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Bolivia “Actuar como locos” Haciendo la revolución en Tarija Armando Bartra Tarija es uno de los departamentos bolivianos de la llamada Media Luna, región en la que aún tiene fuerza considerable la oligarquía. Y la relevancia del departamento es grande pues de ahí proviene el gas boliviano, lo que le permite a la administración local manejar una porción sustantiva de la renta generada por los hidrocarburos. No sorprende entonces que Tarija esté todavía gobernado por la derecha, que también tiene mayoría en la Asamblea y controla la mayor parte de sus 11 municipios. Esto cambió el 15 de diciembre de 2010 al ser suspendido el gobernador Mario Cossío para enfrentar un cargo por corrupción, pero su temporal sustitución por Lino Condori, del Movimiento al Socialismo (MAS), no modifica el hecho de que en la reciente elección de gobernador, realizada en abril de 2010, en Tarija ganó la derecha. En cierto modo la revolución, vencedora en el plano nacional, aún no ha triunfado del todo en éste y otros departamentos. Lo que sí ha comenzado a cambiar es la correlación de fuerzas. Como dicen los tarijeños “de razón” refiriéndose a la “contaminación” de las comunidades rurales del sur boliviano por la insurgencia de los aymaras y quechuas de las tierras altas de occidente: “nuestros campesinos se han vuelto como los collas”. Manifestaciones, tomas de oficinas públicas, bloqueos de carreteras son, cuando menos desde hace ocho años, práctica frecuente en el departamento. Cecilio: representante campesino. Salimos de la ciudad de Tarija cruzando las viñas que producen un afamado vino de altura y remontamos la reseca cordillera por un camino de terracería tan nuevo que los perros no sólo corren ladrando al lado de la movilidad, se atraviesan a su paso pensando que la camioneta es alguna clase de caballo y lo pueden atajar. Ya aprenderán. Cecilio nos espera junto a las grandes piedras que amontonó su padre para consolidar las terrazas que ahora él cultiva. Ahí tiene maíz, trigo –que trilla con burros en una arcaica era de laja–, habas y papas. Las cebollas están en riesgo porque les cayó una plaga de hormiga sacamanteca. Camino a la nueva presa que reforzará los rústicos sistemas con que ahora aprovechan la poca agua disponible, cruzamos entre rebaños de ovejas y saludamos a los que van con sus burros al otro lado de la montaña para cosechar naranjas que venderán en Tarija. Otros, que practican una desparramada ganadería trashumante, van a visitar las vacas que dejaron en sus potreros remotos. “Algunos decían que desde la revolución de 1953 el Movimiento Nacional Revolucionario nos había quitado el yugo –comenta Cecilio, que es secretario general del sindicato de su comunidad, perteneciente a la Federación Sindical Única de Comunidades Campesinas, de Tarija–. Pero no era verdad. Antes esperábamos que las cosas nos cayeran de arriba, ahora el cambio viene de abajo. Es gracias a la lucha que la gente está consiguiendo lo que nunca había tenido”. No es poco: en los cinco años recientes las comunidades que encabeza Cecilio han logrado que se haga el mentado camino carretero; que lleguen el agua potable y la electricidad, y que en la escuela, donde antes sólo había un maestro, ahora haya cuatro. Para esto han tenido que lidiar con los funcionarios de la alcaldía y del gobierno departamental: agotadoras negociaciones que sólo se agilizan con cortes de carreteras y ocupación de oficinas. Un ejemplo: en estas tierras altas habilitadas mediante terrazas ancestrales llueve poco y para cosechar maíz, trigo, haba, cebolla y otras hortalizas es necesario regar. Con este fin han hecho canalizaciones rústicas y para aprovechar mejor el agua pidieron al gobierno que los apoyara en la construcción de algunas presas pequeñas. En vez de esto la obra se licitó y la compañía ganadora hizo las cosas tan mal que tuvieron que expulsarla. Ahora ellos están terminando las obras con trabajo comunal. Otro logro de la