Una declaración comprometedora
Dos raseros para un mismo asunto
i alguien tiene dudas sobre el papel que juegan los señores de la droga en la política del país, nada más hay que revisar un documento que se nos hizo llegar.
El documento es parte de la declaración en la SIEDO “sobre la relación de negocios que tuvo con el alcalde de Acapulco, Guerrero, Manuel Añorve, la cual está registrada de la siguiente manera: PGR/SIEDO/UEIDCS/109/2010. La dejamos así, sin decir nada más:
–Diga qué relación mantuvo con el alcalde de Acapulco.
–De negocios.
–Diga cuándo y de qué manera lo conoció.
–Lo conocí porque me lo presentó Ernesto Escalona, secretario de Turismo del estado de Guerrero, en una de las fiestas que hacíamos. Me pidió que lo ayudáramos a ganar la presidencia municipal.
–¿De qué manera lo ayudó?
–Con dinero
–¿Cuánto dinero?
–Dos millones de dólares, que le fueron entregados por Carlos Montemayor (alias El Charro, suegro y operador de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie).
–¿A cambio de qué le entregó el dinero?
–Le pedimos control de la policía, y que apagara las cámaras para que no registraran los operativos que hacíamos. También acordamos facilidades para los negocios que tiene la organización en el municipio.
–¿Qué tipo de negocios?
–Negocios limpios, comercios, bares, discotecas.
–Aparte de dinero, ¿de qué otra manera ayudó al alcalde?
–Quitándole problemas con sus enemigos.
–¿A qué enemigos se refiere?
–A otros políticos, gente cualquiera.
–¿Cuándo fue la última vez que tuvo contacto con él?
–En febrero, para reclamarle, porque también había hecho acuerdos con otro grupo.
El documento queda allí. Es la declaración de un criminal, es verdad, pero se hicieron frente a una autoridad, y por las fechas en que podrían haberse realizado, la contienda por Guerrero, en la cuestión electoral, aún no figuraba como tema principal de la vida política del país, así que, en caso de ser verídica, la pregunta es: ¿Por qué no se actuó, por ejemplo, como en el caso de Michoacán? Ahí se las dejamos.
De pasadita
El secreto se llama política.
Para nadie es un secreto que en el conflicto por la construcción de la supervía poniente, el ingrediente que envenenó cualquier arreglo que pudiera haber llevado a una solución que, sin perjudicar a los vecinos del lugar por donde pasará la autopista, ofreciera beneficios para el resto de la población del Distrito Federal, fue la incapacidad de las autoridades encargadas del caso, que no lograron, cuando menos, ubicar el epicentro del conflicto.
Llegó a tales extremos la ineficiencia y la falta de oficio, que en los últimos días del año pasado, el secretario de Obras del GDF, Fernando Aboitiz, pretendió convertirse en víctima de quienes protestan en contra de la obra. El funcionario se dijo agredido, e incluso pretendió que se diera fe notarial del asunto, pero los habitantes del lugar videograbaron, más que la supuesta agresión, el miedo o la cobardía del secretario de Obras.
Así, como ya les comentamos, el asunto se enconó y después del encontronazo con los vecinos de la colonia Narvarte por la construcción de un paradero para el Metrobús, en el que tuvo que intervenir la policía, se supuso que de ahí en adelante todas las obras que pretendiera realizar el gobierno de Marcelo Ebrard tendrían que solucionarse por el camino de la imposición o los macanazos.
No fue así. Hoy se nos demostró que cuando el oficio político es bueno, los problemas se solucionan. Luego de más de mil horas de pláticas con uno de los sectores más duros del DF, el de los microbuseros, el secretario del Transportes y Vialidad capitalino, Armando Quintero, logró un acuerdo para dejar lista la línea 3 del Metrobús. Cuestión de política, nada más.