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Un vuelo sideral por la ruta celta
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Periódico La Jornada
Sábado 29 de enero de 2011, p. a16

Privilegio de nuestra era: la emoción de presenciar el lanzamiento de obras maestras que las siguientes generaciones tomarán como improntas.

Ver salir a luz, una a una, las partituras de Arvo Pärt, Sofia Gubaidulina, Einojuhani Rautavaara, Terry Riley y John Adams, entre otros grandes maestros, es placer similar al que vivieron los coetáneos de Mozart.

Uno de nuestros coetáneos mayores tiene el rango de compositor sin escribir. Su noble oficio de ejecutante de viola da gamba tiene raigambre, peso y solvencia tales que alcanzan el mérito de un creador musical.

Jordi Savall prepara sus conciertos y sus grabaciones con la concentración de un científico, la paciencia de un labriego, la sabiduría de un astrónomo y el amor de un jefe de familia.

El Disquero es uno de los seguidores fieles de este hombre que merece el Premio Nobel de la Paz por razones innúmeras.

Su manera de hacer el bien está ampliamente documentada en su ya inmensa discografía, la mayor parte de ella en la disquera que fundó, AliaVox, y que La Jornada ha documentado puntualmente. Algunos ejemplos: www.jornada.unam.mx/2005/10/09/a03n1cul.php

www.jornada.unam.mx/2010/01/23/index.php?section=cultura&article=a15n1dis

www.jornada.unam.mx/2008/11/08/index.php?section=disquero&article=a19n1dis

El nuevo disco de Savall es un bello homenaje a las tradiciones musicales irlandesas y escocesas.

La viola celta. II evoluciona la estela de luz desplegada durante milenios, transmitida como flamitas de fuego sobre las cabezas de los hijos de patriarcas que silbaron, libaron, bailaron, entonaron, rasgaron, percutieron, formaron hogueras rodeadas de vida, alegría, degustación y gloria.

Jordi Savall ejecuta en una Treble viol construida alrededor de 1750 por el laudero Nicolas Chappuy, y en una Lyra viol de 1550, salida de las manos del maestro veneciano Peregrino Zanetto, en tanto el legendario Andrew Lawrence-King hace cantar una arpa irlandesa del siglo XVII restaurada y también una réplica reciente. Completa el trío el maestro Frank McGuire, con percusiones celtas.

El contenido del disco hace exultar. Al escucha se le suele pescar in fraganti: ya levanta el muslo izquierdo, ya flexiona la rodilla opuesta. Ya se dispone al baile saltarín, ya casi liba, silba, entona, degusta. Disfruta la gloriosa música celta.

La reportera de La Vanguardia, Sara Sans, documentó una noche de magia en una crónica estupenda (La sensible noche celta de Savall), donde el humanista refrendó desde el proscenio del Auditori Pau Casals, de El Vendrell, el sentido de su misión como artista: celebrar la vida, recuperar la memoria cultural, y así resistir, con esta música que ha sobrevivido a la inevitable y constante amnesia cultural del hombre y sus delirios globalizadores.

En el bello cuadernillo del disco, Jordi Savall realiza recuento regio de la gran tradición de la música celta, sin menosprecio sino elogio del trabajo de nuestros contemporáneos guerreros culturales, como los Chieftaines. Con su maestría, su bonhomía, su calidad de gran maestro, Savall nos otorga, con su nueva grabación discográfica, una alfombra mágica hacia los confines de los tiempos, un puñado de sueños lindos mientras suena su música, un géiser magnífico con brillos de solfas completados sus colores con la luz de luna y el resplandor solar.

Una colina de honor en el Olimpo.

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