os extremos a los que ha llegado la polarización en la política estadunidense son motivo de preocupación de un grupo de ciudadanos que advierte que, de persistir, el gobierno se puede paralizar. Por ello han iniciado un movimiento denominado Sin Etiquetas (No Labels). Dicen que los ciudadanos están frustrados por el tono de la discusión política
y consideran que el divisionismo partidario está destruyendo la habilidad para gobernar
. Consideran vital (el rescate) del centro político donde las ideas y propuestas se deben juzgar por sus propios méritos
Sin decirlo explícitamente, es un llamado a la creación de una opción política independiente que llene el vació
que existe en el centro de la política estadunidense.
A diferencia de los más recientes esfuerzos para crear partidos independientes
: Ross Perot en 1992 con el Partido por la Reforma, de tendencia liberal, y Ralph Nader en 2000 con los Partidos Verde y Progresista, de izquierda, esta vez la propuesta es superar los extremos del espectro político.
En momentos en que parece no haber punto de acuerdo sobre los problemas más acuciantes en el país, la propuesta es interesante. Nadie o muy pocos estarían en contra de acuerdos de los que se derive el beneficio para la sociedad en su conjunto.
Solamente hay un problema esencial en esa pretensión de diluir las diferencias entre liberales y conservadores o, para decirlo en términos llanos, entre izquierda y derecha: no son hipotéticas, sino reales. Una de ellas, tal vez la más significativa, es el cómo y en qué monto deben pagar impuestos los diferentes segmentos de la sociedad, y cómo se gastarán esos impuestos. Eso no está del todo claro entre este grupo de ciudadanos en su propuesta de una nueva organización política.
Hoy día, una de las manifestaciones más claras de esa diferente concepción en torno a la política fiscal es la forma en que unos y otros juzgan la disminución de impuestos, decretada por la anterior administración. Para los liberales se creo un régimen de excepción para 2 por ciento de los ciudadanos a costa del otro 98 por ciento, en el que el ahorro proporcional para los primeros supera con creces el de los segundos; además incrementa el cuantioso déficit del que tanto se han quejado los conservadores.
La continuación de esa canonjía por otros dos años acentúa ese privilegio y lo hace todavía más ominoso. Así lo han dicho quienes en el Congreso y fuera de él se opusieron a que el presidente Barack Obama concediera esa extensión por dos años más. Para los conservadores, ahondar en esa disputa es promover una lucha de clases
Por mucho que sea el hartazgo de la sociedad a causa de las disputas entre los partidos políticos, en la práctica queda demostrado que es extremadamente difícil conciliar intereses tan diferentes. Para unos pocos las cosas están bien y hay que preservarlas; para otros es necesario cambiarlas por el bien de los más. Esa diferente percepción sobre la sociedad no se resuelve en la neutralidad política que, a fin de cuentas, es sólo una ilusión.