ara la mayoría de los comentaristas políticos en Estados Unidos, el presidente Barack Oba-ma pronunció uno de sus discursos más importantes con motivo de las honras fúnebres a las víctimas del atentado ocurrido el 8 de enero en la ciudad de Tucson, Arizona.
Su llamado a la reconciliación nacional en honor de quienes perecieron y de los que permanecen hospitalizados como resultado del atentado fue intenso. Dejó una profunda impresión en los miles que estuvieron presentes en el gimnasio y el estadio de la Universidad de Arizona, así como entre los millones que lo siguieron por radio y televisión.
No fue un discurso partidista ni llevaba la intención de encontrar culpables por el evidente clima de intolerancia en la arena política. Fue una elegía en la que resaltó las virtudes de quienes sufrieron la agresión y también un recordatorio de que es posible encontrar en la discrepancia un acuerdo civilizado para resolver los problemas comunes.
Sin fustigar a quienes han incendiado el discurso político con intolerancia y amenazas de linchamientos, se refirió al daño que hacen a la convivencia social quienes explotan las diferencias políticas con fines que poco tienen que ver con el componente esencial de la política: construir acuerdos.
No tardaron mucho los eternos denostadores del presidente, principalmente en los medios más conservadores, en refutar sus palabras mediante el expediente de excusar a quienes han creado el clima de intolerancia, con el argumento de que los otros
también han actuado de la misma manera.
Antes del discurso presidencial, a sólo unas horas del atentado, algunos comentaristas ultra-conservadores ya se habían encargado de buscar culpables en el otro lado del espectro político. No podía faltar la señora Sarah Palin, principal cabeza del movimiento conservador Tea Party. En un mensaje grabado para defenderse de los señalamientos que se le hicieron como responsable de provocar el ambiente de intolerancia política, los refutó diciendo que era blanco de una condena falsa. No midió las consecuencias y ofendió a muchos cuando dijo que los ataques contra ella era un libelo de sangre, blood libel. La frase tiene una carga negativa para el pueblo judío, porque en la Edad Media, absurdamente, se les acusó, junto a otras minorías raciales, de utilizar sangre de infantes para rituales religiosos.
Con estos desplantes no será fácil restañar las heridas infligidas por un lunático cuando, ante un llamado de cordura, se responde con ataques y referencias que agreden a otros e inflaman aún más el ambiente político. En todo caso, se da la razón a esta y otras personas que encuentran justificación en los incendiarios comentarios de personas como Rush Limbaugh, Glen Beck y Sarah Palin para actuar con violencia. Al parecer, quienes defienden a capa y espada el statu quo no encuentran una argumento lo suficientemente razonable para evitar confundir a los adversarios políticos con enemigos a los que hay que destruir.