gente de Cecilio fue la creación de una nueva comunidad en tierras que estaban en litigio con presuntos dueños y que, gracias al saneamiento que se hizo en el marco de la Ley 3545, se descubrió que en realidad eran fiscales y por tanto susceptibles de entregarse a los campesinos si conformaban una comunidad. “Ya estamos en la última pataleada para que las tierras queden dominadas por comunitarios”, dice el dirigente. Estos avances tienen que ver con reforma agraria y con desarrollo rural, pero el cambio más importante en que están enfrascados es el de crear uno o dos nuevos municipios. Y es que el de Cercado, donde está la capital departamental, siempre ha sido gobernado por los ricos de Tarija y en beneficio de la zona urbana, mientras que la periferia rural fue por completo abandonada. Por eso ahora las comunidades se han propuesto conformar un par de nuevos municipalidades de carácter campesino en el área rústica de la actual circunscripción, que abarcarían inclusive la zona periurbana de Tarija, habitada por personas de origen y ocupación rural. Los demandantes son cerca de 30 mil y reúnen las condiciones para que se autorice la remunicipalización, con la cual el astroso anillo campesino que rodea a la flamante capital gubernamental, conquistaría autonomía y gobierno propio. De lograrlo, los siempre despreciados chapacos asestarían un fuerte golpe, tanto político como simbólico, a los orgullosos jailones de la derecha tarijeña. En sus nuevas batallas, los campesinos de Tarija cuentan con el apoyo del gobierno de La Paz, lo que es muy relevante, pero la correlación de fuerzas decisiva es la local, y en los años recientes la han ido inclinando a su favor. Bertha, Guadalupe y Lino: asambleístas. En el nivel departamental el poder legislativo es una Asamblea conformada por 30 integrantes, los que habitualmente eran representantes de las élites, llevados al parlamento por los partidos tradicionales. Hoy en Tarija las cosas han comenzado a cambiar, pues hay 11 asambleístas de izquierda y algunos de ellos son campesinos y campesinas propuestos por la Federación y postulados por el MAS. Guadalupe, Bertha y don Lino son asambleístas campesinos, y los dos últimos forman parte de la Comisión de Desarrollo Productivo. Los nuevos parlamentarios están claros de lo que hace falta: “Después de una larga lucha ganamos el poder político en lo nacional –dice Guadalupe–, pero nos hace falta ganar el poder económico que está en manos de los que siempre han llevado la pobreza al campo. El departamento tiene harta plata para el agro pero se emplea muy mal y no ayuda a los campesinos jodidos que vendemos siempre a precio de gallina muerta, sino sólo a los grandes que lo tienen todo. Además de que la mayor parte del dinero se va en el pago del personal. El problema lo tenemos en que la élite está desde siempre controlándolo todo desde la capital del Departamento” Entonces Bertha toca la cuestión de fondo: “Lo más jodido es que en Tarija no tenemos mayoría en la Asamblea, somos 11 contra 19. Pero la gente piensa que ya llegamos y que desde ahí lo vamos a hacer toíto. Y no es así. Los congresistas nos sentimos como huérfanos. La organización nos puso y luego nos dejó solos”. En la reunión está Elvio, que es representante de la Federación, y se compromete a formar un grupo –un parlamento, dice– que asesore y acompañe a los asambleístas campesinos. Gladis, Juan Carlos, José y Roberto Carlos: alcaldes. De los 11 municipios de Tarija sólo en cuatro hay alcaldes campesinos propuestos por las organizaciones y postulados por el MAS, quienes no sólo son minoría sino que están ahorcados presupuestalmente por gobierno departamental derechista. Para hacer frente al desafío, los munícipes de izquierda formaron un Bloque de Alcaldes Campesinos. Si los asambleístas tienen que aprobar el Estatuto Autonómico Departamental, los alcaldes tienen que elaborar las Cartas Orgánicas Municipales que especificarán sus atribuciones y funcionamiento. Y la tarea es importante