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Final del torneo apertura
Monterrey, Coloso del Norte; gana su cuarto campeonato

Doblete de Humberto Suazo y un tanto de José Basanta encumbraron a Rayados

Por segunda vez consecutiva Romano y Santos perdieron la definición por el cetro

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José Basanta fue el autor del 2-0 con un remate de cabezaFoto Ap
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El capitán Luis Pérez, quien no jugó por lesión, levanta el trofeo del torneo ertura 2010, que Rayados ganó con global de 5-3Foto Ap
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 6 de diciembre de 2010, p. 2

Monterrey, 5 de diciembre. Con dos goles de Humberto Chupete Suazo, los Rayados del Monterrey se alzaron como el indiscutible Coloso de Norte al sumar su cuarta estrella, tras vencer 3-0 (global 5-3) al Santos Laguna en la final del torneo Apertura 2010. Y mientras el Rey Midas, Víctor Manuel Vucetich, celebró su quinto campeonato, su rival de esta noche, Rubén Omar Romano, de nuevo paladeó el cáliz amargo de la derrota.

El estadio Tecnológico concluyó como un alegre manicomio donde Suazo fue el héroe. La felicidad opacó otras estampas: el adiós del árbitro Armando Archundia, con un gesto parecido a la nostalgia; la sonrisa triste del timonel de los Guerreros, quien pese a todo mostró entereza, y ni qué decir de la desbordada alegría del infalible Vucetich, quien justificó hoy más que nunca su desdén a la selección nacional.

Como se esperaba, la Pandilla arrancó con ritmo explosivo en busca del gol que le diera el empate global, mientras el cuadro lagunero no terminaba por adaptarse a la cancha en pésimo estado o simplemente se quedó pasmado ante el vendaval que se le fue encima.

Apenas corría el minuto dos y Humberto Suazo cimbró no sólo el travesaño, sino también dañó la moral de los visitantes con un trallazo; cuatro minutos después, Aldo de Nigris dio servicio al chileno, quien le pegó fuerte al balón, pero Oswaldo Sánchez atajó con el cuerpo.

El acoso era intenso y al minuto siete el incontenible Suazo despojó del balón al guardameta santista y lo envió al fondo de la meta, pero el juez de línea señaló falta sobre el atribulado Oswaldo y anuló la acción, pese a las protestas que generó en el pletórico estadio, donde nada era verde, ni siquiera el pasto amarillento. La diminuta porra santista se camuflajó muy bien para evitar agresiones.

Otro error de Davino

Duilio Davino siguió tentando a la mala suerte: desde la derecha quiso devolver el esférico al portero Jonathan Orozco, el delantero Christian Benítez buscó puntear para aprovechar el regalo, pero el argentino José Basanta llegó barriéndose para evitar la desgracia.

De Nigris, quien falló un tiro a gol sin marcación y ante puerta abierta, lavó su error al minuto 28, cuando hizo de poste para dar pase retrasado al Chupete, quien remitió un tiro fuerte, colocado y raso que dejó sin opción a Oswaldo. Fue el 3-3 global, que entró casi pegado al poste derecho y el graderío desahogó la tensión con gritos, agitando banderas y con el poderoso clamor de ¡Monterrey!, ¡Monterrey!, que dio paso, al medio tiempo, a los fuegos pirotécnicos.

Para la segunda mitad, Vucetich sacó a William Paredes, al parecer lesionado de la espalda, e ingresó a Severo Meza; en el banquillo contrario, Romano comenzó a mover piezas, sacó a Francisco Torres y metió a José María Cárdenas.

La iniciativa, la propuesta y la garra seguía corriendo a cuenta de los Rayados; en tanto, los Guerreros se debatían más a la defensiva, multiplicándose para anular las arremetidas de Suazo, De Nigris y Neri Cardozo. Los esporádicos intentos de los pupilos de Romano parecían depender más del pundonoroso Iván Guti Estrada que de Darwin Quintero y Benítez.

Basanta había dado un aviso con un cabezazo cercano, y al minuto 72 marcó el 2-0 (4-3 global) con un remate de cabeza en un córner que cobró Cardozo. La locura se instaló en el Tec, la gigantesca barra Adicción ya no cesó sus cánticos, mientras Romano despotricó contra el arbitraje, brincó y manoteó; luego se tranquilizó un poco y envió a la batalla a Juan Pablo Rodríguez y a Daniel Ludueña.

Vucetich dio juego a Miguel Morales en sustitución de Cardozo. Santos agonizaba y al minuto 85 Suazo liquidó la cuenta con un golazo: un tiro cruzado desde la izquierda para el contundente 5-3. Fue tal el festejo, que las gradas del viejo estadio literalmente temblaron.

Romano, víctima de quién sabe cuál maleficio, se resignó, metió las manos a los bolsillos y se dispuso de nuevo a contemplar por unos momentos el triunfo ajeno. Luego fue a consolar a sus abatidos jugadores, que en triste procesión subieron al templete para recibir sus medallas de bisubcampeones. Antes, cuando todavía no se escuchaba el pitazo final, a Vucetich le dieron el clásico baño en su quinto título de liga.

Las clásicas notas de We are the champions, de Queen, el papel picado y la vuelta olímpica también le dejaron en claro a la televisora de avenida Chapultepec que la directiva regia tuvo razón en cotizar muy alto la transmisión de los partidos del hoy rotundo monarca.