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Un nuevo modelo agroalimentario Víctor Suárez Carrera “Divididos no avanzaremos; El campo: clave para enfrentar la crisis climática planetaria. A la luz de la crisis climática planetaria, hoy se revelan las falacias, ignorancias, contrasentidos y necedades de un puñado de dogmáticos y trasnacionales que en los 30 años recientes han pretendido invisibilizar al campo, declarando la guerra a los campesinos, a los pueblos indios y a la población rural de México y el mundo. Como lo señala Víctor Toledo “el calentamiento del planeta se debe no sólo a la producción industrial y al transporte”, entre 25 y 32 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que provocan el calentamiento global provienen de áreas rurales. En el caso de México, según el Programa Especial de Cambio Climático (PECC) del gobierno federal, los GEI generados por las actividades en el territorio rural aportan 19 por ciento del total nacional. A esta cifra debe agregarse dos por ciento de emisiones derivadas de los energéticos fósiles utilizados en las actividades agropecuarias y forestales, así como entre dos y cuatro por ciento por los GEI causados por las importaciones masivas de alimentos e insumos agropecuarios y por el llamado turismo de granos dentro del territorio nacional. De tal forma que el campo y la gestión actual de los territorios rurales del país aportan, bajo el modelo hegemónico neoliberal, alrededor de 25 por ciento del total de GEI, y se equiparan a las emisiones de los sectores de energía (generación y uso) y transporte. Sin embargo, aún dista mucho de reconocerse en México y en las negociaciones climáticas globales la responsabilidad de los modelos agroalimentarios y de gestión de los territorios rurales hegemónicos en la crisis climática. A lo más, se considera a la deforestación y degradación de los bosques en los países subalternos como un factor relevante de emisión de GEI pero considerándolo como algo aislado e independiente del modelo de agricultura industrial hegemónico impuesto en la mayor parte de los países por el llamado Consenso de Washington y sus instrumentos e instituciones (FMI, BM, BID, OMC, REDD+). En todo caso, se atribuye la degradación de bosques y suelos y la deforestación a los instintos “ecocidas” de las comunidades campesinas, los pueblos indios y, en general, de los pobres rurales. Cambio climático y modelo hegemónico agroalimentario. El cambio climático global, resultado del sistema-mundo moderno y exacerbado en los pasados 50 años, es un hecho incontrovertible que amenaza la acumulación capitalista a escala planetaria y la sobrevivencia de la humanidad. El cambio climático ha afectado, y lo hará con más frecuencia y severidad en el futuro, la producción y disponibilidad de alimentos y agua, así como los modos de vida rurales a lo largo y ancho del planeta por medio de la exacerbación de sequías, inundaciones, alteración de los ciclos hidrológicos, deslaves, surgimientos de plagas y enfermedades, etcétera. Hoy, de acuerdo con un estudio del Instituto de Políticas Agrícolas y Comerciales (IATP) y la Fundación Heinrich Böll, además de los mil 50 millones de personas que padecen hambre en el mundo, mil 69 millones carecen de acceso a agua potable para beber y dos mil 612 millones no tienen agua para satisfacer sus necesidades sanitarias básicas. En México, cerca de 25 millones padecen hambre. Asimismo, los modos hegemónicos de agricultura industrial altamente demandante de energía fósil y su contrapartida de depauperación, despojo y exclusión de la economía agroalimentaria y rural en manos de pequeños y medianos productores, campesinos, indígenas y de sus comunidades y pueblos, han contribuido al calentamiento global en una proporción más relevante de lo que actualmente se reconoce. Este hecho coloca a los territorios rurales y a sus modos de gestión como víctimas y a la vez causantes importantes del cambio climático global. Por lo tanto, la relación cambio climático y campo-economía campesina-gestión de los territorios rurales se revela con suma claridad, además de la estrecha interdependencia de las relaciones crisis económica-campo y crisis social-campo, entre muchas otras más. O se transforman radicalmente los modos hegemónicos de producción y reproducción en la agricultura, la economía agroalimentaria y la gestión de los territorios rurales a escala mundial y en los Estados nacionales en otra lógica que no sea la de mercantilización y acumulación capitalista, o no sólo el sistema-mundo capitalista profundizará su Gran Crisis (incluyendo la aceleración del calentamiento planetario), sino la humanidad entera estará en riesgo de sobrevivencia. Incongruencias gubernamentales frente a