pues si la revolución boliviana ha de ser descolonizadora, los municipios deben refundarse, dado que su funcionamiento actual reproduce la lógica centralista y autoritaria del anterior Estado nacional, privilegiando política y presupuestalmente a las élites y los centros urbanos y marginando a las mayorías y los entornos rurales. Juan Carlos es uno de los alcaldes más jóvenes de Bolivia y se ha propuesto cambiar las cosas. “Necesitamos un cambio de verdad. Y esto significa dejar de gastar el dinero en la cabecera y pasarles de una vez toda la plata a las comunidades. Si no descentralizamos el presupuesto y también la decisión de cómo emplearlo, estaremos actuando como ellos. Pero en esta mudanza hay dos tiempos, uno es el largo, el de las Cartas Orgánicas, que van a definir hacia donde vamos; y el otro es el corto, porque también hay que satisfacer las necesidades inmediatas de la gente”. Gladis, José y Roberto Carlos, que son los otros alcaldes del Bloque, están de acuerdo con esto. Pero hay diferencias en el énfasis. Algunos piensan que lo más importante es lograr que la gente se sienta satisfecha, y para esto hay que “aprender a ser alcaldes” y “gobernar bien”, de modo que “ganemos tiempo para cambiar el rumbo”. Mientras que el joven Juan Carlos sostiene que lo más importante es dar el golpe de timón, aunque algunos no vean satisfechas sus expectativas inmediatas: “Sólo hay dos caminos –insiste– ser diferentes de ellos o ser como ellos”. Armonizar los ritmos diferenciados de esos dos tiempos es el reto no sólo de los alcaldes campesinos tarijeños sino de la propia revolución boliviana, que ha necesitado caminar con las dos piernas: solucionar las necesidades más urgentes de una población cuyas carencias son tan abismales como elevadas sus expectativas, a la vez que construía una nueva institucionalidad, una nueva cultura y nuevas prácticas que permitan avanzar hacia objetivos más ambiciosos y hagan irreversibles los cambios ya logrados. Elvio: “Actuar como locos”. “Cuando a Cantinflas le encargan la iglesia, él, como cura nuevo y joven, lo primero que hace es pintarla de colores: rojo, azul, amarillo, verde; luego en vez de llamar a misa con las campanas llama con mariachi; y además no oficia de mañana sino a la media noche, que es cuando vienen las tentaciones y se despiertan los malos pensamientos”. Esto dice Elvio, sin que de momento sepamos a donde quiere llegar. “Así tenemos que hacer nosotros –continúa–. Tenemos que actuar como locos. Poner las cosas al revés. Porque si empezamos a comportarnos como ellos, como los curas viejos, el sistema nos va a capar”. “La Federación nació en 1982 –rememora el dirigente mientras mastica hoja de coca– y al principio todo era posicionamiento crítico, protesta, movilización permanente. Ahora la cosa es distinta: tenemos asambleístas, alcaldes, concejales. Y por eso corremos el riesgo de ser absorbidos por el sistema, por las normas y estructuras de la función pública. Entonces lo que hay que hacer es actuar de otra manera, actuar como locos. Si no queremos que lo de Estado Plurinacional se quede en el solo nombrecito, necesitamos un cambio revolucionario, un cambio total. Algunos dicen que la Federación está adormecida porque tenemos un presidente indígena, además de alcaldes y asambleístas campesinos. “Pero no basta llevar a los nuestros a los puestos de representación, es necesario definir su mandato, hace falta propuesta, hace falta debate. Parece como si la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), como si la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob), como si las Bartolinas tuvieran miedo de criticar y de autocriticarse, porque tenemos enfrente a la derecha. Pero no. Los compañeros como Guadalupe, Gladis, Bertha, Juan Carlos, José, Roberto Carlos, don Lino, que por primera vez están ocupando cargos públicos, no deben permitir que el sistema los castre al adoptar el comportamiento de la administración vieja. Hay que atreverse a actuar como locos”. |