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Lo que solía no ser fácil ahora resulta muy tedioso, dice realizador invitado a la Berlinale

Empeora la situación para cineastas disidentes en Irán

En un país con censura, uno sólo puede expresar lo que quiere decir no diciendo nada, comenta otro de los directores

Muchos callan por temor a acabar como Jafar Panahi

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Integrantes de la compañía de danza Pina Bausch en una escena de la película Pina, dirigida por Wim Wenders. El filme estará en competencia en la Berlinale, que se celebrará en la capital alemana del 10 al 20 de febreroFoto Reuters/Donata Wenders
 
Periódico La Jornada
Jueves 3 de febrero de 2011, p. 8

Teherán, 2 de febrero. A los cineastas iraníes disidentes siempre les resultó difícil lidiar con la presión burocrática e ideológica para obtener la aprobación del Ministerio de Cultura y poder llevar sus producciones a la gran pantalla, pero la situación empeoró desde los comicios presidenciales de junio de 2009 y las protestas contra el presunto fraude que llevó a la relección de Mahmud Amadineyad.

El director iraní Asghar Farhadi, quien competirá este mes por el Oso de Oro en la Berlinale con su nuevo trabajo, intenta expresar el problema de forma diplomática: Lo que solía no ser demasiado fácil ahora resulta muy tedioso, señaló.

Muchos cineastas iraníes se harían eco de sus palabras y les encantaría no tener muchos miramientos, pero no lo hacen. Temen acabar como otro de sus compañeros, Jafar Panahi, que fue condenado a prisión.

En un país con censura, uno sólo puede expresar lo que quiere decir no diciendo nada, explicó recientemente al realizador iraní Naser Taghvaei.

Panahi, quien fue invitado a formar parte del jurado de la Berlinale, se había mostrado crítico con Amedineyad antes de las elecciones. Su apoyo a la oposición hizo que acabara en la lista negra del establishment, y fue arrestado por una película que supuestamente era crítica al régimen.

Su caso fue llevado ante un tribunal revolucionario, que normalmente sólo atiende casos de seguridad nacional. Panahi fue condenado a seis años de cárcel y se le prohibió hacer cine, escribir guiones, dar entrevistas a medios iraníes o extranjeros o abandonar el país en los próximos 20 años.

Puedo entender la prohibición de escribir o rodar, pero no salir del país ni hablar con la prensa en 20 años es atroz, declaró un realizador que prefiere mantener el anonimato.

Los abogados de Panahi apelaron de la sentencia. El ministro iraní de Cultura, Mohammad Hosseini, ha sido citado afirmando que la decisión judicial podría suspenderse en virtud de la apertura de mente de la nación. Pero para ello, Panahi debe prometer que cambiará el contenido de sus películas.

El número dos de Hosseini y jefe del departamento de Cine, Javad Shamghadri, acusó a algunos realizadores de no haber aprendido aún que las películas críticas y la traición cultural son incluso más dañinas que el espionaje.

Ante esta situación, muchos cineastas no saben cómo actuar. Algunos (de nuestros funcionarios) creen que la presión genera efectos positivos, pero esto se pasa de la raya, dice Taghvaei. Con la presión uno puede eliminar a los artistas, pero definitivamente no atraerá la creatividad, añadió.

Con todo, los cineastas iraníes también pueden tener problemas aunque sus películas sean ideológicamente aceptables por el régimen. Farhadi, quien en 2009 ganó el Oso de Plata en Berlín con About Elly, manifestó en un discurso en septiembre sus esperanzas de que los cineastas exiliados puedan regresar pronto al país.

Pero al Ministerio de Cultura no le gustaron nada sus declaraciones. Inmediatamente le ordenaron detener la producción de su filme Nadar and Simin-A Separation y sólo pudo reanudar el rodaje después de asegurar en repetidas ocasiones que no pretendía expresar ninguna crítica ideológica o política.

Sólo épicas y comedias, con apoyo

Anualmente se producen en Irán entre 50 y 60 películas. Los filmes épicos y las comedias frescas con repartos estelares no sólo reciben la bendición del Ministerio de Cultura, sino que gozan también de abultados presupuestos de los que no disfrutan los cineastas más serios.

Para evitar la catástrofe financiera, incluso los productores independientes mantienen una actitud de no intervención hacia las películas potencialmente controvertidas. Pues aunque un guión sea aprobado, no significa necesariamente que se autorice el rodaje. Además, por mucho que se envuelva una producción, puede que no se apruebe su distribución comercial, de modo que no se recupera la inversión.

Los cineastas se ven obligados a obedecer, o tendrán problemas. Les queda exiliarse o tener problemas con el sistema, como le ocurrió al pobre Panahi, dijo un periodista iraní.

Entre los que optaron por el exilio figura Bahman Ghobadi (Nadie sabe nada de gatos persas), quien se ha instalado en Berlín. Sin embargo, Panahi no pudo asistir el año pasado al certamen cinematográfico alemán y es muy probable que en esta edición, que arranca el 10 de febrero, tampoco pueda asistir, aunque haya sido nombrado miembro del jurado.