E
l peor presidente del mundo
bien puede ser título de un nuevo cuento de Francisco Hinojosa para niños que, junto con la campaña NO + Sangre, ideada por Rius, queden en la memoria como símbolos de los años funestos que estamos viviendo.
Un grupo de amigos maestros decidió investigar qué pensaban sus alumnos de secundaria sobre el presidente de su país. Encontraron que de diferentes maneras lo definieron como un personaje hostil y nocivo para México. Hicieron una evaluación de sus acciones en cinco áreas: educación, economía, campo, trabajo y derechos de los niños. Los resultados fueron puros taches y sólo unas tres palomitas perdidas en el conjunto. Uno se pregunta si no hay nadie cerca de Calderón que le tenga suficiente cariño para aconsejarle ejercicios de autocrítica. Quienes le siguen la corriente, ¿lo hacen por conveniencia, por miedo o por idiotez?
Lo más triste, sin embargo, es que los aproximadamente 50 millones de adultos mexicanos inconformes con lo que ocurre en el país no seamos capaces de poner fin a esta situación. ¿Nos falta valentía y creatividad? ¿Por qué permitimos que una clase política inepta, deshonesta, sin compromisos con el pueblo, sin talento ni vergüenza, siga devorando multimillonarios recursos públicos, mientras niños y jóvenes, que son los únicos que podrán mejorar el país, carecen de las oportunidades básicas para su desarrollo?
Por eso da gusto saber que, al menos en Durango, personajes como Mafalda están llegando a los niños. Si yo fuera secretaria de Educación –señor Lujambio– convertiría esas historias de Quino en texto obligatorio, no sólo para los niños, sino para los maestros. Porque es urgente que las nuevas generaciones desarrollen un pensamiento crítico, una conciencia ética y una personalidad insumisa y sólida, como la de esa niñita adorable a la que le duele el mundo, hace preguntas brillantes y, siendo tan pequeñita, tiene opiniones propias y amor por la libertad.
Buena noticia es también que el gran artista oaxaqueño Francisco Toledo esté impulsando programas de educación artística para niños e indígenas. Necesitamos generaciones de mexicanos sensibles y con inventiva, capaces de evitar que los peores individuos sean los que lleguen a los puestos de poder, sólo por ambición malsana y sin compromisos éticos.
Mientras tanto, tenemos que inventar, por ejemplo, un Consejo Ciudadano de Ética, integrado por honorables siquiatras, filósofos, abogados y economistas, cuyo veredicto ponga fin al gobierno de Calderón, aunque la ley no contemple este recurso, todavía: ¿qué tal un plebiscito cada dos años?
Tenemos derecho a otra realidad.