Sábado 5 de febrero de 2011, p. 23
Moscú, 4 de febrero. Estados Unidos, al dar por cancelada la posibilidad de instalar una estación de radares en la República Checa, componente esencial del escudo antimisiles para Europa que promovía la administración de George W. Bush, se tardó dos años en hacer una aparente concesión a Rusia, a sabiendas de que su plan original, por vulnerable, nunca se llevaría a efecto.
En septiembre de 2009, el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció que renunciaba a la idea de construir una estación de radares en la República Checa y de colocar 10 interceptores en Polonia, lo que Rusia consideraba una amenaza para su seguridad nacional.
Ello despejó el camino para la firma de un nuevo tratado START –por sus siglas en inglés, de Reducción de Armas Ofensivas Estratégicas–, aunque Estados Unidos advirtió que emplazaría cohetes interceptores SM-3 de base marítima en zonas de alto riesgo para Europa, así como los mismos interceptores modificados y de base terrestre en el sur y el centro del viejo continente antes de 2015.
Sin embargo, dos años antes, el general Patrick O’Reilly, director de la Agencia para la Defensa de Misiles, de Estados Unidos, afirmó categórico que el sistema de radares que se pondría en la República Checa no es capaz de detectar misiles de largo alcance en el momento de su lanzamiento
.
Según O’Reilly, cuando las ojivas entren en el campo de acción de los radares, por su cercanía, sería demasiado tarde para lanzar un interceptor. Por lo anterior, no podría neutralizar a tiempo hipotéticos misiles de Irán y Corea del Norte y, menos, un auténtico misil balístico ruso.
Así consta en un cable de la embajada de Estados Unidos catalogado de secreto
, que ahora es del dominio público gracias a Wikileaks, referente a las negociaciones a puerta cerrada que el 10 de octubre de 2007 sostuvieron aquí funcionarios y expertos de ambos países.
Para tranquilizar a los rusos, O’Reilly dijo en confianza que el radar “es de banda-X, y sólo puede ver una línea plana, no todo el horizonte; su rango es de aproximadamente 2 mil kilómetros (…) La clave es que ese radar no dispone de ondas de radio (…) En consecuencia, dependiendo del lugar de lanzamiento, en los primeros 245, 450 u 850 kilómetros de vuelo no se podría detectar un misil.”
Por tanto, subrayó O’Reilly, la estación de radares en la República Checa nunca podría detectar un misil balístico intercontinental de Rusia
, el cual sólo podría ser neutralizado por los interceptores en el Reino Unido.
Los rusos no se contentaron con la explicación y siguieron recelando de los planes de Estados Unidos, más aún que la entonces secretaria estadunidense de Estado, Condoleezza Rice, no dio marcha atrás y, el 8 de julio de 2008, concluyó las negociaciones para instalar en la República Checa la estación de radares.
Ciertamente, el gobierno del presidente Obama renunció un año después a la idea de instalar esos componentes en la República Checa y Polonia, pero mantiene la necesidad de contar con un escudo antimisiles más moderno y efectivo
en Europa.
El tratado START, ratificado por los respectivos parlamentos y firmado ya por los presidentes de Rusia y Estados Unidos, depende ahora de que se concrete el nuevo plan estadunidense y, en ese contexto, de la amenaza a la seguridad nacional rusa que pudiera representar.