Difieren cifras del Inegi y la CDI sobre el número de integrantes de etnias en el estado
Lunes 29 de noviembre de 2010, p. 39
Monterrey, NL, 28 de noviembre. En 20 años la zona metropolitana de Nuevo León se convirtió en una importante receptora de población indígena, pero los datos oficiales sobre las dimensiones de esta migración no coinciden.
Aunque invisibles para la mayoría de los nuevoleoneses, miles de emigrantes de diversas etnias continúan integrándose a la metrópoli e incluso han hecho de la central de autobuses y la alameda sus espacios de convivencia.
De hecho, gran parte de los regiomontanos todavía cree que en la entidad no hay indígenas y que fueron exterminados el siglo pasado, pero no han dejado de llegar desde principios de la década de 1970. Según el Consejo de Desarrollo Social, en 44 de los 51 municipios del estado hay emigrantes que hablan su lengua nativa y en algunos casos también español.
En la entidad ya se han registrado 56 lenguas indígenas, entre las cuales el náhuatl, el huasteco y el otomí son las más habladas; sin embargo, mientras la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) contabilizaba 59 mil integrantes de etnias en Nuevo León hasta 2005, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalaba que sumaban apenas 29 mil.
Según la antropóloga Carmen Farías, directora de la Asociación Civil Zihuame Mochilla (Mujeres con esperanza), la sociedad y las autoridades de Nuevo León aún rechazan a los indígenas y sus lenguas.
En México se respeta a indígenas como Cuitláhuac, Cuauhtémoc y Juárez, pero no a los que se tiene a un lado
, deploró la especialista, e hizo notar que aun cuando la Constitución federal reconoce los derechos indígenas y se dio a los estados un plazo para homologar sus leyes, Nuevo León no lo ha hecho.
El coordinador de Nueva Alianza en el Congreso local, Jorge Santiago Alanís, recordó que durante un acto oficial celebrado en septiembre, varias etnias demandaron respeto a sus tradiciones y costumbres.
Esther Cruz, indígena mixteca de Oaxaca e integrante de la organización Zihuame Mochilla, dijo que debido al rechazo y la opresión contra los migrantes de diversas etnias éstos no sólo dejaron sus costumbres y quieren ser mestizos, sino hasta declaran en voz alta: No soy indio
.
Ella, en cambio, piensa que ocultar sus raíces hace vulnerable al indígena, y pone a su familia de ejemplo de integración. Su madre vende artesanías: una de sus hermanas es trabajadora doméstica y la otra ama de casa, en tanto que su padre y sus hermanos formaron una banda musical.
Esther cursa el séptimo semestre de la carrera de trabajo social y desarrollo humano en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su familia es una de las 80 que en 2001 fueron reubicadas por la CDI en el municipio de Juárez.
Pero el problema es de grandes dimensiones. El subdelegado de la CDI en la entidad, José Cerda Zepeda, considera que la propia población indígena es reticente a buscar reconocimiento para tener acceso a los programas oficiales
, mientras se ve acosada por la falta de oportunidades, en gran medida por su uso limitado del español y la falta de capacitación para desempeñar diversos trabajos en las ciudades.