensa del maíz nativo
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FOTOS: Eunice Adorno |
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Eunice Adorno
Fraum blaum es el Titulo de este
acercamiento a la vida y a las
historias de un grupo de mujeres
menonitas que me han abierto
las puertas de sus hogares y sus
vidas para fotografiar sus espacios
íntimos y sus acontecimientos
diarios, dentro de las comunidades
de Nuevo Ideal, Durango, y
La Honda, Zacatecas.
La complicidad mutua y las relaciones
emocionales que llegan a
formar entre ellas son parte de
esta serie de imágenes en donde
aparecen instantes apacibles
y alegres que nos distraen de la
idea de la vida conservadora y rígida
de estas mujeres.
Mirar a las mujeres menonitas
es también ser mirada por ellas. Nuestro diálogo es en español o,
a veces, en gestos signados por
el alemán alto y bajo en el que
se comunican entre ellas, pero
el verdadero punto de encuentro
son los sentimientos humanos
que compartimos entre las mujeres,
enmarcado en este caso
por la fotografía: las pasiones, la
amistad, los secretos, los placeres
y la diversión. Fraum blaum,
que en el alemán bajo significa
“las mujeres flores”, es el referente
más común en la vida de estas
mujeres: las flores aparecen en
sus vestidos, en sus objetos, en
sus nombres y en sus jardines. |
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