Domingo 6 de febrero de 2011, p. a36
Con luminosa sonrisa, saco, camisa y pantalón negros, Joan Manuel Serrat construyó la pasada noche airosa del viernes un surco entre la cabrona poesía de Miguel Hernández y un puñado de sus canciones de siempre, en el Auditorio Nacional, dentro de su gira Hijo de la luz y de la sombra. Surco con varias bifurcaciones, interpelaciones de ida y de vuelta, coqueteos escénicos, introducciones, declamaciones, historia, regalos, luces y ramos de flores. Pero sobre todo ovaciones de pie para el artista.
Habían pasado 12 minutos después de la hora pactada para la nueva cita y escuchar la nueva propuesta poético/musical de Serrat, cuando las primeras muestras de impaciencia se dejaron escuchar entre el público que colmó el recinto de Paseo de la Reforma.
La sequía sin escuchar a Serrat había tardado unos cuantos años, pero la sed insaciable del respetable parecía de décadas. Por fin a las 20:43 la violinista Martha Roca, el guitarrista Israel Sandoval, el bajista Daniel Caselles, el baterista Vicente Clemente, en los teclados Ricardo Merallas y Josep Mas Kitflus en la dirección artística ocuparon sus posiciones y la voz de Serrat abrió el fuego recitando tras bambalinas Llegó con tres heridas: Llegó con tres heridas: la del amor,/la de la muerte,/ la de la vida./ Con tres heridas viene:/ la de la vida,/la del amor,/la de la muerte./Con tres heridas yo:/la de la vida,/la de la muerte,/la del amor.
Serrat dio la bienvenida a su irreductible público: Buenas noches, iniciamos el concierto con la propuesta de Hijo de la luz y de la sombra, con un mano a mano de poemas de Miguel Hernández, muerto en las cárceles franquistas, celebrando el centenario de su nacimiento. Buenas noches a todos
. Los aplausos y la gritería volvieron a llenar el ambiente. Pero hubo uno en particular que opacó a los demás, el de ¡Viva la República!, y otra vez los aplausos no se hicieron esperar y así trascurrió el exceso de placer que brindó Serrat acompañado por Roca, Sandoval, Merallas, Clemente y Kitslus deconstruyendo a Hernández en el centenario de su natalicio para un cómplice público que celebró cada uno de los 140 minutos que duró la velada.
Después Serrat deleitó con La Palmera levantina, La abarcas desiertas, Dale que dale, Elegía, Si me matan, bueno; Menos vientre, El hambre, Nanas de cebolla, Hijo de la luz y de la sombra y Para la libertad. Culminó así la primera parte de la nueva propuesta que han traído de regreso a El Nano. Las expresiones de alegría provenientes del público cayeron en cascada: ¡Bravo Serrat!, ¡Eres único!, ¡Eres mi novio! y ¡Vales mil!, entre muchas otras.
Resguardado en todo momento por una pantalla detrás del escenario que incesantemente proyectó muchas imágenes, desde paisajes, fotografías, videos, escenas de guerra, titulares de periódicos de la época franquista, palmeras y hasta al poeta homenajeado con los ojos cerrados que con la ayuda de la tecnología los abrió para presenciar el enorme momento que su trabajo había inspirado.
A partir de ahí el concierto no tuvo nivel medio, sólo óptimo, pues continuó con el interminable rosario de sus éxitos: Tarrés, donde hizo una parodia de él mismo; Pueblo blanco, casi con dedicación a Miguel Galicia, quien todo el tiempo la estuvo pidiendo en silencio; Sinceramente tuyo, Princesa, Mediterráneo, con lo cual llegó al cenit del concierto; Los recuerdos, Disculpe el señor y Hoy puede ser un gran día. Hubo otra en este bloque, La bella y el Metro, en la cual Serrat se queja de que no lo mira una nena, pero la noche del viernes las bellas que lo miraron se contaron por miles.
Por supuesto no faltaron Cantares, No hago otra cosa que pensar en ti, con dedicatoria hacia una ausencia caribeña según un grito proveniente del balcón derecho, y Señora, también con dedicatoria especial para todas las que se pusieron el abrigo y han heredado el gusto por Joan Manuel Serrat vía genética a sus hijos.
En todo momento el artista interactuó con su público, conformado en su mayoría por adultos, aunque los jóvenes ahí presentes en todo momento estuvieron atentos y al final lo premiaron con aplausos, bravos, ramos de rosas, cartas y un paquete de libros, con lo cual bromeó: ¿Pensarán que soy un hombre poco leído?
Serrat concluyó su recital con Penélope, donde la pantalla estuvo decorada con pin ups; y la del estribo fue La fiesta.
Con Hijo de la luz y de la sombra equilibraron/desafiaron cabalmente al otro poeta, este mexicano, quien aseguraba la mucha luz es como la mucha sombra, no deja ver claro
, pero los poemas de Miguel Hernández musicalizados por Serrat hicieron más iridiscentes los poemas de luz e iluminaron los poemas de penumbra.
Al final, como suele suceder con este tipo de artistas colosales, nunca es suficiente, faltaron algunas coplas, pero el concierto confluyó en terreno concreto, donde Serrat sucumbió ante el cariño del público y el público se rindió, como siempre, a Serrat, quien se superó en cada una de las canciones.