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Puntos suspensivos
P

untos suspensivos. Escenas de un autorretrato es un libro que recoge algunos fragmentos de la vida de uno de los grandes artistas visuales, de una rara avis, cuya devoción por el arte, por la vida y por la palabra son semillas para regocijarse y celebrar. En medio de tanta devastación, de soledades y miedos compartidos es indispensable sembrar esperanza y creer, si acaso esa es la palabra, en el arte, no como atenuante contra la inquina pero sí como otra forma de estar en la vida. Vicente Rojo es, afortunadamente, una rara avis mexicana: su vida es sinónimo de sabiduría y su sabiduría fuente de humildad. En él, con él, ambas cualidades caminan juntas. Vladimir Holan, poeta checo, escribió: El poeta y el artista digno de ese nombre cambia el mundo y lo crea de nuevo, sea con la fuerza de la humildad, sea con la fuerza de la rebelión. Esas palabras retratan a Vicente. Esa idea es Rojo.

El telar de su vida, tejido gracias a la introspección profunda, ha devenido una obra magna. Puntos suspensivos resume los años transcurridos y evoca los días por venir. No hay punto final: después del último punto suspensivo imaginar y construir es tarea obligada. Por fortuna, lo imaginado nunca finaliza. Siempre hay un nuevo tiempo, siempre hay otro tiempo en espera de trazos inéditos. Mirar su legado –las láminas del libro son impecables– y tocar sus palabras –los textos desmenuzan el sentir del autor– abre un gran abanico donde las varillas y el país invitan al lector a proseguir. En el vaivén de las ideas y de las ilustraciones de Puntos suspensivos. Escenas de un autorretrato (Ediciones Era/El Colegio Nacional, 2010) el tiempo carece de fin.

Los puntos suspensivos, al igual que el hambre y el deseo son infinitos. Pasear la mirada por la obra incluida entre los Puntos… y el autorretrato… invita y reta: entreverar la imaginación artística del autor con las lecturas y miradas del lector evoca pasión y profundiza la magia del binomio hambre-deseo. Los Puntos suspensivos, “porque quiero creer que mi obra sigue en proceso…”, se engarzan con el autorretrato, “…repito y multiplico aquellas notas junto con otros textos rescatados de algunas de mis escasas publicaciones: en conjunto pueden constituir un autorretrato o una manera de diario hablado profusamente ilustrado, como una constancia de vida”. Los diarios hablados, y en el caso de Rojo, pintados, esculpidos, tallados y amasados abren un sinfín de posibilidades. Las reflexiones escritas no explican los sentidos de la creación artística ni de sus formas; explican, sotto voce, la pulsión, los motivos y las razones por las cuales después de cincuenta años el autor dice: He pasado mi vida tratando de imaginar que siempre estoy comenzando.

Esa idea, imaginar que nada termina, que se regresa para comenzar de nuevo encuentra sustento en los títulos de los capítulos y en las reflexiones ahí vertidas. Penetrar su core, como antesala de la obra gráfica, anuda imágenes con palabras e imaginación con creación artística. Aproximaciones: “Cuando vi los cuadros colgados –se refiere a su primera exposición, 1958– me di cuenta de que lo que realmente me interesaba no era el contenido sino los elementos con los que los cuadros estaban pintados, la estructura de las figuras, la materia y el color”. Señales: “…pensé que el título Señales nombraba lo que había logrado hasta entonces: se trataba de sugerir que un signo podía tener en sí mismo un interés propio”. Negaciones: “Llamé a la serie Negaciones porque mi intención era hacer cuadros que se negaran unos a otros, y que incluso me negaran a mí mismo como autor, que despersonalizaran mi trabajo…“. E, inter alia, Recuerdos: “Los recuerdos de mi niñez son muy intensos, tanto así que realizo todo mi trabajo recordando esos recuerdos”.

Puntos suspensivos es una invitación sui generis. Rojo, como persona sensible e inteligente lee el mundo con el escepticismo propio de lo que sucede en la actualidad y de sus múltiples lecturas del pasado. Le agobian las muertes injustas, el dolor innecesario, la pobreza y la barbarie, desazones que le hacen decir: soy un optimista del pesimismo. Pese a ello, o quizás por eso, cuando hurga en su alter ego o cuando habla acerca de su oficio, asegura, en relación con el tema de qué clase de trabajador soy yo, escojo una respuesta más sencilla o quizás más complicada: trabajar por la cultura es trabajar por la vida. Y forjar cultura, y sembrar ideas, y pintar, y grabar, y escribir son, a la vez, simienza y una de las escasas posibilidades con las que cuenta la razón para decirle no a la sinrazón que rodea y envuelve nuestros tiempos, y que asfixian a nuestro México.

Los Puntos y las Escenas de Rojo encontraron en Ediciones Era y El Colegio Nacional un magnífico albergue. El libro fue cuidado con esmero de principio a fin. El diseño y al impresión son magníficos. El equilibrio entre reflexión escrita y obra artística es exquisito. Su armonía tiene el sabor de los domingos dedicados a la lectura o la imagen de los parques donde juegan los niños.

Puntos: Mirar y leer para cohabitar con todo lo que dice el libro. Escenas: escarbar para desear y pintar lo que aún no se dicho. Mirar hasta suspenderse. Leer para desglosar las líneas del autorretrato. Mirar y leer para sentirse arropado con la compañía de Rojo.