uestros políticos se dejan guiar antes por el sentido de la oportunidad que por una ideología o por una plataforma de gobierno. Es decir, concentran su atención y su energía en tomar por los pelos de la frente a la diosa Ocasión, antes de que se les vaya, rapidita como es ella, y los deje mirándole la nuca calva. Así me explico yo la agilidad con la que cambian de partido, se acomodan con el que hasta entonces había sido su adversario irreconciliable, se desdicen, se contradicen y se maldicen.
Admito que en política la capacidad para identificar la oportunidad es clave de éxito; no obstante, me pregunto dónde queda la línea que separa este cálculo legítimo del oportunismo, que ya no es tan legítimo, y que siembra la confusión y el desconcierto en nuestro panorama político. A ese oportunismo le debemos que todos los políticos y todos los partidos sean iguales.
Su comportamiento nos deja en la oscuridad. Como no describen ni explican lo que entienden como su oportunidad
, tampoco comprendemos sus decisiones. ¿Alguien conoce las razones de Ángel Aguirre para abandonar 30 años de militancia en el PRI y lanzar su candidatura a la gubernatura de Guerrero bajo el cobijo de PRD-Convergencia? Sabemos que se inconformó con la decisión de la dirigencia priísta que optó por apoyar a Manuel Añorve, pero ¿qué podía significar este candidato en términos de programa de gobierno? ¿Cree Aguirre que Añorve no tenía el compromiso o la capacidad para gobernar como buen priísta? ¿Era una novedad o una restauración? ¿Dónde está la reflexión de Aguirre a propósito de su cambio de partido? ¿Fue solamente un acto de rebeldía contra una decisión que no le favoreció, en el sentido más amplio del verbo favorecer
? ¿O le preocupaba que un gobierno en manos de Añorve condujera a su partido –desde luego me refiero al PRI– por una senda equivocada?
En una entrevista reciente Aguirre se definió de una manera que sólo inspira desconsuelo: No soy un hombre de izquierda. Pero me gusta la trova cubana
. (Reforma, 2/02/2011) ¿Por qué el perredismo estuvo dispuesto a apoyar a un priísta que no ha tenido siquiera tiempo de deshacerse de sus corbatas rojas y remplazarlas por las amarillas que se han vuelto de rigor entre los perredistas?
La elección de Aguirre puso al descubierto la falsa oportunidad del PRI, pues todo sugiere que, confiado en encuestas nacionales que le son más que propicias, el partido también creyó que podía recuperar los modos de antes, e imponer al candidato que le convenía a la dirigencia nacional. La experiencia debe haberles enseñado que si había la oportunidad de ganar, no la había para volver al pasado. En realidad la interpretación del proceso electoral en Guerrero es complicada: ¿Indica que el PRD hubiera triunfado, independientemente de quién fuera su candidato? ¿Demuestra que Aguirre ganó a pesar de los partidos que lo postulaban, a ninguno de los cuales pertenece ni considera afiliarse?
Dada la importancia que ha adquirido la estrategia aliancista sería importante que tuviéramos claridad respecto de los resultados de la elección guerrerense. ¿El desistimiento del candidato panista fue equivalente a una alianza?
Los promotores de las alianzas partidistas parten del presupuesto de que existe una oportunidad de triunfo en 2012 para los adversarios del PAN; pero no son pocos los panistas que creen que una alianza con el PRD –como en Guerrero– puede frenar el regreso del PRI a Los Pinos; y muchos perredistas de ayer y de hoy piensan igual. El argumento es el mismo que en 2000, cuando foxistas tan diversos como Adolfo Aguilar Zínser y Elba Ester Gordillo apoyaron al candidato que, según ellos, podía triunfar en la ocasión que había creado el desprestigio del PRI, la predisposición antipriísta del entonces presidente de la República –Ernesto Zedillo–, y las cualidades personales de un candidato que –a sus ojos– podía arrastrar a masas de votantes. Esta conjunción de factores era única y había que aprovecharla. Así lo hicieron, y aún no sabemos cuál de esos factores pesó más en la decisión de los electores. Lo que sí sabemos es que esa oportunidad ya pasó, que Vicente y Marta Fox se beneficiaron de ella, pero que, gracias a Dios –como dirían ellos–, no necesariamente volverá el año que entra.