Disfraz de reforma fiscal
La misma burra; otra careta
México, último lugar en AL
n día dicen que sí, al siguiente que no, pero el hecho es que el tema de una presunta reforma fiscal
se mueve por los pasillos del Congreso mexicano, aunque bien a bien nadie atina a especificar en qué consistiría ni qué alcance tendría, en caso de que finalmente se animen a dar el paso. Por la experiencia acumulada, lo más probable es que, si se incluye en la agenda del nuevo periodo ordinario de sesiones, el mayor esfuerzo
de Legislativo y Ejecutivo se traduzca en un parche adicional al de por sí parchado sistema fiscal mexicano, sin tocar el quid de una verdadera reforma fiscal, sin comillas: que el gran capital deje de ser subsidiado y que pague lo que le corresponde, porque de otra suerte tarde que temprano el erario reventará.
Una de las facciones del partido tricolor promueve una reforma fiscal
que repite el juego de dar vueltas a la noria, pero con el burro maquillado: reducir la tasa del IVA a 12 por ciento, pero aplicable a todo y a todos, excepto una canasta de alimentos y medicinas, o lo que es lo mismo, la receta que de tiempo atrás e indistintamente promueven panistas y priístas, de acuerdo como les vaya en la temporada. En ningún momento esta propuesta de tres colores toca el tema central: regímenes especiales, evasión fiscal, discrecionalidad en la condonación de créditos fiscales y demás bellezas que al erario le impiden incrementar la recaudación en alrededor de 500 mil millones de pesos cada año.
Habrá que ver qué deciden finalmente, pero por ánimo no paran. Por ejemplo, el muy activo cuan ilusionado secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, celebró ayer que los ingresos tributarios que en 2000 representaban el 8 por ciento del PIB, ahora son el 10.4 por ciento del producto
, y que “en esta administración se han hecho dos reformas fiscales que significaron 2.4 por ciento del PIB en mayor recaudación… Cualquier reforma fiscal que se haga en México debe fortalecer las finanzas públicas, que nos dé mayores recursos para enfrentar los retos pendientes. Donde está más rezagada la recaudación en nuestro país es en impuestos locales, como el impuesto predial, y ahí se puede aumentar en forma importante la captación de recursos”. En realidad, donde más está rezagada es en el cobro al gran capital.
Qué bueno que esté ilusionado, por mucho que la realidad indique otra cosa. Por ejemplo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) documenta que la recaudación fiscal en México cayó en una proporción que coincide con el señalamiento del secretario de Hacienda, pero en sentido contrario, amén de que amplía el periodo de revisión: no se limita a los gobiernos panistas (Fox-Calderón), sino a algo un poco amplio, es decir, de 1990 a 2009, lapso que involucra a cuatro administraciones (Salinas, Zedillo, Fox y Calderón).
De cualquier forma, no habría mucho de qué presumir. Por el contrario, tendría que ser una señal de alarma, porque el comportamiento de la captación fiscal en México resulta similar al registrado en Guatemala y Honduras (en términos proporcionales), pero inferior a la de Haití, y kilométricamente alejado del avance obtenido por Argentina, Brasil y Bolivia en este renglón, que en igual periodo (1990-2009) observaron crecimientos sustanciales. Para no ir más lejos, Nicaragua capta mucho más que México (también en términos proporcionales), de tal forma que nuestro país se mantiene en el último lugar de la región en esta materia.
Resulta llamativo un apunte de la Cepal que contradice tajantemente la afirmación de Ernesto Cordero. Dice así: la carga tributaria, medida como el total de ingresos tributarios incluyendo contribuciones sociales como porcentaje del producto interno bruto (PIB), se elevó 5.6 puntos porcentuales para el conjunto de América Latina y el Caribe durante el periodo 1990-2009. Sin embargo, sólo México y Venezuela vieron reducida su carga tributaria (en 2 y 4 puntos, respectivamente). Es posible apreciar diferencias significativas entre los países. Los aumentos de la carga tributaria han sido especialmente relevantes en Argentina (más de 15 puntos porcentuales), Bolivia y Nicaragua (cerca de 13), Cuba (algo más de 13), y Brasil, Colombia y Ecuador (entre 7 y 9). Por el contrario, países como Guatemala, Honduras y Panamá apenas han elevado su carga tributaria (entre 2 y 3 puntos porcentuales). En el caso de Chile, la recaudación de 2009 se vio especialmente afectada por la reciente crisis económica mundial y anuló en parte el crecimiento registrado desde 1990 (más de 5 puntos), quedando, por primera vez en el periodo analizado, por debajo del promedio regional
.
En el mejor de los casos, México habría incrementado su recaudación, como asegura Cordero, pero a golpe de exprimir aún más a los causantes de siempre y profundizar, hasta niveles verdaderamente peligrosos, el saqueo a Pemex, empresa del Estado mexicano que, en lo inverosímil, obligadamente debe endeudarse para cubrir la brutal carga tributaria que le impone el gobierno federal (la gallina de los huevos de oro negro a punto de sucumbir). Ni con el pétalo de una visita del SAT se ha tocado fiscalmente al gran capital, y mientras no se haga la situación recaudatoria no sólo empeorará, sino que el ánimo social se exacerbará todavía más.
La presión impositiva para los países de América Latina y el Caribe en 2009 fue de 19.4 por ciento del PIB en promedio, de acuerdo con la Cepal. Sin embargo, dado el nivel de heterogeneidad de la región, dicho promedio esconde diferencias importantes entre países, las cuales se explican, en parte, por la alta dispersión del ingreso per cápita entre ellos. De esta manera, la carga tributaria de Brasil ascendió a 34.3 por ciento del producto, casi dos veces el promedio regional. Argentina y Uruguay también exhibieron cifras superiores al promedio, en torno a 31 y 25 por ciento, respectivamente. En el extremo opuesto se encuentran Haití, Guatemala y México, con presiones tributarias que rondan el 10-11 por ciento del PIB, aproximadamente la mitad del promedio de la región. En el caso de México, su presión tributaria es inferior a lo que correspondería según su nivel de ingreso per cápita, habiendo descendido, incluso, en casi dos puntos porcentuales del PIB durante el periodo 1990-2009.
Las rebanadas del pastel
Entonces, como dirían los clásicos, qué bueno: vamos por el rumbo correcto
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