finales de diciembre, el gobierno de Estados Unidos confirmó la reducción de la oferta mundial de productos agrícolas por las malas cosechas; además, que las existencias de tales productos llegarían a su nivel más bajo en los 15 años recientes, ocasionando un aumento en los precios de soya, maíz, arroz y trigo, la base de la alimentación mundial. Los informes gubernamentales del país vecino aludían a las causas de cosechas menores: condiciones climáticas desfavorables en Europa y Australia, así como los desastres naturales
que azotaron a buena parte de la unión americana, Medio Oriente y Asia. Cabe advertir que en dichos informes no se habla de escasez, sino de producción insuficiente para cubrir su demanda nacional y las necesidades mundiales. En cambio, augura que el aumento de los precios internacionales de las cosechas agrícolas también se dará el año próximo.
Con este panorama nada alentador coincidieron después los expertos del Banco Mundial, quienes agregaron mayor demanda mundial de trigo, arroz y maíz. Y el miércoles anterior, el Fondo Monetario Internacional pronosticó alzas promedio de 30 por ciento en esos cereales y la soya, las carnes y los aceites vegetales. Muchos gobiernos pusieron entonces en marcha medidas urgentes para alentar la producción agropecuaria y depender lo menos posible de las importaciones. Pero en nuestro país los funcionarios, nuevos gurús de la economía extraterrestre, se apresuraron a decir que la situación internacional no causaría problemas, que los aumentos registrados en los productos que integran la canasta básica y muchos otros se deben a factores estacionales
, a un fenómeno cultural
que ocurre cada enero. El senador del Partido Acción Nacional Eduardo Nava Bolaños afinó el análisis al asegurar que no es del gobierno panista la culpa de la crisis de producción en el agro sino a que hay muchos campesinos flojos
, a que una tercera parte de los productores no siembran sus tierras. Muy distinto opinaron los industriales y las organizaciones campesinas y agropecuarias, que llamaron a diseñar una estrategia de apoyo al campo a fin de producir cosechas suficientes de los productos con alta demanda nacional. De otra forma, el incremento de los precios seguirá su carrera, se extenderá en cascada a otros más, afectando negativamente la economía de la mayor parte de la población, no la de la burocracia consentida en la nómina y que goza de los salarios y prestaciones más altas en la historia nacional. Ahora de nuestros bolsillos sale hasta el dinero para pagarle la fiesta de cumpleaños a uno de los hijos del licenciado Calderón y la señora Margarita.
México perdió hace tiempo su autosuficiencia alimentaria, ahora depende del exterior para cubrir buena parte de la demanda interna de arroz, trigo, maíz, carne de cerdo, ave y res, leche y frijol. Cuna de la revolución verde, el país importa casi la mitad del trigo que consume, las tres cuartas partes del arroz y una cuarta parte del maíz. Somos origen de este último producto, pero incapaces de surtir la demanda nacional. Contamos con los especialistas para apoyar la buena marcha del sector agropecuario, pero 40 por ciento de los agrónomos no tienen empleo.
El gobierno presume en sus mensajes publicitarios de los mayores apoyos al campo en toda la historia, pero millones de campesinos, especialmente jóvenes, lo abandonan por pobreza, falta de crédito, semillas, precios justos, asistencia técnica. En paralelo, aumenta la desertización, sigue la deforestación y la pérdida de la biodiversidad.
Mientras los funcionarios inventan explicaciones para ocultar su incompetencia, el país deja ir la oportunidad de lograr la autosuficiencia agropecuaria y evitar así que impongan su ley las trasnacionales que manejan el mercado mundial de granos y alimentos. Además, los gobiernos del cambio fracasaron en su intento de administrar a México como si fuera una empresa.
Desde hace tiempo, los expertos advierten sobre la necesidad de no depender del exterior en el renglón alimentario. De que nuestro país cuenta con las condiciones naturales, con la mano de obra necesaria para producir lo que necesitamos y hasta para exportar.