la crisis climática. El gobierno mexicano, en su calidad de anfitrión y en la presidencia de la COP 16, ha utilizado la crisis climática para promover una imagen de liderazgo internacional “verde”, a favor de acciones de fondo y duraderas que detengan el calentamiento del planeta. Desde Copenhague a Cancún, durante todo un año, Calderón ha derrochado recursos y discursos en cuanto foro internacional ha sido posible. Pero hay un doble discurso. En el plano nacional, el gobierno continúa aplicando las mismas políticas macroeconómicas, energéticas, agroalimentarias, de transporte, etcétera, que promueven e incrementan la emisión de GEI, además de que generan mayor desigualdad económica y social, pobreza rural, dependencia alimentaria, mala nutrición, migración y depredación de nuestros recursos naturales. Ejemplos: a) Autorización de siembras experimentales de maíz genéticamente modificado para satisfacer los intereses de Monsanto, lo cual pone en grave riesgo la agrodiversidad de los maíces mexicanos, vital para la adaptación frente al cambio climático; b) promoción de plantaciones forestales industriales privadas, en lugar de poner en el centro de las políticas forestales la restauración campesina de los suelos y el manejo comunitario de bosques; c) fomento y protección de la minería a cielo abierto por empresas trasnacionales, violando las leyes mexicanas y los derechos de las comunidades campesinas, los pueblos indios y los pobladores urbanos de las áreas de influencia; e) promoción con subsidios públicos de plantaciones de café robusta genéticamente modificado a cielo abierto para favorecer a la Nestlé, en lugar de impulsar y proteger la caficultura orgánica de café arábigo de altura bajo sombra, con base en las comunidades campesinas e indígenas; f) promoción del uso de tierras de cultivo para establecer plantaciones industriales de oleaginosas destinadas a los agrocombustibles y presión al Congreso para modificar leyes que prohíben el uso de maíz para la elaboración de bioetanol, cuando México importa el 40 por ciento de sus alimentos y 20 por ciento de la población padece hambre y desnutrición; g) impulso al despojo de territorios campesinos para favorecer inversiones extranjeras en energía eólica; y, f) subsidios de mil millones de pesos en 2010 para importar fertilizantes químicos de Ucrania y otros países y cero subsidios para la producción local de abonos orgánicos y la restauración de suelos agrícolas degradados. Lejos de reorientar las políticas internas, el gobierno mexicano continúa aplicando en forma inercial y desarticulada las mismas políticas, programas y acciones con independencia de sus implicaciones sobre el clima planetario y la degradación de los recursos naturales. Ante el mundo el gobierno mexicano pregona a favor de un fondo verde internacional, pero internamente no ha establecido un fondo verde nacional. En la propuesta de presupuesto de egresos de la federación para 2011, el gobierno federal no incluyó nada al respecto. El cambio climático es utilizado, además, por los gobiernos federal y locales como el pretexto perfecto frente a las fallas estructurales de las políticas neoliberales, así como por la indolencia e ineficiencia gubernamental. El gobierno mexicano, además, aprovecha el cambio climático para impulsar falsas soluciones que sólo benefician a grandes corporaciones que son responsables de fuertes emisiones de GEI y ahora pretender hacer negocios “verdes”, imponiendo falsas soluciones. El Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (Conoc) y un conjunto amplio y plural de asociaciones de la sociedad civil participantes en el Espacio Mexicano frente al Cambio Climático-Diálogo Climático (Esmex-DC) han planteado propuestas viables a escala local, nacional e internacional para detener el calentamiento del planeta en el marco de un nuevo modelo agroalimentario y de organización económica y de la convivencia de la humanidad. Se requiere mantener la unidad, iniciativa y movilización de las organizaciones y movimientos sociales después de Cancún para lograr los cambios requeridos. Entre tanto, para continuar el esfuerzo y la lucha de décadas por un nuevo modelo agroalimentario a favor del planeta, innumerables comunidades y organizaciones autónomas y autogestivas del país, como las articuladas en el Conoc , se han comprometido a continuar impulsando y extendiendo sus prácticas e innovaciones en la agricultura sustentable de granos básicos, caficultura orgánica bajo sombra, manejo comunitario de bosques, sistemas financieros rurales sociales así como en la defensa y manejo sustentable de los recursos naturales en manos de campesinos y campesinas y pueblos indios.
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