Domingo 5 de diciembre de 2010, p. 29
Dublín, 4 de diciembre. El país A está ahogándose. En sólo dos años una catastrófica recesión ha dejado a un décimo de su fuerza laboral sin trabajo. Las compañías están cerrando, los bancos son apenas solventes y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido convocado para rescatar al gobierno de la apremiante deuda.
El estándar de vida se erosiona, los impuestos aumentan, las autoridades recortan el gasto público y el impopular gobierno está siendo forzado a adelantar unas elecciones que está seguro que perderá.
El país B tiene un enorme y creciente superávit comercial. Está atrayendo un aluvión de inversiones internacionales de firmas mundiales para la construcción de prósperas industrias de exportación de alta tecnología.
Las exportaciones crecieron 6 por ciento este año y ahora ascienden a más de 50 mil dólares por persona. Los impuestos son bajos, mientras la población angloparlante está altamente calificada.
En ambos casos se habla de Irlanda. Y ahí se encuentra un relato, o mejor dicho dos: el de una economía local en ruinas que convive codo a codo con el de una economía global exportadora que goza de la más próspera salud.
Transformación
En algunos aspectos, el éxito de la economía exportadora de Irlanda oculta cuán profunda y en ruinas ha estado su economía local a causa del quiebre de su burbuja inmobiliaria en 2008.
Industrias enteras han desaparecido por completo en cuestión de meses, ya que los ingresos del gobierno dependen principalmente de la actividad de la economía local; la repentina caída de la producción ha derrumbado lo que otrora constituía un ejemplo en materia de finanzas públicas.
Una vez más, los irlandeses están dejando una isla que parece incapaz de retenerlos, un presagio particularmente resonante en un país que finalmente había revertido siglos de migración.
Pero mientras se acumula toda la miseria, la economía exportadora de Irlanda llamada el tigre celta
ha seguido ronroneando tranquilamente.
Con frecuencia se ha contado cómo en la década de 1990 Irlanda pasó de ser uno de los países más pobres de Europa a uno de los más ricos atrayendo exportadores, especialmente firmas estadunidenses que hicieron de la nación la base de sus operaciones. Tales empresas han invertido más en Irlanda que en Brasil, China, India y Rusia juntos, dice Joanne Richardson, directora ejecutiva de la Cámara Estadunidense de Comercio.
La influencia de esos negocios quedó en evidencia hace poco, cuando el ministro de Finanzas, Brian Lenihan, inmediatamente después de anunciar recortes al gasto por 15 mil millones de euros y aumentos de impuestos internos, habló en el almuerzo anual por Acción de Gracias de la Cámara Estadunidense de Comercio.
Entre el cerdo, la terrina de faisán y el pavo asado, garantizó ante un salón lleno de gerentes empresariales estadunidenses que el 12.5 por ciento impuesto para las empresas es intocable. Dicho tributo, mucho más bajo que en otros países de Europa occidental, ha sido la carta de presentación de Irlanda para competir por la inversión internacional. Ello a pesar que la medida enfurece a los vecinos europeos que ahora están financiando su rescate y piensan que compite de forma injusta, pero sigue siendo popular en Irlanda.
Los principales partidos políticos están comprometidos a mantenerla, e incluso discuten entre sí acerca de a quién le irá mejor defendiendo el impuesto de los entrometidos que quieren subirla.
Como el ritmo del crecimiento ha disminuido en Estados Unidos y Europa, Barry O’Leary, director de la agencia de promoción de la inversión en Irlanda, IDA, tiene la mirada puesta en captar inversión de Asia.
IDA ha abierto oficinas en Mumbai, Shanghai, Moscú y Sao Pablo y está por abrir nuevas en Shenzen, Singapur y Bangalore.
Las firmas extranjeras no se ven amedrentadas por el caos en la economía local, que no las afecta realmente, ya que no dependen de la demanda interna de Irlanda ni de su sistema financiero para la financiación, explicó.
Irlanda tiene un historial muy fuerte de compañías que operan aquí y que no se ven atrapadas en el sistema financiero local
, agregó O’Leary.
Apuntó que la inversión extranjera directa fue responsable por 110 mil millones de los 159 mil millones de euros en exportaciones de Irlanda el año pasado.
Para los irlandeses, la mayor interrogante es si las compañías extranjeras podrán proporcionar empleo. Por ahora, parecen ser la única fuente de trabajo.
Brian Murphy, director ejecutivo de la sucursal irlandesa de la firma Morgan McKinley, el mayor reclutador profesional de Irlanda, dice que los puestos vacantes ahora son la mitad que antes de la crisis.
La mayor parte de esa pérdida se ha dado entre firmas que trabajaban con el mercado local, mientras que la demanda de trabajadores entre las multinacionales se ha mantenido mucho mejor y ahora está en aumento.
Las multinacionales componían sólo 40 por ciento de los puestos vacantes en las listas de Morgan McKinley previo a la crisis, pero ahora casi alcanzan los dos tercios, dijo Murphy.
Adiós carpinteros, bienvenidos ingenieros
Los empleadores están buscando programadores informáticos, expertos en farmacéutica, contadores, gerentes de cadenas de suministro y trabajadores calificados.
Con 14 por ciento de desempleo en lugar de 4 por ciento, hay muchos más postulantes para esas vacantes, lo cual es sólo una buena noticia para las firmas extranjeras que ahora encuentran trabajadores irlandeses más competitivos en el sector asalariado
, dijo Murphy.
Joanne Richardson, de la Cámara Estadunidense de Comercio, mencionó los nombres de las firmas estadunidenses que han anunciado planes de contratar en Irlanda en los últimos meses: Ebay, IBM, Google, GE Healthcare y Covidien.
Facebook abrió su oficina el año pasado, contratando a 200 personas. La compañía de video juegos Activision Blizzard contrató a 800 personas.
Intel, cuyo centro de excelencia productiva en Europa
de 7 mil millones de dólares y 1.5 kilómetros de superficie en el condado de Kildaer es tal vez el más fabuloso monumento al auge exportador de Irlanda, está buscando un ingeniero en jefe con credenciales de Sillicon Valley y otro en Thin Films Deposition, entre otras vacantes a llenar.
Puede que eso no sirva de consuelo para los miles de irlandeses albañiles, yeseros, agentes inmobiliarios, carpinteros y abogados especializados en bienes raíces que se han quedado sin trabajo.
Quedará por verse, cuando la economía general se recupere, cuántos de ellos seguirán presentes. El año pasado se dio la primera emigración desde los años de auge, cuando el país atraía a decenas de miles de trabajadores extranjeros al año.
Bobby Stewart, de 32 años, un tasador de fondos que perdió su trabajo hace meses, acudió a la oficina de empleo esta semana para sacar su nombre de las listas de desempleados tras hallar un nuevo trabajo con un recorte salarial de 20 por ciento. De no haber conseguido trabajo para Navidad, me habría mudado a Londres. Fue algo desesperado
, dijo. Uno de sus amigos más cercanos, un carpintero, hace poco se mudó a Australia. No sólo se trata de esperar. También es posible que no surja nada
, agregó Stewart.