Opinión
Ver día anteriorMartes 1º de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Células sexuales de laboratorio: escenarios hipotéticos
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urante la primera década del siglo XXI, la cual recién concluyó, uno de los resultados más sorprendentes de la investigación biomédica fue la obtención de óvulos y espermatozoides en el laboratorio. En condiciones normales, estas células se producen en los ovarios y los testículos (gónadas), pero desde 2004 se ha demostrado que en los humanos su desarrollo puede ocurrir en medios artificiales a partir de otros elementos: las células troncales (llamadas también células madres o primordiales).

Esto ha abierto un campo novedoso en la investigación científica, orientado a buscar el tratamiento de algunas formas de infertilidad. Si bien la posibilidad de sustituir a las gónadas en una función tan importante resulta algo en sí mismo asombroso, lo es aún más que la formación tanto de óvulos como de espermatozoides pueda ocurrir independientemente de cuál sea el sexo genético de las células troncales.

El sexo genético se determina al momento de la fecundación, es decir, cuando se une un óvulo con un espermatozoide. Cuando la combinación de cromosomas sexuales es XX, se trata de un cigoto con sexo genético femenino, y cuando es XY se trataría de uno masculino. Las sucesivas divisiones en el desarrollo preembrionario da lugar a la formación de cúmulos de células troncales. Se trata de elementos pluripotenciales, llamados así porque pueden dar lugar a todas las variedades de células especializadas, como neuronas, células pancreáticas, hepáticas, cardiacas, etcétera. Estas células primordiales pueden aislarse y cultivarse en el laboratorio, y de este modo se ha podido estudiar su diferenciación en óvulos y espermatozoides.

Algunos de los avances más notables se han logrado en la investigación animal, especialmente en los estudios realizados en embriones de ratón, de cuyas células primordiales se han obtenido tanto óvulos como espermatozoides en distintas etapas de desarrollo. No sólo eso: en estos mamíferos, los espermatozoides obtenidos de esta forma han probado su capacidad funcional, pues al ser inyectados en óvulos de hembras adultas han dado lugar a la formación de embriones (Geijsen, 2004) y al nacimiento de ratoncitos (Nayernia, 2006), a lo que ya me he referido antes en este mismo espacio.

Los estudios realizados en humanos muestran, por su parte, que las células troncales de origen embrionario pueden desplegar las mismas propiedades que las observadas en ratones, con excepción de su capacidad reproductiva, pues estos experimentos no pueden realizarse en humanos por razones éticas y científicas (en los estudios de Nayernia los ratones nacidos murieron prematuramente). No obstante, se ha logrado el desarrollo de espermatozoides con etapas de maduración muy avanzadas y de óvulos todavía en etapas muy primitivas, a partir tanto de células embrionarias (Aflatoonian, 2009), como de células troncales adultas obtenidas de la médula ósea, también en nuestra especie (Drusenheimer, 2007).

Se trata de hallazgos que se encuentran en una etapa muy primaria y que por ahora están muy alejados de una posible aplicación, pero esto no nos impide imaginar algunos escenarios futuros, los cuales, de concretarse, podrían modificar todos los fundamentos de la reproducción humana. Examinar algunos escenarios hipotéticos tiene una justificación muy importante, pues, a pesar de su carácter inevitablemente especulativo, nos permite anticipar y actuar desde ahora en el sentido que resulte de mayor provecho para el avance del conocimiento y el bienestar humano.

Además de su importancia innegable en el tratamiento de la infertilidad, los resultados de la investigación en este campo permiten anticipar que en el futuro podrán conocerse con precisión y controlarse los mecanismos de diferenciación celular. De este modo, las gónadas no serán la única vía para la producción de células sexuales maduras, por lo que será posible contar con una fuente inagotable para la creación de óvulos y espermatozoides. En suma, de algún modo estaríamos ante el concepto de inmortalidad en términos de especie. Los límites del tiempo reproductivo se borrarían, pues abarcarían desde la fase embrionaria hasta después de la muerte.

Por otra parte, el hecho de que las células troncales (incluidas las adultas) puedan diferenciarse como óvulos o espermatozoides, independientemente de su sexo genético, lleva a pensar –siempre dentro de un escenario hipotético– en la posibilidad de que en el futuro las mujeres puedan producir sus propios espermatozoides y los hombres sus propios óvulos. Esto dotaría de una base reproductiva orgánica a la individualidad y la diversidad sexuales, lo que muy pronto dará pie a intensos debates en nuestras sociedades.

Seguramente lo anterior encierra también graves peligros y amenazas, pero dejemos que otros las expliquen. Los avances del conocimiento en la primera década de este siglo me dejan sorprendido y maravillado, y simplemente quiero compartir este asombro con los lectores.