n pocas horas empieza la segunda década del siglo XXI, cuando se asentarán perfiles básicos sobre si es posible una transición, no-terminal
, de una civilización dependiente de los combustibles fósiles, a otra centrada en fuentes renovables de energía, en el ahorro, eficiencia y acceso global y equitativo a su uso.
Aunque en esta era de la cohetería balística intercontinental y del armamento termonuclear el reto es lograr esa transformación sin una tercera guerra mundial (TGM) y sin que se produzca un devastador deterioro climático-biológico irreversible, la experiencia histórica indica que la racionalidad
requerida para ello se ha visto mediatizada por lo que C. Wright Mills llamó la irresponsabilidad organizada
, en pos de ganancias por la vía de la especulación financiera, las soluciones expeditas del intervencionismo, las guerras y la diplomacia de fuerza.
Recuérdese que las cúpulas de la industria eléctrica, del gas, petróleo, carbón, automotriz y el sistema bancario/financiero tienen gran peso en la gestión doméstica y externa de las naciones industrializadas, lideradas por Estados Unidos en dependencia, consumo y derroche energético.
La hegemonía sobre los instrumentos de Estado por parte de esos consorcios, si bien no es total o definitiva, obstaculiza la fluidez para adoptar medidas efectivas ante el acelerado deterioro ambiental por la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), al tiempo que auspicia la vía militar por el control de los cada vez más escasos campos gigantes de petróleo convencional, desatando catástrofes humanas en Irak y Afganistán; aumentando la tensión y el conflicto en el mundo y en Oriente Medio, sede de la mayor reserva petrolera mundial y, como ilustran los documentos de Wikileaks, gestando el caos a diestra y siniestra al militarizar, mercenarizar y degradar el derecho internacional y las relaciones interestatales.
Se propician así los vínculos entre las guerras de conquista, la intervención/ocupación militar y los precipitantes de una TGM: los hombres del petróleo no quieren la guerra
, apuntó certero C. Wright Mills en Las causas de la tercera guerra mundial (Ballantine, 1963), “...pero sus intereses son de tal naturaleza que ellos se la jugarán más que cualquier otra industria. No son ‘mercaderes de la muerte’; son mercaderes de petróleo. Pero no simple y llanamente ‘petroleros’: también son hombres políticos. Son parte de los capitalistas de línea dura en la toma de riesgos”.
Así, aunque bienvenida cualquier limitación del armamento nuclear, la continuidad con Obama de las guerras y ocupaciones de Bush-Cheney en Irak y Afganistán y en otras naciones y regiones, incluyendo el asedio y codicia por el petróleo iraní, venezolano y africano, persiste y aumenta el riesgo de TGM, aún con un START renovado. Ello –inter alia– por el acoso de EU a Rusia e Irán, con despliegues antibalísticos en las narices del Kremlin, que fragilizan la disuasión y la ecuación estratégica: de desatarse una TGM el planeta será inhabitable.
En lo referido a la irreversibilidad del deterioro climático y de la extinción de especies en curso, los retos y obstáculos son elevados. Los que emiten la tajada mayor de GEI posponen medidas efectivas en favor de diseños especulativos con el clima y de despojo empresarial/militar de las forestas nativas (REDD). Ello, cuando amenaza la irreversibilidad del calentamiento
por la inminente desintegración del hielo en Antártida y Groenlandia, según advierte el Instituto Goddard de la NASA (Monthly Review, diciembre de 2010).
También se detecta una súbita aceleración en la extinción de especies porque el movimiento del cambio climático es mayor al desplazamiento que las especies puedan realizar como respuesta
. Según el director de Goddard, el futuro del planeta lo determinará de muchas maneras lo que podamos hacer en los años por venir. No es asunto para la próxima generación: para cuando los jóvenes lleguen a la adultez, la situación podría estar fuera del control
.
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