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Ver día anteriorMartes 11 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La zarza rediviva
U

no de los trabajos sobre arte mejor concebidos entre los que se publicaron en 2010 es el doble volumen que titula esta nota y que fue realizado bajo la coordinación editorial de Ernesto Lumbreras, publicado por el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Cultural Cabañas, de Guadalajara. Versa sobre José Clemente Orozco y da cuenta de la fortuna crítica de la que fue objeto el muralista en varios momentos de su trayectoria en vida y de manera póstuma.

Los ensayos sobre murales son indispensables como fuentes de consulta, pero se añaden también compilaciones de textos que resultan novedosos para quienes se interesan en hacerse una idea, no sólo de la producción del pintor, sino también de su idiosincrasia. Los volúmenes corresponden a la investigación realizada por un trabajo del equipo integrado por María Inés Torres, Miguel Cervantes, Mari Carmen Canales, Alizia Lozano y el propio Ernesto Lumbreras, responsable final de la edición, además de prologuista.

No es posible enumerar autores (entre quienes me encuentro) ni temas, pero recomiendo ampliamente tanto a bibliotecas, instituciones, centros culturales, museos, etcétera, como a los particulares interesados en el tema, la adquisición de los dos tomos.

Pondré ejemplos. A Hans Haufe, profesor de la Universidad de Heidelberg y frecuente visitante a nuestro país durante algún tiempo, se le representó con una consideración sobre la exposición de Orozco en la entonces República Federal Alemana que tuvo lugar en 1980.

Al artista mexicano se le ha comparado con el expresionista Max Beckmann (1884-1950), Haufe, con lucidez, arguye que es arriesgado compararlos. ¿No existe acaso el riesgo de transferir nuestra óptica a México, de forzar una realidad cultural diferente para ajustarse a nuestras etiquetas?

Beckmann encarna dentro de la tradición expresionista germana la condición de los oprimidos e impotentes, pero moralmente superiores.

Orozco se descarga sobre la arlequinada vil de los corruptos ideológicos en la escalera del Palacio de Gobierno de Guadalajara. Sin duda así es, lo que quizá faltó decir es que Beckmann se percató de Orozco, pero al parecer lo contrario no sucedió.

Me sorprendió la inclusión del breve artículo de Rubén Salazar Mallén, ex comunista y luego ex nacionalsocialista, pero me sorprendió por la valentía que supone el haberlo incluido. Según este profesor universitario, la música y la poesía  representan la libertad, la pintura, en cambio, representa la servidumbre y la dependencia. Hay que aclarar que el texto apareció inicialmente publicado con motivo de la muerte de Orozco, en 1949.

Y así podría mencionar otras inclusiones que iluminan cuestiones con luz a veces negra, como la de Raquel Tibol, congruencias e incongruencias. Orozco nunca dio validez a la posible sabiduría del espectador, porque fue juez y parte del drama. Lo didáctico no le produjo jamás la menor inquietud, caso contrario al de Diego Rivera.

Sólo uno de los textos fue encargado ex profeso para la publicación. Corresponde a la joven crítica María Minera, conocida sobre todo por sus colaboraciones en las páginas de la revista Letras Libres.

Minera dice algo muy cierto: la superficie de la pintura mural sin duda está a la vista, pero que esté a la vista no implica necesariamente que se la vea (...) Ya no estamos ligados a lo nuestro del mismo modo como lo estaba Efraín Huerta en su artículo Orozco, el genio furioso.

Hay una aseveración en el texto de Minera que es, por lo menos, bastante discutible (y eso es lo bueno): La obra en que el pasado está en alguna manera perpetuado no es necesariamente mejor que aquella que es pura invención.

Puede ser, pero, ¿hay deveras algo que sea pura invención?, lo digo porque hasta los objetos encontrados de Duchamp tuvieron antecedentes, y no pocos, su intención y su recepción fue lo que contó.

El campo artístico está poblado de buenas intenciones, así como de oportunismos a ultranza. Para afianzar su dicho, la autora alude a T.S. Eliot, buena fuente sin duda, pero dentro de otro contexto.

Otros autores contemporáneos destacables y discutibles son el jalisciense Baudelio Lara y el joven profesor e investigador Eric Castillo, para quien la obra orozquiana emite misteriosa revelación, aunque su figura sigue siendo elusiva.

Desde luego que –para quienes no conocen el trabajo de Renato González Mello– el capítulo sobre el mural que conocemos como Catarsis, en el Palacio de Bellas Artes, es lectura indispensable.