n uno de los primeros estrenos de este año que presenta la Coordinadora Nacional de Teatro del INBA se conjuntan un texto excelente –ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Bellas Artes Baja California 2009 y publicado por El Milagro en su serie de Teatro Emergente– y uno de los directores jóvenes más capaces e imaginativos que hay en este momento en nuestros escenarios. La ya anteriormente muy premiada, por otras obras, Bárbara Colio declara que escribió Cuerdas con dedicatoria a Richard Viqueira y de esa conjunción nació una escenificación en apariencia muy sencilla por la ausencia de elementos escenográficos, a no ser las tres maletas de los hermanos, pero en realidad plena de complejidades resueltas con gran eficacia, en un montaje en que las acrobacias que parecían hasta ahora el sello de Viqueira hubieran resultado contraproducentes a pesar de que la obra trata en apariencia, y sólo en apariencia, de un acróbata al que no llegamos a ver y de los hijos que resienten sus enseñanzas y su abandono.
Bárbara Colio propone un drama lleno de sobrentendidos en el que se ponen sobre el tapete la paternidad, la maternidad, las relaciones fraternas y matrimoniales. Es decir, en ese extraño viaje de los tres hermanos a Estados Unidos para ver el gran acto a que los ha convocado el padre, el más importante equilibrista del mundo, se va develando un microcosmos familiar que podría contener muchas de las posibilidades de otras tantas familias. El gran mérito de la autora es que en las diversas escenas del accidentado viaje los hermanos nunca cuentan su historia ni las razones de haber aceptado la invitación paterna o el grado de cercanía que tuvieron con su progenitor, sino que todo eso se va conociendo a través de diálogos y actitudes sin que quede totalmente explícito. Esa misma ambigüedad se manifiesta en los nombres sajones de los tres, Peter, Paul y Prince (y en un momento dado Paul habla de los ridículos nombres que nos puso
ante el desprecio paterno final) que mucho dicen del anhelo del equilibrista por pertenecer a la cultura estadunidense. Cada uno tiene una personalidad muy definida que se mantiene –excepto la sorpresa que les dará Prince– en sus actitudes a lo largo de la acción, lo mismo que las diferencias económicas y de experiencia social.
La dramaturga pide muchos y variados espacios, que Richard Viqueira resuelve de manera espléndida mediante la incorporación de un personaje silente, que apenas dice algunas palabras en inglés y que maneja una cuerda roja con la que elabora elementos escenográficos, como la cabina telefónica que hace con algunos dobleces o el arco detector y otros que no deben ser revelados. Este personaje hace girar la cuerda envolvente en muchas escenas y en otras es controlador de equipajes o guardia del aeropuerto, cobrando su presencia gran fuerza en graciosas escenas en que rompe su rol de sombra
para intentar intervenir en lo que dialogan los otros actores, o cuando es cantante en un bar con la música elegida y editada por Edwin Viqueira. Las maletas también juegan otro papel, al ser asientos en el avión o de taxi o almohadas en precario alojamiento. El director hace que los tres hermanos se incorporen al patio de butacas en la escena en que son espectadores del gran acto paterno, que el público conoce a través de sus expresiones, y a partir de allí y hasta el ya próximo final, el personaje añadido y que en el programa aparece como Cuerdas
deja de verse en escena, en una simbólica ruptura de lo que unía Peter, Paul y Prince y a éstos con la figura paterna.
En efecto, el título de la obra se refiere en primera instancia a la cuerda floja real en que se movía el padre, o a la cuerda floja en que todos andamos por la vida, como esos tres hemanos, pero también, y profundizando, a los lazos afectivos que se mantienen o se rompen. Los cuatro actores, con Carlos Corona como el rico y prepotente Peter, Richard Viqueira en el rol del muy pobre diablo Paul y Felipe Cervera encarnando al doliente Prince y Álvaro Flores como Cuerda, tienen un desempeño excelente, si se considera lo difícil que debe haber sido para los tres primeros actuar concentradamente bajo los ondulantes círculos de la cuerda roja.